1. Tú siempre serás el centro y núcleo de todo, con gran profusión de redes sociales y publicaciones diarias con fotografías tuyas, ya que no hay nadie tan guapo como tú.
2. Multiplicarás las reuniones, consejos y cualquier tipo de grupo; para que todos puedan experimentar lo maravilloso que eres y cumplir tu exigente voluntad.
3. Recuerda que, por encima del mismo Jesucristo, la pastoral consiste en contactar con todos los movimientos y grupos en boga. Así, podrás estar en el candelero y conocer a las élites católicas que te salven de la realidad parroquial.
4. Ten gran devoción al Santo Padre y al Obispo. Envíale publicaciones y wasaps sin parar, fomenta tu presencia en los actos diocesanos porque para existir deben ser visto.
5. Olvida la humildad de la presencia encarnada de Jesucristo, el silencio de la vida doméstica no vale para nada. Confía en los grandes eventos, con palabras novedosas, y proclama que cada año la renovación pastoral es el verdadero objetivo.
6. Relega, en la medida que no te acarren graves denuncias, la Liturgia. Es contraria a tus intereses, porque prima a Jesucristo por encima de todo. Adáptala al culto a tu propia personalidad, para que todos experimenten tu simpatía y hermosura.
7. El verdadero liderazgo reside en tu persona, no en tu condición sacerdotal. Disimula o mitiga la ropa clerical, viste prendas llamativas y propicia pequeños escándalos. Así serás más apreciado y campechano.
8. Silencia en tu boca las palabras bíblicas y las devociones tradicionales, son cosas de Dios y tenderán a obviar tu persona. Llénala de palabrerías nuevas que, además, cómo nadie sabe qué significan, te permitirá vivir cómo quieras.
9. No te encariñes con las personas que acuden diariamente al templo o desempeñan funciones humildes, estarán igualmente con tus sucesores y solo te aceptan por tu condición sacerdotal. Busca personas interesantes de fuera, pregona tu amistad con ellas y haz lo que sea por publicitar lo amigo que eres de la gente maja.
10. Jesucristo es una hipótesis y poco se puede decir de la teología, aparca la preocupación por las almas y subraya la simpatía. En cualquier momento y ocasión, a tiempo y a destiempo, insiste en los gestos y en tu simpatía natural. No hay otro cielo.