La Iglesia alemana camina hacia la nada

La Iglesia alemana camina hacia la nada

El domingo pasado comenzó el sínodo; perdón, quería decir, «el camino sinodal» de la Iglesia alemana. Durará dos años y los temas ya se conocen. Es interesante comprender, sobre todo, el porqué de este largo camino: el objetivo del sínodo es el propio proceso sinodal, es el principio de la revolución. ¿El resultado? La nada, en la que ya está inmersa la Iglesia alemana.

(NBQ)- El domingo 1 de diciembre, primer día de Adviento en el calendario litúrgico romano, la Iglesia alemana inauguró oficialmente el baile de su sínodo, que la tendrá ocupada durante dos largos años.

En la carta de apertura del sínodo, firmada por el presidente de la Conferencia Episcopal (DBK), el cardenal Reinhard Marx, y por el presidente del Comité Central de los católicos alemanes (ZDK), el profesor Thomas Sternberg, se confirman las cuatro temáticas candentes que serán objeto de debate: «El poder y la separación de poderes en la Iglesia; la cooperación y la sexualidad; la vida sacerdotal y el papel de las mujeres en nuestra Iglesia».

En la Asamblea plenaria de septiembre de 2018, la Conferencia Episcopal alemana ya declaró que quería debatir sobre «los desafíos concretos de la Iglesia católica, como el problema del celibato sacerdotal y los distintos aspectos de la moral sexual católica, en una discusión sincera con la participación de expertos de las distintas disciplinas». Este énfasis en el problema sexual lo motivó el resultado obtenido por el informe encargado por la DBK, en el que emergían por lo menos 3.677 casos de abusos contra menores cometidos entre los años 1946 a 2014, con la implicación de 1.670 sacerdotes. Por lo tanto, ya se planteaba de alguna manera una relación perniciosa entre abusos, moral sexual y celibato, lo que implicaba la «necesidad» de llevar a cabo cambios en estos aspectos.

En marzo de este año, la DBK, reunida en Lingen, lanzó oficialmente el sínodo. Durante la rueda de prensa, el cardenal Marx declaró que este sería un «recorrido vinculante para la Iglesia alemana», afirmación que provocó estremecimientos en Roma (ver aquí), pero que sigue apareciendo todavía hoy, tal cual, en la página web del sínodo, sin siquiera mencionar la carta del cardenal Ouellet, ni la valoración de monseñor Iannone, quien precisaba que los temas en cuestión «no pueden ser objeto de deliberaciones o decisiones de una Iglesia particular». ¿Acaso ha habido confusión con la correspondencia?

El caso es que los organizadores del sínodo no parecen demasiado preocupados por las recomendaciones de Roma. Las declaraciones del cardenal Marx en Lingen, publicadas en la presentación de la página web, dejan comprender con bastante claridad qué camino tomará el sínodo; de hecho, en relación al celibato, el presidente de la DBK, afirma que «la vida de los obispos y de los sacerdotes requiere cambios como testimonio de la libertad interior que procede de la fe y de la orientación según el ejemplo de Jesucristo. Apreciamos el celibato como expresión del vínculo religioso con Dios. Y descubriremos hasta qué punto debe formar parte del testimonio del sacerdote en nuestra Iglesia».

Esperamos el resultado de este descubrimiento dado que, según Marx, parece que la Iglesia no se ha pronunciado nunca sobre dicho tema. Y no sólo sobre el celibato: «La teología y las ciencias humanas aún no han proporcionado a la moral sexual de la Iglesia informaciones decisivas. El significado de la sexualidad para la persona no ha recibido suficiente atención. El resultado es que la educación sexual no proporciona ninguna orientación a la gran mayoría de los bautizados. Ocupa un nicho muy pequeño. Y nos hemos dado cuenta de la dificultad que tenemos en hablar de cuestiones relacionadas con el comportamiento sexual actual». ¿Ninguna información decisiva, poca atención al significado de la sexualidad, ninguna orientación? Pero, ¿dónde ha estado Marx todos estos años? ¿En la Luna, sin ninguna conexión con el planeta Tierra?

Es, por lo tanto, un sínodo que se plantea como un «nuevo inicio», según la expresión de la carta del duo Marx – Sternberg, como el inicio de un nuevo proceso que lleva a una mayor «libertad interior», aunque, si lo examinamos bien, más que iniciar procesos, la Iglesia alemana parece interesada en mantenerlos incesantemente activos.

En la carta mencionada no aparece nunca la palabra «sínodo»; en cambio, encontramos en varias ocasiones la expresión «camino sinodal», hasta el punto que Marx y Sternberg firman como «Presidentes del Camino Sinodal»: la coordenada temporal ocupa la función de sustantivo, mientras que el sínodo baja de categoría y se convierte en adjetivo. El resultado es que es el camino el que pasa a ser central, fundamental; el acto de caminar juntos es lo importante, hasta el punto que dictar el tiempo de este camino pasa a ser algo esencial: dos años de encuentros, foros, discusiones. ¡Ni que fuera un proceso constituyente!

De este modo, este sínodo local se sitúa como cinta de transmisión entre otros dos sínodos: el amazónico que acaba de concluir, y del que retoma los temas cruciales, y el que el papa ha ventilado a toda velocidad (ver aquí), y cuyo tema será la sinodalidad. Lo han afirmado los dos Presidentes del Camino sinodal de manera directa y tajante: «El papa Francisco nos invita a convertirnos en una Iglesia sinodal, a caminar juntos. Este es el objetivo del Camino sinodal de la Iglesia en Alemania. El fin del sínodo es el propio proceso sinodal».

¿Para qué? se preguntarán ustedes. La respuesta la encontramos en la comprensión de la «mecánica de la revolución», por basarnos en el célebre -y fundamental- texto de Augustin Cochin. El inicio de cada revolución, el primer paso necesario de cualquier movimiento rebelde es muy simple: empezar a discutir sobre todo, insinuar la duda sobre lo que se cree verdadero, subrayar la importancia de la confrontación, de la apertura mental sobre cuestiones que ya tienen una respuesta verdadera, difuminar los límites entre el bien y el mal, lo normal y lo anormal. Se comprende, entonces, que el proceso es la vida de la revolución y es la esencia de la concepción dialéctica de la realidad.

¿Qué hay en el horizonte de este proceso? Basta ver la situación de la Iglesia alemana: la nada por doquier. Pero no faltan los philosophes que, como prestidigitadores, hacen creer que el ideal es una libertad aún mayor, una libertad tan grande que no deja nada a su lado.

Publicado por Luisella Scrosati (con la colaboración de Maria Stolz) en la Nuova Bussola Quotidiana.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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