En una apacible tarde de sábado, la sección madrileña de la Comunidad de Lanceros se dio cita en el entorno de la Catedral de Santa María La Real de la Almudena para asistir a la clausura del Sínodo diocesano.
Los organismos de prensa y propaganda de la diócesis hablaban de 11.000 participantes en el Sínodo madrileño. Todo el mundo esperaba que se colapsaran los accesos a la Catedral, tanto por la Plaza de Oriente como por la calle Mayor. Nada de nada. los que impedía el tránsito eran los turistas que paseaban por un Madrid que no deja de dar sorpresas.
Delante de la Almudena, en la plaza de la Armería, sillas blancas vacías, muchas sillas blancas vacías. Algún Heraldo del Evangelio al que pudimos saludar solemnemente, como se merecen. Los turistas aprovechaban la oportunidad para descansar en las sillas. Miraba perplejos lo que allí pasaba, espectáculo gratis. Las escaleras de la entrada solemne de la Catedral convertidas en un plató de televisión y en un altar improvisado para una misa espectáculo.
Llegó la hora de inicio del acto, más de la mitad de las blancas sillas seguían vacías. Una desolación. Un miembro de la Comunidad de Lanceros comentó que habían tocado a rebato a las monjas y eso se notaba, unas con hábitos y otras sin hábitos, da igual, se las reconoce de la misma manera.
Antes de la misa un chorizo de intervenciones auto-referenciales, en salida, acompañadas de una música de escaso gusto que repetía machaconamente “Celebra la vida, Celebra la vida”. Lo más parecido a la campaña electoral de un partido político. El famoso cura de los musicales provocativos, Toño Casado, dirigiendo el cotarro.
Intervención estelar del responsable del Sínodo en Madrid, Antonio Ávila, con lenguaje y tono de teólogo progresista de los setenta. Conversaciones en el escenario que parecían tertulias de café en las que lo más destacado era quién decía la ocurrencia más grande. Lugares comunes sacados de una web de Internet. Mucha integración de divorciados, personas LGTBI, faltaría más acompañamiento a las víctimas de la pederastia. Ya se sabe, los principales problemas de la Iglesia.
Un miembro joven de la Comunidad de Lanceros, que escrutaba las redes sociales para ver qué se decía. Advirtió que las fotos que se estaban colgando eran imágenes de cerca, nada de panorámicas, excepto la que guardamos, que ofrecemos, y que después ya no encontramos.
Llegó la misa. Al final de la procesión los obispos auxiliares José Cobo y Jesús Vidal acompañaban a un cardenal Osoro que debió pasar la noche sin dormir. ¿Dónde estaba monseñor Martínez Camino?, fue la gran pregunta.
Comenzaba la misa y más de la mitad de la plaza seguía vacía. La imagen de las sillas vacías eran la evidencia de un fracaso. ¿El fracaso del Sínodo en Madrid? ¿El fracaso de Osoro?
En la procesión de los sacerdotes hacia el altar, una mínima representación de clero, mucho cura del arzobispado, pocos canónigos de La Almudena y mucha alba sobre camisa, con menos clerymans algo infrecuente en Madrid. Alguien dijo que se suponía que a esa hora los curas madrileños estaban diciendo las misas vespertinas de domingo. Al pasar entre las sillas vacías, muchos agachaban la cabeza.
Visto lo visto, la Comunidad de Lanceros decidió aprovechar el tiempo porque la mayoría de los miembros había ido ya a misa. La tarde estaba para sentarse en una terraza, tomarse unas cervezas y comentar en qué se ha convertido la diócesis de Madrid. El fracaso al que Osoro ha llevado a la diócesis de Madrid clama al cielo.