El 6 de julio de 2022, Monseñor Gabriele Giordano Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, entregó al Secretario General de las Naciones Unidas el documento por el que la Santa Sede, en nombre y representación del Estado de la Ciudad del Vaticano, se adhiere a la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático.
Así lo anuncia un comunicado de la Oficina de Prensa Vaticana, publicado este viernes 8 de julio, precisando que tan pronto como sea posible, de acuerdo con los requisitos legales del Acuerdo de París, la Santa Sede, en nombre y representación del Estado de la Ciudad del Vaticano, tiene también la intención de entregar el documento de adhesión a este último.
Naturalmente, es solo un gesto. El Vaticano es un país diminuto dentro de una ciudad que pertenece a otro país, y su actividad industrial es nula. Aunque se decidiese convertir todo el recinto en un espacio salvaje, sin un solo ser humano que estropease el conjunto, su contribución al total mundial de emisiones es aproximadamente cero; su contribución al clima, en un sentido o en otro, es infinitesimal.
Pero, como gesto, importa. Es una declaración de intenciones, es un compromiso con uno de los dogmas más sagrados de la modernidad, el Cambio Climático. Y, después de todo, el Acuerdo de París entero no es mucho más que eso, porque los principales contaminantes del planeta no son ninguno de los países comprometidos a reducir sus emisiones (es decir, a empobrecerse deliberadamente), sino China, India y otros países ajenos a Occidente que siguen quemando combustibles fósiles como si no hubiera mañana.
El problema surge de que, aunque el Vaticano no es, evidentemente, la Iglesia, no deja de comprometer su imagen en esta apuesta. El Cambio Climático y todos sus dogmas derivados (que es evitable con un recorte radical de la actividad industrial, que sería una catástrofe para el planeta) son, nos dicen, el ‘consenso científico’. Estamos enterados. Es el consenso científico como, hasta Galileo, el modelo ptolomaico era el consenso científico