
No hay nada que le salga bien. Ahora, a menos de tres meses de que concluya la absurda prórroga que le concedió Francisco, se la ahorca uno de sus sacerdotes favoritos. De los escasísimos favoritos con los que contaba en la diócesis. La noticia es espantosa, en cualquiera y más en un sacerdote, y parece un tremendo final de una carrera episcopal en la que no hay nada bueno. Esperemos que el nuncio informe a Roma se la absoluta nulidad de su patrocinado, al que hasta se le suicidan sus sacerdotes. Ni sus amigos le aguantan.
Encomendemos a Dios el alma de ese pobre sacerdote para que, en sus inescrutables caminos haya tenido misericordia de él. Y para que tambiéllamada Taltavull, por el camino que que Él elija, nos abre cuanto antes de esa calamidad episcopal llamada Taltavull.