El Papa León XIV dedica su catequesis a la esperanza en Jesús con las curaciones de la mujer hemorroísa y la hija de Jairo
En la audiencia general celebrada hoy en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV continuó con el ciclo de catequesis titulado «Jesucristo nuestra esperanza», centrando su meditación en las curaciones realizadas por Jesús a la mujer hemorroísa y a la hija de Jairo, bajo el lema evangélico:
«No temas, basta que tengas fe» (Mc 5,36)
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Durante su discurso, el Pontífice destacó la realidad actual en la que muchos experimentan «la fatiga de vivir», sintiéndose abrumados ante una realidad «compleja y difícil». Invitó a afrontar estas dificultades junto a Jesús, subrayando la necesidad de superar el juicio de quienes pretenden imponer etiquetas limitantes.
Comentando el evangelio de Marcos (5,21-43), el Santo Padre resaltó la figura del padre de la niña enferma, jefe de la sinagoga, quien humildemente busca la ayuda de Jesús, mostrando paciencia y fe incluso ante la noticia de la muerte aparente de su hija. Del mismo modo, elogió la valentía de la mujer hemorroísa, quien superó el aislamiento impuesto por la sociedad para acercarse y tocar el manto de Jesús, encontrando así su curación.
Citando a San Agustín, el Papa recordó: «La multitud me aprieta, pero la fe me toca», subrayando que la verdadera conexión con Jesús se establece mediante actos genuinos de fe. En este sentido, destacó que muchos hoy en día se acercan a Cristo superficialmente, sin una fe real en su poder transformador.
Además, León XIV enfatizó que Jesús no solo sana enfermedades físicas, sino que también tiene poder sobre la muerte, simbolizada en el despertar de la hija de Jairo, exhortando a los fieles a temer únicamente «la muerte verdadera del alma».
Al concluir su reflexión, el Pontífice recordó la importancia de nutrir espiritualmente a las nuevas generaciones con el Evangelio, cuestionando a los adultos sobre su propia vida espiritual.
Llamamiento por la paz
Al final de la audiencia, el Papa expresó solidaridad con las víctimas del reciente atentado terrorista contra la comunidad greco-ortodoxa en la iglesia de Mar Elias en Damasco, instando a la comunidad internacional a mantener la atención y el apoyo hacia Siria. Asimismo, reiteró su llamamiento a la paz, haciendo especial referencia a los conflictos vigentes en Irán, Israel y Palestina, evocando la profecía de Isaías sobre la necesidad urgente de poner fin a la guerra.
La audiencia concluyó con el rezo del Padre Nuestro y la bendición apostólica impartida por el Santo Padre.
Discurso íntegro del Papa León XIV
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy meditamos nuevamente sobre las curaciones de Jesús como signo de esperanza. En Él hay una fuerza que todos podemos experimentar cuando establecemos una relación auténtica con su persona.
Una enfermedad frecuente en nuestro tiempo es la fatiga existencial: sentimos que la realidad es demasiado compleja y pesada, lo que nos lleva a aislarnos, esperando que al despertar todo sea distinto. Pero la realidad debe afrontarse y con Jesús podemos hacerlo adecuadamente. A veces nos sentimos paralizados por el juicio de quienes pretenden etiquetarnos.
En el Evangelio de Marcos se entrelazan dos historias: la de una niña de doce años que está gravemente enferma, y la de una mujer que durante doce años sufre hemorragias y busca a Jesús para curarse. Entre ambas historias aparece el padre de la niña, jefe de la sinagoga, quien sale en busca de ayuda con humildad y paciencia, mostrando gran fe y esperanza aun cuando le anuncian que su hija ha muerto.
Este encuentro se ve interrumpido por la mujer hemorroísa, quien con valentía decide romper con el aislamiento impuesto por la sociedad, acercándose en secreto a Jesús para tocar su manto y obtener la sanación. Al tocarlo, inmediatamente queda curada.
San Agustín dice sobre este pasaje: «La multitud me aprieta, pero la fe me toca». Así sucede también hoy: cuando hacemos un acto auténtico de fe, establecemos un verdadero contacto con Cristo, quien nos llena silenciosamente de su gracia, transformando nuestra vida desde el interior.
En contraste, muchos se acercan hoy a Jesús superficialmente, sin confiar verdaderamente en su poder. Esta mujer silenciosa vence sus temores tocando el corazón de Jesús con manos consideradas impuras por su enfermedad, y recibe la paz y la curación inmediata.
Mientras tanto, Jesús conforta al padre de la niña diciéndole: «No temas, basta que tengas fe», y al llegar a la casa afirma que la niña solo duerme. Al entrar en la habitación, toma a la niña por la mano y la levanta diciéndole: «Talitá kum», «niña, levántate». Con esto nos muestra que no solo tiene poder sobre la enfermedad, sino también sobre la muerte física, que para Dios es como un sueño. La verdadera muerte que debemos temer es la del alma.
Finalmente, Jesús indica que se le dé de comer a la niña, un gesto concreto que revela su cercanía humana. Pero también tiene un significado espiritual más profundo: ¿Sabemos dar el alimento espiritual a nuestros jóvenes cuando están en crisis? ¿Nos nutrimos nosotros mismos del Evangelio?
Queridos hermanos, en medio de las desilusiones, desalientos y muertes que experimentamos, sigamos el ejemplo de esta mujer y de este padre: vayamos a Jesús, porque Él puede sanarnos y devolvernos la vida. ¡Jesús es nuestra esperanza!
