Tipos del Vaticano que se niegan a ser honrados y transparentes (III)

Tipos del Vaticano que se niegan a ser honrados y transparentes (III)


Lo que debería haber sido una reorganización razonablemente sincera, se ha convertido en una lucha prolongada. No tenía que ser así.

Es justo decir que la supresión-y-reorganización del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia como Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para Ciencias del Matrimonio y la Familia ha recibido más atención de los medios de comunicación y escrutinio de la prensa de lo que los autores de este caso esperaban, y mucho menos favorable de lo que ellos seguramente deseaban.
En parte es culpa suya.
Lo que tal vez sea más humillante sobre todo este asunto es la severidad con la que los responsables han llevado a cabo el trabajo de reorganización del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia en Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para Ciencias del Matrimonio y la Familia. Había modos mejores, más inteligentes y menos caóticos de hacer lo que han hecho.
Las partes I y II de este ensayo han abordado con cierto detalle los hechos relacionados con el Instituto, prestando especial atención a las vicisitudes de dos profesores altamente considerados y que desde hace tiempo prestan su labor en el Instituto: mons. Livio Melina y el padre José Noriega DCJM, cuya presencia ha sido parte integrante durante muchos años del antiguo Instituto, y por quienes sienten un gran afecto los estudiantes y los otros docentes. Melina también ha sido presidente de la sede principal del Instituto en Roma, desde 2006 a la supresión del antiguo Instituto en 2017.
En el nuevo Instituto, los profesores se encontraron sin sus cargos anteriores -los arquitectos del nuevo los eliminaron-; de hecho, los profesores se encontraron con que ya no tenían una posición estable en el mismo. Según las autoridades responsables, era estrictamente una cuestión de negocios: los profesores no han sido despedidos -lo cual es técnicamente verdad-, sino que sus cargos han sido eliminados (y Noriega, que seguirá siendo Superior de su congregación religiosa durante otros cuatro meses, tiene el impedimento legal -han declarado- de obtener una plaza de profesor estable, aunque ha mantenido ambos cargos durante varios años sin problema alguno).
El arzobispo Vincenzo Paglia -el Gran Canciller del nuevo Instituto JPII y, bajo Francisco, el mayor responsable de la reorganización- podría haber creado dos cátedras distintas en teología moral fundamental y especial para mons. Melina y el padre Noriega, con derecho a dirigir algunos seminarios de doctorado y algunas disertaciones.
Los profesores Melina y Noriega podrían haber aceptado una oferta como esta. O podrían haberla rechazado.
Si la aceptaban, se habrían retirado de su papel de liderazgo en la administración permitiendo el ascenso de fuerzas que les hubieran cortado las alas; pero hubieran podido seguir investigando y formando la mente de sus estudiantes, aunque no habrían podido dar forma al instituto como antes. A veces, las cosas pasan. Si la rechazaban, Melina y Noriega habrían cedido el terreno totalmente.
De cualquiera de las manera, el arzobispo Paglia habría logrado su toma de poder, y o bien habría preservado una apariencia de continuidad, o habría asegurado un terreno en el que construir un caso para reclamar un acuerdo razonable en buena fe, en caso de que hubiera llegado a ello.
En cambio, los nuevos poderes han llevado a cabo una purga torpe, y encima lo han negado rotundamente. Cuando se les ha pedido explicaciones, han ofrecido todo tipo de justificaciones, inaceptables todas ellas. Prometieron que estarían disponibles para responder a las preguntas que se les plantearan, pero luego dijeron que no estaban preparados para responderlas. Esto no ha detenido el flujo de críticas de los medios de comunicación y las exclusivas por parte de los que se autodenominan defensores del papa Francisco.
Aunque todo el asunto ha sido llevado mal, el real impulsor de esta historia-que-nunca-debería-haber-sido-una-historia es, en gran parte, la negativa por parte de los tipos del Vaticano que tenían que llevar a cabo todo este asunto en reconocer con franqueza que estaban haciendo lo que en realidad estaban haciendo. Si lo hubieran reconocido, se habrían enfrentado a un par de días malos en la prensa, que les habría preguntado sobre la naturaleza de los cambios y la necesidad de dichos cambios, y tal vez unos cuantos editoriales que podrían haber sido desestimados rápidamente.
El barco ha zarpado. Lo que debería haber sido una reorganización razonablemente sincera, se ha convertido en una lucha prolongada. No tenía que ser así.

Publicado por Christopher R. Altieri en The Catholic World Report.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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