Sacerdotes que «hacen el ridículo»

Sacerdotes que «hacen el ridículo»

Hemos visto sacerdotes en los hospitales, por las calles, en los cementerios, en las puertas de las iglesias, en los campanarios, en los tejados. Hemos visto sacerdotes aprendiendo a manejar las redes sociales, pidiendo a los fieles que se suscriban para crear un canal y poder emitir en director la misa en las redes, grabando bendiciones con el Santísimo desde sus casas para enviárselas todas las noches a los fieles, llevando comida a los pobres, atendiendo horas y horas al teléfono a sus fieles.

Hemos visto al Rey de España en Ifema, a los presidentes de gobiernos regionales en los hospitales, saludando a los policías, a los militares, en sus casas trabajando…

Y también hemos visto a muchos obispos españoles.

El colmo de lo que no hemos visto pero tampoco quisiéramos oír es el caso de un obispo muy importante, algo más o menos que obispo, que le dice a un sacerdote, que todas las tardes se acerca con el Santísimo Sacramento a bendecir a sus fieles desde el atrio de la Iglesia, que deje de “hacer el ridículo”. 

Una bendición con el Santísimo Sacramento que es recibida por los vecinos de rodillas en sus balcones. Los vecinos, que antes del aplauso de las ocho, tienen el consuelo de ver allí a Cristo sacramentado, de contemplar la presencia del Señor.

Y el buen sacerdote, con toda su buena voluntad, con toda su buena piedad, con todas sus ganas de llevar la comunión a sus feligreses, con todos sus errores, con toda su pasión por acercarse al atrio para hacerse presente en la calle, en la plaza, ahora solo puede… pedir por su obispo. ¿Por qué antes no le pidió permiso?

Bueno y acordarse de que el Papa Francisco también se acercó al atrio de su iglesia para bendecir con el Santísimo.

Umberto Benigni

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