
Pues no lo sé.
¿Y entonces, por qué habla?
Pues porque hablo de lo que me da la gana.
Y con unos presupuestos, prejuicios o lo que quieran que manifiesto siempre. Porque esa honradez quiero tenerla con mis lectores. No pretendo engañar a nadie,
Yo no sigo mucho al Papa. Entre otras razones por hablar muchísimo y uno sólo dispone de 24 horas al día en las que hay que deducir las dedicadas al sueño, a la familia, a otros entretenimientos… No es obligación de ningún católico leer todo lo que el Papa dice, éste o cualquier otro. Tengo una enorme admiración por Benedicto XVI, no es el caso por Francisco, y no me he leído sus libros sobre Jesús ni la mayoría de sus alocuciones, homilías, declaraciones… No veo motivo para cambiar ante un nuevo Papa.
Tampoco reprocho a nadie el seguir a diario todo lo que Francisco dice. Allá cada cual. Uno no pretende dar lecciones de nada a nadie. Sólo expreso mis opiniones y además estando seguro de que pueden ser acertadas o equivocadas. Si la infalibilidad pontificia es reducidísima sería totalmente absurdo por mi parte pretender la mía.
Además, en lo que dice el Papa Francisco, en lo que ha llegado a mi conocimiento, encuentro muchas cosas excelentes y unas cuantas que me parecen producto de una verborrea muy discutible. Aunque no niego que pueda ser bastante o muy inferior que la mía. Tal vez. Pero con un agravante en el Papa. Yo sólo me comprometo a mí mismo. Lo que no tiene la menor importancia. El Papa compromete a la Iglesia. Y eso es mucho más serio.
Y una coda más. Francisco es insultador. Entiéndaseme. Seguramente no subjetivamente pero objetivamente de modo meridiano. Hasta el punto de que no pocos dudan de la tan cacareada misericordia por parecerles demasiado parcial. Y nada misericordiosa con bastantes. Quien lleva más de diez años manteniendo un Blog está acostumbrado a toda clase de reproches, objeciones y hasta insultos. Creo haber dado suficientes muestras de que me la traen al pairo. Ahí están y ahí se quedan. Pero ya que me lo diga el Papa me parece excesivo. Porque me lo dice. Yo soy pelagiano, autorreferencial, cuentarrosarios, tengo cara de pepinillo en vinagre, rigorista, obsoleto, anclado en un pasado que debe ser malísimo, mi mujer una coneja… Los buenos deben ser los LGTB, los protestantes, los musulmanes, los demoledores de la fe y la moral de la Iglesia, Hebe de Bonafini, el Trucho… Comprenderéis que tampoco tenga gran interés en averiguar cada día si me dedica alguna amabilidad más. Evidentemente no a mi pobre persona pero sí a mucho de lo que soy y creo.
Mi conocimiento de tanto cariño no es pues de la lectura directa de la palabra del Papa, que por supuesto es mi Papa, no tengo otro y jamás he tenido la menor veleidad sedevacantista, sino por lo que leo en titulares de otros medios. Y leo muchos. Francisquistas y antifrancisquistas. Soy consciente de que todos pueden manipular, y manipulan en ocasiones, lo que el Papa dice. Loando, criticando, disculpando, exagerando, ocultando… Con entusiasmos desmesurados o con críticas que también. Y hablo de eso. Con mención expresa al medio que lo refiere. Y obviando aquellos que sólo expresan una crítica feroz aunque algunos también los lea.
Pues sentadas estas premisas me hago eco hoy de lo que dice un acreditadísimo, por su influencia, diario argentino, Clarín, que pienso no es abiertamente contrario a Francisco aunque puedo estar equivocado porque yo no lo sigo. Y en la versión que da Secretum meum mihi
http://secretummeummihi.blogspot.com.es/2017/08/diario-argentino-clarin-cuando-el-papa.html
Da la impresión, puedo estar equivocado, de que el Papa no simpatiza con Trump o Macri y más con Castro o Morales. Al menos esa tengo. Ahora le reprochan, con razón o sin ella, que, pese a las declaraciones del episcopado venezolano, muy claras con Maduro, el Papa es mucho más cauto en lo que no falta quien juzga que es un tácito apoyo al dictador venezolano.
Evidentemente Clarín no es la voz de Dios, Secretum meum mihi tampoco y uno jamás ha tenido la pretensión de reclamarla. Pero eso ahí está. Por mi parte creo que los lectores del Blog merecen estar informados de las cosas que ocurren en la Iglesia, o que algunos dicen que ocurren, y que todos tienen el suficiente criterio para discernirlas. Aunque alguno se pudiera equivocar.
Y no vayamos a caer, por mal uso de las palabras, en despreciar conceptos indisolublemente unidos a nuestra religión. En mis primeros años todos los niños conocíamos las Obras de Misericordia, espirituales y corporales. Y aquel grandísimo santo que fue Ignacio de Loyola era acabado maestro de discernimiento.