
Y para prevenir comentarios añadiré, porque es verdad, que ese inmenso daño lo ha hecho en compañía de otro. Del que le nombró y que además avaló con su firma la inmundicia de la Fiducia. Después de haber avalado, hacía solo dos años, también con su firma, todo lo contrario.
La Iglesia era la garante, con secular fidelidad, de la Palabra de Dios. Y esa permanente coherencia la aureolaba de un prestigio que atraía a no pocos separados que comprobaban en ella esa característica que parecía inserta en su misma esencia. Ahora ya no. La Palabre de Dios puede ser distinta de la palabra del papa. Pues con muchas minúsculas este último.
El Trucho, con erre, la escaralló. Y con él a Francisco. El cantamañanas no se merece finuras de lenguaje. Escarallar. De ¡Viva la libertad carajo! Han arrasado con todo pues para que nos pregunten si no somos elegantes. ¿La suya? Pues me gusta la fruta.
A Francisco le han replicado cardenales, obispos y conferencias episcopales, multitud de sacerdotes y de laicos, en referéndum masivo que hunde, por lo menos, al Trucho. Y el por lo menos es retórico, Francisco se ha cargado la papolatria ultramontana universal, yo también fui papólatra, para quedarse en la nada. ¿Qué es Francisco si deja de ser depositario de la palabra de Dios? ¿A quien le importa, en ese caso, la palabra de Francisco? Mediocre donde los haya?
Pues a eso nos ha llevado el Trucho
Más bien en compañía de otro que solo.
Hay que echar al Trucho.