Desde la tumba de la historia, el comunismo golpea de nuevo a la Iglesia polaca y a Juan Pablo II

Desde la tumba de la historia, el comunismo golpea de nuevo a la Iglesia polaca y a Juan Pablo II

(Wlodzimierz Redzioch en Il Timone)-En los últimos días se ha desatado en Polonia una campaña de desprestigio contra san Juan Pablo II. Una acción bien preparada y coordinada por una coalición de medios de comunicación anticlericales y liberal-libertinos.

En este ataque contra la figura del pontífice polaco se suelen utilizar documentos sacados de los archivos de los servicios secretos comunistas, que durante casi cuarenta y cinco años han combatido a la Iglesia y también al papa desde que este hijo de la tierra polaca se sentó en la cátedra de Pedro. Durante los viajes de Juan Pablo II a su patria prepararon diversos tipos de provocaciones e intentaron desacreditarle a cualquier precio. Y casi lo consiguen. Merece la pena relatar un episodio que sigue siendo desconocido para la opinión pública internacional, pero que podría haber cambiado el destino del pontificado de Wojtyła.

Un complot para comprometer para siempre a Juan Pablo II

En el Ministerio del Interior polaco existía el llamado Departamento IV, que se ocupaba exclusivamente de la lucha contra el clero y la Iglesia. En este Departamento trabajaba un tal capitán Piotrowski que, a principios de los años 80, preparó con otros miembros una operación contra Juan Pablo II con el nombre en clave de «Triángulo». Querían urdir una historia sobre un supuesto affaire de Karol Wojtyła con Irena Kinaszewska, empleada del semanario Tygodnik Powszechny (revista con la que colaboraba el arzobispo Wojtyła). Kinaszewska era viuda y criaba sola a su hijo. Para completar su sueldo, mecanografiaba los documentos y los discursos del arzobispo de Cracovia.

Al principio, intentaron arrancarle algunas declaraciones comprometedoras. Para ello, algunos hombres de la seguridad obligaron a la mujer a participar en una reunión, donde le administraron drogas en la bebida. Toda la conversación fue grabada con una cámara oculta, con la esperanza de que la mujer dijera algo embarazoso sobre Karol Wojtyła. Pero la mujer pidió que la dejaran marchar y del papa siempre decía: «un hombre santo». Como este primer intento fue un fracaso, Piotrowski ideó otro plan: un falso diario. En las oficinas del Departamento IV prepararon un supuesto diario de Kinaszewska, en el que describía su relación amorosa con el arzobispo de Cracovia antes de que este se convirtiera en papa. Para ello utilizaron una máquina de escribir que mecanografiaba algunas letras del mismo modo que lo hacía la máquina perteneciente a Kinaszewska. Una vez realizado este trabajo, los servicios de seguridad lo «encontrarían» públicamente durante el registro de la casa del padre Andrzej Bardecki, amigo de Wojtyła y también empleado de Tygodnik Powszechny. La idea era dar a conocer su comprometedor contenido en todo el mundo.

En febrero de 1983, un grupo especial formado por cinco personas realizó un viaje de Varsovia a Cracovia para llevar a cabo una misión. Junto con Piotrowski iban otros dos hombres y dos mujeres. Desde la declaración, el 13 de diciembre de 1981, de la ley marcial, el país carecía de todo. Del extranjero llegaba ayuda, cuya distribución correspondía principalmente a las parroquias. Por eso, la anciana ama de llaves del padre Bardecki no se sorprendió cuando un día dos mujeres se presentaron en la puerta de su casa, en el número 14 de la calle Sikorskiego, diciendo que traían un paquete de comida para el sacerdote. Mientras una de ellas entretenía al ama de llaves, la otra se coló en la habitación del sacerdote y escondió el diario detrás del radiador.

La cosa parecía hecha: ahora solo faltaba organizar el «hallazgo» del supuesto diario. Para celebrarlo, el grupo fue al restaurante del hotel Holiday Inn. Todos bebieron mucho y, al final, Piotrowski, completamente borracho, se puso al volante del coche y tuvo un accidente. Una patrulla de carretera llegó al lugar y al ver al conductor ebrio quiso detenerlo, pero este se resistió enérgicamente. Al final sacó su placa del servicio de seguridad y explicó que estaba en Cracovia en una misión de suma importancia. Locuaz, como suelen serlo los borrachos, les contó a los policías los detalles de esa misión.

Esa misma noche, uno de los policías de tráfico que había escuchado el relato del capitán Piotrowski, informó a un amigo suyo que trabajaba en la curia arzobispal de Cracovia de la conspiración preparada por los servicios de seguridad. A la mañana siguiente, el padre Bardecki encontró el diario falso de Kinaszewska, que fue posteriormente destruido.

Dos días más tarde, el equipo de agentes del servicio de seguridad acudió a la calle Sikorski. Tenían una orden de registro y sabían que detrás del radiador encontrarían material comprometedor para Juan Pablo II. Todo estaba preparado para entregar este material a los medios de comunicación y presentar al papa como un cura con una amante en Cracovia, en definitiva un hombre moralmente cuestionable, indigno de ser papa. No cabe duda de que este «diario» habría minado su pontificado para siempre: la acusación de inmoralidad habría quedado como una mancha indeleble en su santa figura porque nadie habría creído los justos y sacrosantos desmentidos. Pero gracias a la honradez de un policía de tráfico anónimo, el plan fracasó: durante el registro de la casa del padre Bardecki, los hombres de seguridad no encontraron nada.

Cuántas fuerzas oscuras conspiraron contra Juan Pablo II e intentaron denigrar su figura, cuántas fuerzas, aún hoy, quieren disminuir la importancia de su pontificado y magisterio, utilizando los falsos papeles de los servicios secretos comunistas.

Hay que recordar que al año siguiente, el 19 de octubre de 1984, el capitán Piotrowski, junto con dos cómplices, secuestró al padre Jerzy Popiełuszko, capellán de Solidaridad, y tras torturarlo, lo asesinaron y arrojaron su cuerpo, metido en un saco, en el Vístula, cometiendo uno de los crímenes más atroces del régimen comunista polaco. Conocemos los nombres de otros dieciocho sacerdotes asesinados por el régimen comunista. Además del padre Jerzy Popieluszko, hoy beatificado, debemos recordar a otros como Władysław Gurgacz, Stefan Niedzielak, Stanisław Suchowolec o Sylwester Zych.

Comunistas impunes, clero victimizado dos veces

En 1989, la transición del totalitarismo comunista a la vida democrática se produjo sin derramamiento de sangre gracias al acuerdo entre el ala «reformista» del Partido Comunista y el movimiento Solidaridad. Las reuniones patrocinadas por la Iglesia polaca se celebraron en torno a una gran mesa redonda, de modo que los acuerdos alcanzados pasarán a la historia como los «acuerdos de la mesa redonda». En la práctica, los comunistas cedieron el poder a cambio de impunidad para los miembros del partido y todo el aparato del Servicio de Seguridad.

Los «acuerdos de la mesa redonda» garantizaban que los verdaderos organizadores y ejecutores del Estado totalitario, como también de los fieles servidores del régimen comunista: jueces, periodistas, profesores, gente de la cultura, etc., fueran intocables. Esta política, introducida por el gobierno del primer ministro Tadeusz Mazowiecki, se denominó política de la «gran línea» (en polaco gruba kreska), que simbolizaba la ruptura con el pasado, la línea divisoria. También se respetó la regla de la impunidad cuando se abrieron los archivos de los Servicios de Seguridad para dar a las víctimas del régimen la oportunidad de consultar sus expedientes.

A esta absurda situación aludió el primado Josef Glemp (†2013), cuando dijo en su homilía del 7 de enero de 2007 que, mientras un sacerdote es sometido a un juicio sumario, «decenas de miles de miembros de los antiguos servicios secretos, que hoy tienen buenos empleos» quedan impunes. En este contexto, hay que recordar un hecho importante: la TVN, la cadena de televisión más comprometida en atacar a la Iglesia, los valores cristianos y la identidad polaca, y hoy punta de lanza en denigrar la figura de Juan Pablo II, fue fundada por personas vinculadas al régimen comunista y a sus servicios secretos, aunque hoy esté en manos de los estadounidenses del grupo Warner Bros. Discovery.

La posibilidad que se dio a los periodistas -a menudo partidistas e interesados únicamente en los papeles relacionados con el clero- de acceder a los archivos de los Servicios de Seguridad ha hecho que la opinión pública, no solo de Polonia sino de todo el mundo, en lugar de escuchar los relatos de las persecuciones llevadas a cabo por los servidores del régimen comunista, empezara a recibir información sobre la supuesta colaboración del clero polaco con los Servicios de Seguridad. De este modo se ha invertido la perspectiva histórica y los sacerdotes polacos, primeras víctimas del régimen, han sido presentados como espías y colaboracionistas. La Iglesia mártir polaca, durante cincuenta años baluarte de la libertad frente al comunismo, ha sido señalada como traidora. Es más, parte de los archivos han acabado en el extranjero, sin duda en Moscú. Y quienes tienen acceso a los archivos pueden orquestar cualquier ataque contra las personas que se encuentran en ellos.

Utilizando «documentos» de los archivos de los servicios secretos comunistas de los últimos años se ha atacado a mons. Wielgus, arzobispo de Varsovia, que no pudo tomar posesión de su catedral a causa de las acusaciones, y el cardenal Gulbinowicz, arzobispo emérito de Breslavia. Ahora está en el punto de mira Juan Pablo II. Los agentes secretos comunistas no solo no han pagado por sus crímenes, sino que ellos y sus herederos siguen golpeando a la Iglesia y a sus hijos más ilustres. Es una gran burla a la historia. Pero Satanás siempre está en acción.

 

Publicado por Wlodzimierz Redzioch en Il Timone

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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