En el marco de los ritos fúnebres por el Papa Francisco, el cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Santa Iglesia Romana, sorprendió al utilizar vestiduras litúrgicas que no se veían desde el pontificado de Benedicto XVI. Se trata de ornamentos tradicionales, de brocado rojo con detalles dorados, característicos de una estética más solemne y clásica.
El gesto no ha pasado desapercibido. En plena sede vacante, cuando cada signo es observado con atención, la recuperación de estas vestiduras ha sido interpretada por algunos como una señal de mayor apertura a formas litúrgicas más reverentes, propias de una sensibilidad en auge en la Iglesia.
No es la primera vez que, en momentos de transición, el lenguaje visual y ceremonial anticipa líneas de continuidad o cambio. La liturgia, también en sus detalles, sigue siendo uno de los espacios donde la Iglesia expresa su identidad más profunda.
Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y nombrado camarlengo por el propio Papa Francisco en 2019, ha sido considerado hasta ahora una figura plenamente alineada con el anterior pontificado. Que sea él quien reintroduce este tipo de signos podría apuntar a una evolución más amplia en el horizonte eclesial. Un signo más del posible reequilibrio litúrgico en el próximo cónclave.