Como era de esperar, ha tenido que ser el siempre valiente arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes, quien ha alzado su voz con firmeza y claridad en defensa del Valle de los Caídos, reivindicando su verdadero sentido como espacio de reconciliación, oración y memoria fraterna.
“No es el paisaje costumbrista de la novela de Richard Llewellyn en la zona minera del sur de Gales”, comienza el prelado, trazando una imagen poderosa del enclave. “En este valle nuestro hay una cruz enhiesta entre las colinas verdes de sus montañas”, escribe con lirismo, aludiendo a la emblemática cruz del monumento, la más alta del mundo con sus 152,5 metros, que “no es enseña de bandería, no responde a ninguna sigla política, ni es tutora de ideología alguna”.
Lejos de alimentar confrontaciones, monseñor Sanz recuerda que el Valle de los Caídos nació con un mensaje de redención, como lo subrayó San Juan XXIII al inaugurar la Basílica menor e instaurar en ella una comunidad benedictina. “Como aquella primera cruz cristiana con Jesús clavado en ella, esta tiene también su mensaje bondadoso de lo que supone dar la vida por los que abrazas en sus heridas, sus preguntas, sus contradicciones y pecados. Así hizo Cristo con cada uno de nosotros”.
Citando al Papa Roncalli, Sanz rememora que en aquel lugar “se eleva el signo de la Redención humana excavado en la inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre un amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España”, y donde “duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española”.
El arzobispo asturiano no rehúye la polémica al denunciar lo que califica como “el alarde de un calculado ataque a esa cruz tan visible y significativa”. Lamenta que, en nombre de un “impositivo laicismo”, se pretenda “erradicar nuestra historia, tergiversar nuestros símbolos y censurar nuestra presencia eclesial aspirando a enmudecer nuestra palabra cristiana”.
Con un discurso claro y sin ambigüedades, acusa: “Querer utilizar a los muertos para ganar batallas perdidas reabriendo las heridas que tanto nos costaron cerrar como hermanos, es algo que responde a una maldad irresponsable”. Y advierte que se trata de una estrategia ideológica que busca “imponer el resentimiento en el trasiego fraterno y sereno construyendo una historia de paz entre españoles”.
En un tono profético, Sanz Montes denuncia que estos ataques pueden ser “una cortina de humo más” para desviar la atención de “quebraderos de cabeza y judiciales en torno a la corrupción de gente muy cercana, prevaricaciones calculadas, malversación de fondos públicos” y otras graves preocupaciones institucionales.
En medio de este escenario de confrontación y tergiversación, el prelado franciscano pone en valor la oración constante de los monjes benedictinos en la Abadía: “La comunidad benedictina en ese lugar eleva su plegaria para pedir ese don que Dios sólo concede, como dice el salmista: ‘la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan’ (Sal 85). La Cruz nos lo recuerda, los monjes lo cantan”.
Con esta carta semanal, monseñor Jesús Sanz ha dado un paso al frente en la defensa de la memoria cristiana y del verdadero significado del Valle de los Caídos. En un tiempo de mudos consensos y silencios calculados, su palabra se erige, como la cruz del Valle, alta y visible, como signo de reconciliación y esperanza para una sociedad que no puede construirse sobre el olvido ni el resentimiento. Monseñor Jesús Sanz siempre al pie del cañón.