Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata recién nombrado prefecto para la Doctrina de la Fe, ha concedido en apenas una semana más entrevistas que su más insigne predecesor reciente, Joseph Ratzinger, en 24 años.
Es imposible dar abasto. En estas mismas páginas hemos abierto con declaraciones de Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández en los últimos días a un ritmo insólito, y aun así teníamos que dejar fuera la inmensa mayoría, porque el nuevo guardián de la ortodoxia católica ha venido haciendo declaraciones a pares por día, con una urgencia por hacerse oír absolutamente insólita.
En sus entrevistas, Fernández se centra en justificarse frente a sus críticos o los críticos, al menos, de su nombramiento. El propio Fernández ha declarado en otras ocasiones que, a medida que Francisco vea acercarse el fin inevitable, acelerará lo que él mismo llama la ‘apertura de procesos’, y para muchos el nombramiento del prelado argentino es uno de los acelerones más evidentes de este fenómeno.
Fernández quiere convencer al pueblo de Dios que su amistad personal con Francisco es solo tangencial a su nombramiento, en un puesto tan sensible, y desempolva méritos y currículum de una carrera eclesial, en cualquier caso, evidentemente acelerada.
No sabemos, no podemos saber aún, si esta estrategia logorraica logrará tranquilizar al fiel o conseguirá el efecto contrario, por aquello de la ‘exscusatio non petita’. En cualquier caso, lo vemos como un brusco abandono de esa parca discreción a la que nos tenía acostumbrados en el pasado la Curia vaticana.