Uno de los tics más irritantes de la actual cúpula eclesial es la recurrente invención de la pólvora, ese hábito incesante de presentar como nuevo lo que se ha vivido desde el principio.
Se diría que solo ahora se bendice a los pecadores, que solo ahora se escucha, que acabamos de descubrir la misericordia de Dios, que solo ahora, en fin, nos están revelando el verdadero Evangelio tras dos mil años de oscuridad.
Es así que, por lo visto y oído, recién en el bienaventurado pontificado de Francisco se ha tenido la magnífica idea de que la Iglesia salga de los templos, donde lleva dos milenios enclaustrada que ni sé cómo ha logrado conquistar medio mundo desde las sacristías.
Se celebra en Roma el congreso internacional sobre la formación sacerdotal organizado por el Dicasterio para el Clero. El, miércoles 7 de febrero de 2024, se dedicó espacio a algunas intervenciones sobre la formación integral y la dimensión humana, afectiva, espiritual, intelectual y pastoral.
La primera intervención de la mañana es la del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Cultura, al que acompañó en un estudio, percibe “una mano curiosa” -lo ha definido- si se concentra en el “cuerpo de Cristo meridional, el cuerpo físico de Cristo”.
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