León XIV a los seminaristas: “No penséis que podéis solos. Abandonaos en Dios”

Seminaristas postrados que simbolizan “no penséis que podéis solos”, en entrega total a Dios

Esta mañana, 25 de junio de 2025, el Papa León XIV se ha dirigido a los seminaristas de las diócesis del Triveneto en el marco de su peregrinación jubilar. En un tono cercano y paternal, el Pontífice les ha exhortado a vivir su formación sacerdotal como parte de una gran historia de fe, hundiendo sus raíces en la antigua Iglesia de Aquileia y animándolos a confiar plenamente en Dios.

Una historia de fe en la que insertarse

León XIV comenzó recordando las profundas raíces cristianas del noreste de Italia, ejemplificadas en figuras como el obispo san Cromacio, san Jerónimo y su amigo san Rufino, así como en los beatos misioneros Tullio Maruzzo y Giovanni Schiavo. Vuestra tierra —dijo— tiene profundas raíces cristianas, e invitó a los seminaristas a custodiar y renovar esta herencia en el seguimiento del Señor.

Perseverancia y confianza: lecciones de Juan Pablo I y san Agustín

Para animar a los seminaristas a no desanimarse ante las dificultades del camino, el Papa evocó dos pasajes de gran profundidad espiritual. Primero, una imagen de Juan Pablo I, quien exhortaba al clero de Roma a entrenarse en el esfuerzo continuo, recordando que incluso los ángeles del sueño de Jacob subían un escalón por vez; ¡cuánto más nosotros, que somos pobres hombres sin alas!

Después, recordó un episodio clave de la conversión de san Agustín: la aparición de la virtud de la Continencia en su jardín, instándole a dejar de apoyarse en sí mismo y a abandonarse sin miedo en Dios: Lánzate tranquilo, Él te acogerá y te curará. El Papa subrayó que estas palabras no solo iluminan la vivencia del celibato, sino todo el proceso de discernimiento vocacional.

Protagonistas, pero no solistas

León XIV insistió en que los seminaristas son protagonistas de su propia formación, pero ¡protagonistas no significa solistas!. Les animó a vivir en comunión con sus compañeros y a confiar plenamente en sus formadores, sin reservas ni dobleces. A su vez, pidió a los formadores que acompañen a los jóvenes con afecto sincero y testimonio humilde, destacando también el papel del obispo como garante y apoyo de este proceso.

El secreto de la santidad: la amistad con Cristo

El Papa concluyó su intervención centrando la mirada en Cristo. Citando al converso anglicano Robert Hugh Benson, recordó que el Evangelio deja claro que Jesucristo desea ser nuestro amigo y que esta conciencia fue el secreto de los santos. En línea con la encíclica Dilexit nos de su predecesor Francisco, exhortó a los seminaristas a no tener vergüenza de reconocer esa amistad y a hablar con valentía de la alegría de haber encontrado a Cristo.

Tras rezar con ellos el Padrenuestro y dar su bendición, León XIV les despidió con palabras de ánimo: ¡Os acompañe siempre la Virgen, y también mi bendición. Gracias!


Discurso completo de León XIV a los seminaristas del Triveneto (traducción)

¡Buenos días, buenos días!

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡La paz sea con vosotros!

Queridos hermanos en el episcopado, queridos formadores y seminaristas de las diócesis del Triveneto:

Estoy contento de poder encontrarme con vosotros con ocasión de vuestra peregrinación jubilar. Creo que todos estuvisteis también ayer, así que esta es una segunda oportunidad. Vuestra tierra tiene profundas raíces cristianas, que nos remiten a la antigua Iglesia de Aquilea. En esta memoria espiritual de fe brilla el testimonio de muchos mártires y santos pastores. Recordamos al obispo Cromacio; recordamos a Jerónimo y a Rufino, ejemplares en el estudio y en la vida ascética; así como a los beatos Tullio Maruzzo y Giovanni Schiavo, misioneros que irradiaron el Evangelio entre distintos pueblos, lenguas y culturas.

Hoy nos toca a nosotros continuar esta apasionante obra. En particular, vosotros, seminaristas, estáis llamados a insertaros en esta rica historia de gracia, para custodiarla y renovarla en el seguimiento del Señor. No os desaniméis si a veces el camino que tenéis delante se hace duro. Como dijo al clero de Roma el beato Juan Pablo I, entrenaros en la disciplina de un «esfuerzo continuo, largo, no fácil. Incluso los ángeles que Jacob vio en sueños no volaban, sino que subían un escalón cada vez; ¡imaginaos nosotros, que somos pobres hombres sin alas!» (Discurso al clero romano, 7 de septiembre de 1978). Así hablaba un Pastor en el que brillaron las mejores virtudes de vuestra gente: en él tenéis un verdadero modelo de vida sacerdotal.

Quiero también recordar un momento de la conversión de san Agustín, tal como él mismo lo relata en sus Confesiones. Por una parte, deseaba decidirse por Cristo; por otra, lo retenían escrúpulos y tentaciones. Profundamente turbado, un día se retiró a reflexionar en el jardín de su casa, y allí se le apareció la virtud de la Continencia, que le dijo: «¿Por qué te sostienes – y no te sostienes – en ti mismo? Lánzate a Dios sin temor. Él no se apartará para que caigas. Lánzate tranquilo: Él te acogerá y te curará» (Conf. VIII, 27).

Como padre, os repito estas mismas palabras, que tanto bien hicieron al corazón inquieto de Agustín: no se refieren solo al celibato, que es un carisma que debe reconocerse, custodiarse y educarse, sino que pueden orientar todo vuestro camino de discernimiento y formación hacia el ministerio ordenado. En particular, estas palabras os invitan a tener una confianza sin límites en el Señor, el Señor que os ha llamado, renunciando a la pretensión de bastaros a vosotros mismos o de poder lograrlo solos. Y esto vale no solo para los años del Seminario, sino para toda la vida: en cada momento, y más aún en los de desolación o incluso de pecado, repetiros las palabras del salmista: «Me abandono a la fidelidad de Dios ahora y siempre» (Sal 51,10). La Palabra de Dios y los Sacramentos son fuentes perennes, de las que siempre podréis sacar savia nueva para la vida espiritual y también para el compromiso pastoral.

No os penséis, por tanto, solos, ni os penséis por cuenta propia. Sin duda —como afirma la Ratio fundamentalis— cada uno de vosotros «es protagonista de su propia formación y está llamado a un camino de crecimiento constante en los ámbitos humano, espiritual, intelectual y pastoral» (Congregación para el Clero, El don de la vocación presbiteral, 130); ¡pero ser protagonistas no significa ser solistas! Por eso os invito a cultivar siempre la comunión, en primer lugar con vuestros compañeros del Seminario. Tened plena confianza en vuestros formadores, sin reservas ni dobleces. Y vosotros, formadores, sed buenos compañeros de camino para los seminaristas que se os han confiado: ofrecedles el humilde testimonio de vuestra vida y de vuestra fe; acompañadlos con afecto sincero. Sabed que todos estáis sostenidos por la Iglesia, sobre todo en la persona del Obispo.

Por último, lo más importante: mantened fija la mirada en Jesús (cf. Hb 12,2), cultivando la relación de amistad con Él. A este respecto, así escribía el presbítero inglés Robert Hugh Benson (1871-1914) tras su conversión al catolicismo: «Si hay algo que no deja lugar a dudas en el Evangelio es precisamente esto: Jesucristo desea ser nuestro amigo. […] El secreto de los santos ha sido solo este: la conciencia de la amistad de Jesucristo» (La amistad de Cristo, Milán 2024, p. 17). Él pide, como escribía el Papa Francisco en la encíclica Dilexit nos, «que no te avergüences de reconocer tu amistad con el Señor. Te pide que tengas el valor de contar a los demás que es un bien para ti haberlo encontrado» (n. 211). Encontrar a Jesús, en efecto, salva nuestra vida y nos da la fuerza y la alegría de comunicar el Evangelio a todos.

Queridísimos, gracias por esta visita. ¡Buen camino! Que os acompañe siempre la Virgen, y también mi bendición. ¡Gracias!

[Rezo del Padre Nuestro]

[Bendición]

¡Feliz jornada! ¡Muchas gracias y buen camino de fe!

Ayuda a Infovaticana a seguir informando