El Vaticano ratifica el camino del sinodalismo

Hombre mayor con expresión escéptica junto al texto “Che cos’è la sinodalità?”, en referencia al debate sobre el camino sinodal del Vaticano.

Con un extenso documento, la Secretaría General del Sínodo ha presentado este lunes 7 de julio las Pistas para la fase de implementación del Sínodo, una guía para continuar el proceso iniciado en 2021 y que culminará, si se cumplen los plazos, en una nueva Asamblea Eclesial en octubre de 2028. El texto ha sido aprobado por el nuevo Papa León XIV, quien anima a seguir construyendo

«una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a acoger (…) a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, nuestro diálogo y nuestro amor».

Omisiones clamorosas

Llama la atención que en todo el documento no hay una sola línea sobre la crisis vocacional que asola buena parte de Europa y América. Ni una mención al derrumbe de la práctica sacramental, al abandono del sacramento de la confesión o al crecimiento de la confusión y la indiferencia doctrinal. Tampoco aparece la palabra «liturgia», pese a que la lex orandi —la forma en que la Iglesia reza— está en muchos lugares degradada hasta el absurdo.

La Eucaristía, centro de la vida cristiana, queda diluida en una nebulosa de expresiones genéricas como «cultura del encuentro» o «comunión misionera». En su lugar, se repite hasta la saciedad el término sinodalidad —más de 200 veces—, presentado como una suerte de panacea eclesial. Según el documento, «la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia» y «el camino sinodal es, de hecho, poner en práctica lo que el Concilio enseñó».

Un calendario, pero sin propósito claro

El documento traza una planificación minuciosa: entre junio de 2025 y diciembre de 2026, implementación en diócesis; en 2027, asambleas de evaluación a nivel nacional y continental; y en 2028, una gran Asamblea Eclesial en Roma.

«Cada Iglesia local podrá practicar la sinodalidad en su pastoral ordinaria», se afirma.

Se anima a los obispos a «promover dinámicas de discernimiento», a los equipos sinodales a «experimentar nuevas formas de escucha» y a las conferencias episcopales a «ofrecer momentos de reflexión compartida».

Pero, ¿para qué? El documento se cuida de entrar en temas sustantivos, y mucho menos de enfrentar los escándalos que empañan la credibilidad eclesial. Ni una palabra sobre el modo opaco y sin garantías jurídicas en que todavía se gestionan los casos de abusos. Se habla de «transparencia», pero solo como «cultura» o «valor», nunca como exigencia concreta.

Silencio ante la persecución real

Mientras se invocan nuevas «estructuras participativas» para «intercambiar dones» y «escuchar al Pueblo de Dios en toda su diversidad», no hay una sola referencia a la sangre derramada por mártires cristianos en Nigeria, Siria o la India.

En su lugar, se prioriza la «inclusión de los que han permanecido al margen», animando a las Iglesias locales a encontrar «herramientas de escucha adecuadas» en universidades, prisiones, redes digitales y «otros entornos periféricos».

La gran ausencia: Cristo

Llama poderosamente la atención que, en un texto supuestamente pastoral, el nombre de Jesucristo aparezca solo en fórmulas retóricas. No hay una llamada clara al arrepentimiento, ni a la santidad, ni a la fidelidad al Evangelio.

Se dice, sí, que «el Espíritu sigue inspirando a su Pueblo una unidad que es armonía en las diferencias», pero el centro de la fe parece sustituido por una fe en el proceso mismo.

La Secretaría del Sínodo afirma que este es un «camino espiritual» y que «no basta con estructuras y normas», pero termina proponiendo, precisamente, más estructuras y más normas: nuevos equipos, nuevos órganos de participación, nuevas fases, nuevas herramientas digitales. Se planifican incluso celebraciones como el «Jubileo de los Equipos Sinodales» (24-26 de octubre de 2025).

Conclusión

Estamos ante otro documento que elude los problemas graves y concretos que afectan a la Iglesia universal. No se habla del colapso doctrinal de muchas catequesis, del avance de la ideología agendista en ámbitos eclesiales, ni de la inmensa presencia de clérigos homosexuales con atracción hacia menores —una realidad que sigue siendo tabú. Se prefiere celebrar la diversidad, la escucha y la creatividad misionera en un tono indefinido e infantil.

Con la publicación de este documento en el boletín oficial de 7 de julio, el Vaticano ha optado por dar continuidad a un camino que parece no tener destino. Se nos invita a caminar juntos, pero no se dice hacia dónde. Porque sin la cruz de Cristo en el horizonte, el sinodalismo corre el riesgo de convertirse en lo que ya venía siendo, una peregrinación circular: mucha reunión, mucho proceso, y ninguna salvación.