Respiren hondo y prepárense para lo que van a leer, porque les va a cambiar la vida. En la idílica y progresista localidad de Trevélez, en plena Alpujarra granadina, se ha desatado una tragedia sin precedentes. Un párroco —sí, han leído bien, un sacerdote católico— ha osado hacer algo tan retrógrado, medieval y absolutamente intolerable como rezar por los que no van a Misa.
¿Sienten ya el escándalo? ¿No? Pues esperen, que hay más. El padre Rubén Ávila-Arenas no solo reza, sino que cada noche hace doblar las campanas por las almas de los alejados, como si estuviéramos en tiempos de san Alfonso María de Ligorio. Y por si eso fuera poco, el muy osado ha dicho en público que no le parece buena idea invitar al colectivo LGTB a formar parte de la Iglesia sin más, sin conversión, sin Evangelio, sin nada. ¡A la hoguera con él!
Gracias a Religión Digital, nos hemos enterado de esta barbarie litúrgico-pastoral, que ha puesto los pelos de punta a media redacción y probablemente ha hecho llorar a algún franciscano sinodante. Según el periódico, el cura “ha eliminado sus redes sociales” —otro indicio, sin duda, de su extrema peligrosidad— y ha provocado la “rebelión” de un pueblo entero. O al menos del alcalde, que es del PP pero muy moderno, y que lo ha llamado “racista y homófobo”, fórmula mágica que, como todos sabemos, anula automáticamente cualquier argumento, doctrina, canon o Evangelio.
Desde estas líneas expresamos nuestra más profunda preocupación. Porque, como buenos ciudadanos del nuevo orden litúrgico, estamos escatadísimos. No sabemos si del susto o de la escatología, pero lo cierto es que necesitamos que alguien nos garantice que este sacerdote será cuanto antes colgado en la plaza pública (simbólicamente, se entiende… ¿o no?), o al menos suspendido a divinis, retirado del culto, desacreditado en Al Rojo Vivo y reeducado con unos buenos talleres de diversidad afectivo-sexual en la diócesis de San Diego.
Queremos dejar claro que no se puede tolerar semejante comportamiento: rezar por las almas, criticar la ideología de moda, y encima, sonar las campanas como si el infierno existiera. ¿Dónde se cree que está este señor? ¿En la Iglesia?
