En una solemne ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ha creado este sábado 21 nuevos cardenales en el marco de su décimo Consistorio.
Ante una congregación de 5.500 fieles, el Pontífice enfatizó en su homilía la importancia de no dejarse seducir por el prestigio, el poder o las apariencias, invitando a los purpurados a centrar sus vidas en Cristo, el único «perno» que sostiene todo.
Durante la homilía, Francisco alentó a los nuevos cardenales a que su servicio sea «una aventura de camino, la alegría del encuentro con los demás y el cuidado de los más frágiles». Subrayó que el cardenalato no es una posición de aislamiento, sino una inmersión profunda en las luchas, heridas y esperanzas de la gente. «Curar las heridas del hombre, aligerar las cargas de su corazón, remover el lastre del pecado y romper las cadenas de la esclavitud» son, según el Papa, los pilares del servicio pastoral.
El Pontífice recordó las palabras de Don Primo Mazzolari, «un gran clérigo italiano», quien insistía en la necesidad de caminar por las calles y mantener una acción libre y sin filtros. Este espíritu de proximidad y compromiso sigue siendo, según Francisco, esencial en el ministerio de la Iglesia.
El corazón, centrado en Cristo
Inspirándose en San Agustín y en Manzoni, el Papa reflexionó sobre los riesgos de un corazón desorientado. «Nuestro corazón es un ‘lío’», afirmó, advirtiendo contra las tentaciones de perseguir prestigio y poder. Frente a ello, el Pontífice exhortó a los nuevos cardenales a volver al «punto cardinal», que es Jesús, y a colocarlo en el centro de sus vidas y de sus decisiones pastorales.
«A veces corremos el riesgo de concentrarnos en lo superfluo, olvidando lo esencial», señaló Francisco, quien instó a los nuevos purpurados a preguntarse con humildad hacia dónde se dirige su corazón y si están transitando el camino correcto.
Unidad frente a la competencia
Otro de los puntos destacados en la ceremonia fue el llamado a buscar la unidad y evitar la tentación de la competencia, que Francisco describió como «la carcoma que destruye la unidad». Inspirándose en San Pablo VI, el Papa instó a los cardenales a ser testigos de fraternidad, artesanos de comunión y constructores de unidad en una sociedad dominada por la obsesión por los primeros puestos.
«El Señor los llama a ser testigos de fraternidad», reiteró Francisco. Subrayó que, a pesar de proceder de diferentes historias y culturas, los cardenales deben trabajar juntos para reflejar la universalidad de la Iglesia.
La dimensión global del Colegio Cardenalicio
Entre los 21 nuevos cardenales, cinco provienen de América Latina: Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio, Arzobispo de Lima (Perú); Vicente Bokalic Iglic, Arzobispo de Santiago del Estero (Argentina); Luis Gerardo Cabrera Herrera, Arzobispo de Guayaquil (Ecuador); Fernando Natalio Chomali Garib, Arzobispo de Santiago (Chile); y Jaime Spengler, Arzobispo de Porto Alegre (Brasil).
Con estas incorporaciones, el Colegio Cardenalicio cuenta ahora con 253 miembros, de los cuales 140 son electores y 113 no electores. Esta diversidad refleja la catolicidad de la Iglesia, enfatizando el papel de los nuevos cardenales como representantes de las diferentes culturas y realidades del mundo.
El rito concluyó con el tradicional abrazo fraterno entre los cardenales, un gesto cargado de simbolismo que representa la comunión y la unidad en el seno de la Iglesia. En palabras del Papa, esta fraternidad debe ser el signo distintivo del ministerio de los cardenales, en un mundo marcado por desigualdades, guerras y pobreza.