En una mañana luminosa de verano, el Papa León XIV presidió este domingo 13 de julio la Eucaristía en la parroquia pontificia de San Tommaso da Villanova, en el corazón de Castel Gandolfo, localidad que tradicionalmente ha acogido el descanso veraniego de los pontífices. Acompañado por autoridades locales, turistas y miembros del clero de la diócesis de Albano, el Santo Padre centró su homilía en el mensaje evangélico del Buen Samaritano, instando a los cristianos a encarnar una compasión activa y concreta frente al sufrimiento del prójimo.
El Pontífice subrayó que el verdadero amor cristiano no se manifiesta en teorías ni en ritualismos vacíos, sino en la capacidad de «ver sin pasar de largo», de detener el paso y dejarse interpelar por el dolor ajeno. “Hoy, como entonces, el mundo necesita una revolución del amor”, afirmó León XIV desde el ambón, aludiendo a la necesidad de una fe encarnada que se haga prójimo del herido, del caído, del invisible.
La celebración, correspondiente al XV Domingo del Tiempo Ordinario, se desarrolló con sobriedad en el interior de la iglesia barroca diseñada por Gian Lorenzo Bernini. El Papa no optó por utilizar el Canon Romano, sino por una plegaria eucarística más breve y en idioma italiano.
Entre los concelebrantes estuvieron presentes el cardenal Michael Czerny, el obispo de Albano y el párroco local, el salesiano Tadeusz Rozmus, quien había acompañado al Papa en otras actividades desde su llegada a Castel Gandolfo el pasado 6 de julio. La iglesia, colmada de fieles, reflejaba el vivo afecto de la comunidad por el Obispo de Roma, cuya estancia en la residencia papal de Villa Barberini se extenderá hasta el 20 de julio.
El Pontífice ha recuperado así una antigua tradición papal interrumpida por Francisco: pasar parte del verano en Castel Gandolfo, celebrando la Eucaristía en su parroquia y manteniendo un ritmo más contemplativo. Esta misa se enmarca dentro de una programación estival que incluyó el pasado 9 de julio una celebración por la custodia de la creación, y que culminará con el rezo del Ángelus en la plaza de la Libertad.
Con su mensaje dominical, León XIV ha querido recordar que la fe no es un refugio espiritual alejado del mundo, sino una fuerza viva que nos lanza hacia los demás. La revolución del amor que propone no se impone con poder ni con discursos, sino con gestos pequeños y concretos, con corazones que se dejan afectar. “La misericordia —dijo— no es una idea: es un camino que se recorre con los pies y con las manos”.
La misa concluyó con un inapropiado aplauso de los asistentes, interrumpido por la Salve Regina. León XIV saludó a varios fieles a la salida y se detuvo brevemente a conversar con algunos jóvenes voluntarios de la parroquia.
