Estamos en unos momentos de enorme cantidad de información. Ha crecido y sigue creciendo en estos tiempos de peste en que las cosas, aparentemente paralizadas por la cuarentena, están tomando una velocidad increíble que nos puede arrollar. Podemos entrar en temas importantes pero secundarios. Estamos llenos de dudas sobre el origen del virus que tan increíble y rápidamente se ha propagado, incluso tenemos negacionistas del virus. No sabemos cómo evolucionará la epidemia y cuándo terminará. Creemos que hay otro tipo de reflexiones mucho más trascendentes de cómo nos puede afectar todo esto que la epidemia ha destapado, o acelerado, o complicado, en nuestras vidas.
Hoy tenemos una larga reflexión de Viganò sobre el Concilio Vaticano II y sus consecuencias de enorme interés, es un buen resumen de lo que se ha vivido estos últimos decenios y de a dónde hemos llegado. Este tiempo nos está dotando de reflexiones luminosas, evidentemente parciales y cambiantes, pero que aportan algo de luz sobre momentos tan aciagos intentado vislumbrar algo de racionalidad en el caos.
«Llega un momento en nuestra vida cuando, por la provisión de la Providencia, nos enfrentamos con un momento decisivo para el futuro de la Iglesia y para nuestra salvación eterna. Hablo de la elección entre comprender el error en el que prácticamente todos hemos caído, y casi siempre sin malas intenciones, y querer seguir buscando en otro lado o justificarnos. Entre otros errores, también nos comprometimos a considerar a nuestros interlocutores como personas que, a pesar de la diversidad de ideas y fe, todavía estaban animadas por buenas intenciones, y que si pudieran abrirse a nuestra Fe, estarían dispuestos a corregir sus errores. (…) Pensamos que algunos excesos eran solo una exageración de aquellos que se habían dejado llevar por el entusiasmo de la novedad. (…) Lo que el mundo quiere, a instancias de la masonería y sus tentáculos infernales, es crear una religión universal, humanitaria y ecuménica en la que ese Dios celoso al que adoramos sea desterrado. Y si esto es lo que el mundo quiere, cualquier paso en la misma dirección por parte de la Iglesia es una elección desafortunada, que se volverá contra aquellos que creen que pueden burlarse de Dios. »
«Lo confieso con serenidad y sin controversia: fui uno de los muchos que, a pesar de muchas perplejidades y temores, que hoy demuestran ser absolutamente legítimos, confiaron en la autoridad de la Jerarquía con obediencia incondicional. En realidad, creo que muchos, y yo entre ellos, no hemos considerado inicialmente la posibilidad de un conflicto entre la obediencia a un orden de la Jerarquía y la fidelidad a la Iglesia misma. Para hacer tangible la separación antinatural, o más bien, diría perversa, entre la Jerarquía y la Iglesia, entre la obediencia y la fidelidad, ciertamente fue el último Pontificado. (…) En la cámara de lágrimas adyacente a la Sixtina, mientras Mons. Guido Marini preparó el carrete, la muceta y la estola para la primera aparición del Papa «recién elegido», Bergoglio exclamó: «¡Se acabaron los carnavales!», Rechazando con desdén la insignia que todos los Papas hasta entonces habían aceptado humildemente como distintivos del Vicario de Cristo. Pero en esas palabras había algo cierto, incluso si se decía involuntariamente: el 13 de marzo de 2013 cayó la máscara de los conspiradores, finalmente libre de la presencia inconveniente de Benedicto XVI…»
«Aquí, como honesta y serenamente, obedecí órdenes cuestionables hace sesenta años creyendo que representaban la voz amorosa de la Iglesia, así que hoy, con igual serenidad y honestidad, reconozco que he sido engañado. Ser coherente hoy al perseverar en el error representaría una elección desafortunada y me haría cómplice de este fraude. (…) La Iglesia celebró la Santísima Trinidad el domingo pasado, y nos propone en el Breviario la recitación del Symbolum Athanasianum, ahora proscrito por la liturgia conciliar y ya confinado solo en dos ocasiones en la reforma de 1962. De ese símbolo ahora desaparecido permanecen tallados en letras doradas. las primeras palabras: “Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est ut teneat Catholicam fidem; quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dubio en aeternum peribit «.»
Seguimos con noticias sobre el caso Trozi. El Papa Francisco quiere una solución rápida que cierre el terremoto en curso que empieza a afectar a demasiadas personas. Estamos seguros de que hay muchos aspectos que el Papa Francisco desconocía de este caso y de muchos otros, querer pasarse de listo es lo que tiene. Su plan de control de las finanzas vuelve a hacer agua por enésima vez. El consejo de economía está caducado e inoperante. La prueba de lo poco que cuenta es que no se ha reunido desde antes de la epidemia con la que está cayendo dentro de los muros vaticanos. La oficina del auditor empezó mal y está descabezada. Pretender que creamos que el caso Torzi se debe a sus destapes olvidando la intervención de los controles de los países implicados es pecar de ingenuos. La Autoridad Financiera, si alguna vez tuvo algún prestigio lo ha perdido del todo con la cadena de destituciones y dimisiones. Los órganos de control están descontrolados y no son capaces de controlarse a sí mismos. El denostado IOR, el banco del Vaticano, saca pecho en esta situación y pretende que le caigan los tesoros custodiados en la Secretaria de Estado. Quieren aparecer como los mejores y mas fiables en este momento. La Secretaría para la economia, tan disminuida en sus funciones originarias, está con un prefecto S.J. al frente y sigue sin secretario. Nos quedan los dos pesos pesados en donde estamos viviendo una verdadera guerra sin cuartel. El APSA espera un secretario laico que le limpie la cara y el amigo Zanchetta ha vuelto a su despacho y aparentemente retomado sus funciones. El Papa Francisco necesita alguien de su confianza absoluta, y Zanchetta le debe la existencia, necesita que le informe de que se cuece dentro. Y terminamos con la Secretaría de Estado en donde los planes de control en torno al amigo Edgar se están desmoronando. Sin ser grandes linces podemos vislumbrar que se quiere terminar cuanto antes, pero las cosas, una vez ‘estalladas’, son difíciles de controlar. El plan previsto ha caído y veremos cómo evolucionará el caso.
«Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»
Buena lectura
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