‘La crítica sincera y desinteresada puede ser el mayor servicio posible a un gobernante’

Uno de los firmantes de la corrección al Papa, Joseph Shaw, investigador y profesor de Filosofía Moral en St Benet’s Hall, en la Universidad de Oxford, habla con InfoVaticana de los motivos de su decisión y responde a los críticas.   

El pasado 11 de agosto, fue enviada al Papa Francisco una carta de veinticinco páginas, firmada por 40 clérigos católicos y académicos laicos bajo el título ‘Correctio filialis de haeresibus propagatis’ (‘Una corrección filial con respecto a la propagación de herejías’).

La carta, que sigue abierta a nuevos firmantes, afirma que el Papa, a través de su exhortación apostólica Amoris laetitia y de otras palabras, actos y omisiones que se le relacionan, «ha sostenido siete posturas heréticas» en referencia al matrimonio, la vida moral y la recepción de los sacramentos, «provocando que estas opiniones heréticas se propaguen en la Iglesia Católica». En el documento se pide al pontífice que condene las siete herejías que enumeran.

«En cuanto a si esperamos que el Santo Padre responda, hemos hecho público el documento porque él no ha respondido cuando se le dio en privado y no parece probable que responda de manera explícita o formal», explica Shaw, que añade que el documento hace más explícitas las consecuencias teológicas de inquietudes que han expresado muchos sobre las interpretaciones de Amoris Laetitia.

¿Por qué decidiste firmar?

Sentí la obligación de hacerlo – tenía la necesidad de descargar mi conciencia. El derecho canónico habla de los fieles laicos que tienen «el derecho y hasta el deber de manifestar a los sagrados pastores su opinión sobre los asuntos que pertenecen al bien de la Iglesia y dar a conocer su opinión al resto de los fieles» (212 §3)

Este derecho se convierte en un deber cuando permanecer en silencio sería consentir en lo que en tu conciencia aparece claramente como erróneo.

Eso no significa que crea que yo o los peticionarios como grupo somos infalibles; sólo significa que siento que debo manifestar mi punto de vista. Es a aquellos con autoridad en la enseñanza a quienes se dirigen nuestras preocupaciones, para aclarar lo que no está claro, y para mostrarnos, si es necesario, donde nos hemos equivocado. Cualquier documento como éste, dentro de la Iglesia, está diseñado para estimular el ejercicio del magisterio, no para socavarlo o reemplazarlo.

¿Qué dirías a aquellos que os acusan de desobediencia o impiedad hacia el Papa?

Quisiera señalar no sólo los principios generales expuestos en el derecho canónico que acabamos de mencionar, sino también que el Papa Francisco ha pedido explícita, vigorosa y repetidamente expresiones honestas de opiniones opuestas. No sólo pidió la parresia entre los participantes del Sínodo sobre la Familia, sino que ha expresado personalmente su agradecimiento a aquellos que han escrito o dicho cosas críticas de él.

Algunos de sus autoproclamados defensores, que lo presentan como un tirano hipersensible, no le hacen ningún favor.

Esto no significa que esté de acuerdo con todas las críticas o deje de promover su propio punto de vista. Pero él entiende que el crítico está asumiendo un riesgo personal -como ha quedado claro recientemente con el caso del profesor Seifert, que perdió su trabajo por sus críticas a Amoris laetitia– y que la crítica sincera y desinteresada puede ser el mayor servicio posible a un gobernante, especialmente a uno, como el Papa, con pocas restricciones formales sobre su poder.

El Papa Francisco no ha intentado poner fin al debate sobre la interpretación de Amoris laetitia con una declaración formal y magisterial. Esto es claramente deliberado, y la consecuencia es que continuar la discusión no es una falta de obediencia o de docilidad.

¿Qué esperabas que lograra la carta?

La carta fue enviada primero al Santo Padre y se le entregó personalmente. Él no ha respondido – tiene todo el derecho, por supuesto- por lo que habiendo esperado más de un mes, hemos ofrecido el documento al público.

Está diseñado para aclarar la importancia de lo que está en juego, y la urgencia de mantener una correcta visión de estos asuntos. La visión correcta es la visión de la Iglesia, la visión de Cristo, la visión de la Ley Natural escrita en nuestros corazones. Vivir a la luz de esta visión hace posible la virtud natural y sobrenatural, el florecimiento de las relaciones, la vida de la gracia y, en última instancia, la salvación. Las opiniones personales de los prelados, incluso del Santo Padre, carecen de importancia, al igual que las referidas a personas o las que afecten a la política eclesial: ninguna de esas cosas impedirá o promoverá las relaciones familiares, a diferencia de la cuestión de vivir en la verdad o no hacerlo.

Mi esperanza para este documento es que centrará la atención en lo que importa: esta realidad moral. El hecho de si el documento es correcto, o si de necesita ser corregido, son preguntas teológicas, no políticas.

Alguna cuestión que te gustaría añadir…

Estoy muy agradecido a los muchos distinguidos teólogos y otros académicos que trabajaron en este documento, que están muy por delante de mí en su conocimiento de la enseñanza de la Iglesia y cuyas opiniones yo respeto. Su participación no hará progresar sus carreras, pero debe ser reconocida por todos como un servicio al Santo Padre, motivado por un profundo amor a la Iglesia.

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