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Treinta y cinco escolares de Tarragona participan en una jornada diocesana. Pues como para que el arzobispo Pujol se sienta encantado. Eso, señor arzobispo, es una mierda, con perdón. Y no por los asistentes, que bastante mérito tienen. Este verano recibieron la primera comunión dos de mis nietas. Once de mis nietos, el total de los mismos, asistieron. Y comulgaron nueve. En total la tercera parte de los de la archidiócesis de Tarragona. Y los que no comulgaron es que tenían cuatro y dos años. Naturalmente nadie, ni siquiera yo, se hizo eco de la noticia por muy eclesial que fuera. Y era sólo una tercera parte de los que acudieron en Tarragona. Me parece una vergüenza tarraconense. De convocatoria. Si hubiera allí un concurso de inútiles se llevaban sin duda el primer premio. Don Jaime Pujol, debería espabilar algo. Eso es un fracaso monumental. Para tenerlo calladito. Y a quien, o quienes, lo divulguen les debería cesar inmediatamente. Por bobos con balcones a la calle. Porque es de cretinos divulgar nuestras, sus, absolutas incompetencias. Y cuando digo sus, me refiero más a los suyos que a usted. Aunque tampoco usted salga bien parado ante la inmensa multitud de treinta y cinco. La Iglesia catalana es un erial, todos lo sabemos ya. Pero que ustedes, porque la página en cuestión es muy de ustedes, se dediquen a ponerlo de manifiesto y sin el menor propósito de la enmienda me parece penoso. Parece, por lo que se lee, que ya no es usted candidato para Barcelona. Aunque ya todo es posible hoy. Pero, por lo que a la vista está, no parece ser Su Ilustrísima solución de nada. Aunque tampoco sea de lo peor. Apenas un coadyuvante menos acelerado en la descristianización de Cataluña. El Opus Dei tiene muchas cosas buenas. Usted no es una de ellas. Aunque tampoco sea de las peores.