Católico ignorante, futuro protestante

Católico ignorante, futuro protestante

DIARIO DE UNA FILOTEA

13 mayo 2023

“Católico ignorante, futuro protestante”, se decía. De manera más elegante, el decreto Perfectae caritatis del Concilio Vaticano II advirtió de que la supervivencia de los institutos de vida religiosa dependía de la formación de sus miembros.

Podemos extender la segunda afirmación a todos los bautizados porque, al fin y al cabo, lo que se desprende de ambas sentencias es la necesidad de formación de los católicos para una vida plena, consciente y profunda de la fe. Si tenemos en cuenta además que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede, es necesario poner la máxima voluntad y pedir la gracia para que, en medio del ajetreo de nuestra vida cotidiana, podamos disponer de tiempo de calidad para estar con el Señor, ya sea en silencio, rumiando su Palabra, rezando el Rosario con María, rezando el Oficio Divino, asistiendo a la celebración de la Eucaristía y leyendo, para formarnos en la sana doctrina. Porque, sin Él, no podemos hacer nada (Jn 15, 5).

Naturalmente, al párrafo anterior surgen múltiples objeciones sobre el tiempo dedicado diariamente a los quehaceres y responsabilidades laborales y familiares. Pero es que, paradójicamente, ocurre también en el monasterio que hay tantas actividades de plegaria y devoción diarias que a duras penas es posible concentrarse en ellas en profunda oración. Estuve año y medio en un monasterio de una antigua orden contemplativa con un carisma maravilloso que a duras penas era ya reconocible, en una comunidad envejecida y con algunas vocaciones “trasplantadas” de la India. Cuarenta y cinco minutos diarios para la lectio divina, otros tantos para la oración personal, rosario, Misa y todas las Horas del Oficio divino; además de la atención a los huéspedes en una hospedería monástica con 24 dormitorios y salas para grupos, en Barcelona. Las pocas hermanas que tenían condiciones de salud y capacidad de comunicación con los visitantes cargaban con una ingente tarea, y la oración, cuando podían. De la formación, tanto inicial como continua, mejor ni hablamos. 

Después de aquella experiencia, ha sido un largo camino aquí en este santuario rural y solitario encontrar un ritmo de trabajo, estudio y oración acorde a las necesidades de personas que consagran muy conscientemente su vida a que Dios sea lo primero y el centro de las mismas, en lo que vivimos como una respuesta a la vocación recibida.

Teniendo esto en cuenta, no está de más decir que este diario no pretende hacer afirmaciones categóricas, sino solamente hablar desde mi experiencia personal. Me encantan institutos como las agustinas de la Conversión, las Siervas del Hogar de la Madre y el IVE. Son manifestaciones del Espíritu Santo para nuestros tiempos y están llenos de la fuerza fundacional y de vida. En todos ellos, es indiscutible la oración, la formación y el apostolado. Pero nuestra situación es bien diferente. Pobre, no sólo materialmente, y escondida, pero, a mi juicio, llena de Dios, muy al estilo de Oseas: “pero yo voy a seducirla. La llevaré al desierto y le hablaré al corazón (Os 2, 14-20)”. De mí, y también de Su gracia, depende “amarle como cuando era joven”, como continúa diciendo el profeta.  

Imagino entonces, si para nosotras en esta pequeña comunidad en que no dedicamos más de 4 horas diarias al trabajo manual para tener claro que la relación con Dios en la oración es lo primero y que la formación en la fe es imprescindible, las objeciones que pueden hacerse a un estilo de vida con esta exigencia de horas de oración y formación en medio del mundo, y más para padres de familia, además de unas jornadas laborales de 8 horas y tiempo considerable de desplazamiento del trabajo a casa, de dejar y recoger a los niños de la escuela y sus actividades extra-escolares, etc. Es encomiable cómo tantas personas consiguen, en una batalla sin cuartel, incorporar a su ritmo diario la oración, ya sea solos o en familia: la primera oración de la mañana, bendición de la mesa, rezar el rosario de camino a los estudios o el trabajo, asistir a Misa si vives en una gran ciudad y puedes elegir un templo y hora conveniente, leer libros que forman el alma y examen de conciencia antes de dormir. Es cierto. Y es encomiable, sí. Pero para quien no lo vea posible por su exigencia, aquí, como en todo, aunque parezca en principio imposible o impensable, pienso que se trata de una cuestión de establecer nuestras prioridades vitales.

Creo que éste es un tema que puede dar más. Al menos, gustosamente seguiría hablando de ello… Así que, queridos lectores, les agradecería que invirtieran unos minutitos en dejar en los comentarios su parecer al respecto: ¿seguimos con este tema el próximo día o reflexionamos sobre otros aspectos de la vida en un santuario mariano de la Cataluña rural? 

Filotea

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