A continuación traducimos al español el texto que el cardenal Raymond Leo Burke ha publicado con motivo de su Jubileo de Oro sacerdotal, y que ha sido difundido por National Catholic Reporter. En él, el cardenal reflexiona sobre la gracia de su ordenación, el momento crítico que vive la Iglesia y su renovada consagración a la Virgen de Guadalupe, culminada con una oración especial por el nuevo pontífice, el Papa León XIV.
Cuando, el 29 de junio de 1975, recibí la gracia de la ordenación al Santo Sacerdocio mediante la imposición de manos y la oración de consagración del Sumo Pontífice, Su Santidad el Papa San Pablo VI, fui profundamente consciente del don sublime y del solemne deber correspondiente —la marca indeleble en mi alma— que se me confiaba: actuar en la misma Persona de Cristo, el Eterno Sumo Sacerdote, Cabeza y Pastor de la Iglesia, en todo momento y en todo lugar. La reverencia y la devoción paternal con la que el Romano Pontífice ordenó a los 359 diáconos reunidos aquel día permanecen impresas de forma indeleble en mi alma. Con cada año que pasa, se profundiza mi gratitud al Señor por la gracia inefable de la vocación y la misión sacerdotal que me fue conferida mediante la ordenación por el Vicario de Cristo en la tierra.
Al dar gloria a Dios por la gracia inefable de la vocación, ordenación y misión sacerdotal, soy también consciente de la gravedad del momento que atraviesa hoy la Iglesia. En tiempos como estos, es más necesario que nunca volvernos con confianza filial hacia la Madre de Dios, la Virgen de Guadalupe, quien nos conduce, sin fallo, al Corazón Todo Misericordioso de su Divino Hijo. Tal como lo hizo en Tepeyac en 1531, así también ahora Nuestra Señora nos saca del tumulto del mundo y nos lleva a la verdad, al amor y a la paz que sólo su Hijo puede conceder.
Movido por esta convicción, discerní el año pasado la gran necesidad de consagrarnos nuevamente a Nuestra Señora de Guadalupe. Con la ayuda del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en La Crosse, Wisconsin, tuve el privilegio de dirigir una novena de nueve meses como preparación para un Acto Solemne de Consagración a Nuestra Señora de Guadalupe en su fiesta, el 12 de diciembre de 2024. Me sentí profundamente edificado y animado por la respuesta de tantos fieles que se unieron a esta ferviente oración por la conversión de nuestros corazones, de la Iglesia y del mundo. Cerca de 190.000 almas, rezando en al menos 13 idiomas, se registraron oficialmente para unirse en esta súplica diaria. El día del Acto Solemne de Consagración, a pesar de las severas condiciones invernales en el santuario de La Crosse, numerosos peregrinos se congregaron para dedicarse a Nuestra Señora bajo su manto maternal. Miles más se unieron al acto solemne a través de los medios de comunicación. Permanece como mi ferviente oración que muchos más se encomienden a ella, con la confianza de que continúa hablándonos como habló a San Juan Diego: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?” (Nican Mopohua, núm. 119).
En este momento de gracia, también agradezco las bendiciones que Nuestra Señora ha obtenido para la Iglesia mediante la elección de nuestro nuevo Santo Padre, el Papa León XIV. Confiando en su intercesión maternal, tengo la certeza de que guiará al Santo Padre en el ejercicio de su misión como Vicario de Cristo en la tierra y pastor de la Iglesia universal.
Ante los graves desafíos que afrontan la Iglesia y el mundo, debemos invocar con fervor la intercesión de Nuestra Señora por el Santo Padre. Con esta intención, he compuesto una oración en la que encomiendo al Papa León XIV a Nuestra Señora de Guadalupe. Espero que esta oración sea recitada ampliamente entre los fieles. Para ello, está disponible en 13 idiomas, tanto en formato escrito como —para ciertos idiomas— en formato de audio, además de como estampa de oración que puede solicitarse en el sitio web del santuario: GuadalupeShrine.org/LeoXIV.
Al prepararme para celebrar el Jubileo de Oro de mi ordenación al Santo Sacerdocio durante este mes de junio, les pido que se unan a mí en la oración ferviente por el Santo Padre, para que se le concedan todas las gracias necesarias para guiar a la Iglesia con fidelidad y valentía en estos tiempos tan difíciles. Que sea fortalecido para ordenar a muchos sacerdotes santos que, a su vez, conduzcan a los fieles a una unión más profunda con el Sagrado Corazón de Jesús, a través del Corazón maternal de Nuestra Señora de Guadalupe.
