Hasta no hace mucho tiempo, la posición de Jorge Mario Bergoglio era mucho más clara que la que mantiene ahora sobre el tema de la homosexualidad.
En el año 2010, siendo cardenal arzobispo de Buenos Aires, escribió una carta a Justo Carbajales, entonces Director del departamento de laicos de la Conferencia Episcopal de Argentina con motivo de la manifestación convocada en Argentina para protestar contra la posible sanción del ‘matrimonio homosexual’ en el país.
Bergoglio escribe a Carbajales para mostrarle su apoyo de cara a la manifestación contra la aprobación del ‘matrimonio homosexual’ y en defensa de que los niños «tengan derecho a tener padre y madre para su crianza y educación», escribe Bergoglio. Además, el entonces arzobispo de Buenos Aires defiende que «no se puede igualar lo que es diverso; en una convivencia social es necesaria la aceptación de las diferencias».
«No se trata de una cuestión de mera terminología o de convenciones formales de una relación privada, sino de un vínculo de naturaleza antropológica. La esencia del ser humano tiende a la unión del hombre y de la mujer como recíproca realización, atención y cuidado, y como el camino natural para la procreación», explicaba en la misiva el cardenal Bergoglio.
El Papa Francisco afirmó que «el matrimonio precede al Estado, es base de la familia, célula de la sociedad, anterior a toda legislación y anterior a la misma Iglesia. De ahí que la aprobación del proyecto de ley en ciernes significaría un real y grave retroceso antropológico«, mostrando así por escrito su firme oposición a la aprobación del ‘matrimonio homosexual’.
Bergoglio defendió sin tapujos que «no es lo mismo el matrimonio (conformado por varón y mujer) que la unión de dos personas del mismo sexo. Distinguir no es discriminar sino respetar; diferenciar para discernir es valorar con propiedad, no discriminar».
«No podemos enseñar a las futuras generaciones que es igual prepararse para desplegar un proyecto de familia asumiendo el compromiso de una relación estable entre varón y mujer que convivir con una persona del mismo sexo», sostenía el entonces arzobispo de Buenos Aires.
El purpurado argentino concluyó pidiendo que «tengamos cuidado de que, tratando anteponer y velar por un pretendido derecho de los adultos dejemos de lado el prioritario derecho de los niños (que deben ser los únicos privilegiados) a contar con modelos de padre y madre, a tener papá y mamá».