Víctor Manuel Fernández: «Los pecados ‘espirituales’ son más graves que los pecados ‘corporales'»

Víctor Manuel Fernández: «Los pecados ‘espirituales’ son más graves que los pecados ‘corporales'»

Víctor Manuel Fernández ya ejerce a pleno rendimiento como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, aunque eso no evita que siga dando entrevistas a todos aquellos que se la piden.

Una de las últimas entrevistas que ha concedido el ex arzobispo de La Plata, que será creado cardenal por el Papa Francisco el próximo 30 de septiembre, ha sido a Religión Digital. En esa entrevista, preguntado por los ataques recibidos desde su nombramiento, Tucho Fernández diferencia los ataques que viene de un lado y de otro.

Sobre los ataques que vienen de sectores tradicionalistas, que le consideran «peligroso para la doctrina», el futuro cardenal afirma que «estos son los ataques más numerosos, que continúan, aunque tengo la impresión de que ya se vuelve aburrido hablar de mí». También señala que aunque son menos frecuentes, «están los ataques que vienen de una izquierda extrema, que no se deja cautivar por Francisco porque considera que todos somos la misma basura, y no se cuida de decir cosas sin demasiado fundamento».

«Pero ocurre que algunos sectores tradicionalistas, precisamente porque entran en una lucha de poder, hacen uso de todo, venga de donde venga, en el intento de denigrar. En este caso se advierte en la derecha extrema un cuidado escaso de los mandamientos divinos, porque se olvida que hay un mandamiento más importante todavía que el sexto (porque afecta a la justicia y la caridad) que pide no levantar falso testimonio ni mentir», afirma el neocardenal.

Sobre esta última afirmación del Prefecto para la Doctrina de la Fe «hay un mandamiento más importante todavía que el sexto (porque afecta a la justicia y la caridad)», hemos preguntado a Víctor Manuel Fernández para salir de dudas, ya que de tal afirmación podría entenderse que el sexto mandamiento no afecta a la justicia y a la caridad.

Aclaración de Víctor Manuel Fernández

En respuesta a InfoVaticana, el prelado argentino subraya que «las virtudes tienen actos elícitos y actos imperados». «En el caso de la caridad, por ejemplo, la dilectio (acto interior de amor a Dios) y el acto de misericordia con el prójimo, son actos elícitos, es decir, propios de esa virtud, que brotan directamente del «habitus» virtuoso de la caridad», argumenta el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Además, afirma Víctor Manuel que «la misma caridad puede tener actos imperados, que no proceden directamente de ella pero que son impulsados, movidos o motivados por ella».

«Santo Tomas menciona por ejemplo actos relacionados con las demás creaturas no humanas que no son un objeto directo del acto de caridad pero que pueden proceder indirectamente de ella, como sucede especialmente en el caso de san Francisco de Asís», agrega.

El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la fe pone el siguiente ejemplo: «Un agravio a la buena fama de otra persona, afecta directamente a la virtud de la caridad, y, sobre todo si es una afirmación falsa, afecta también directamente a la justicia. Solo indirectamente se podría relacionar con la templanza. Del mismo modo, un acto contra la templanza puede afectar indirectamente a la caridad aunque no constituya de modo directo una contradicción con los actos propios de la caridad. En este caso entra en juego especialmente la intención, porque alguien puede faltar a la templanza solo por una debilidad en un momento de confusión, pero en otros casos puede existir también la intención de hacer mal a la otra persona o de vengarse de ella».

«Una calumnia está relacionada con la caridad y con la justicia de un modo más directo que una falta contra el sexto mandamiento. Por esta razón santo Tomas enseñaba que los pecados «espirituales» (odio, envidia, etc.) son más graves que los pecados «corporales» que vienen más del ímpetu de la pasión», explica Tucho.

El apoyo en Santo Tomás

Para dar apoyo y sustento a esas afirmaciones, Víctor Manuel Fernández nos remite un par de párrafos de un artículo suyo escrito en el año 2005 sobre ‘la dimensión trinitaria de la moral’.

«Alguien objeta que no puede medirse la gravedad de un pecado por el daño que acarrea, porque haciendo fornicar a una mujer se la priva de la vida de la gracia, mientras matándola se le quita sólo la vida natural. Santo Tomás responde a esta objeción diciendo que lo importante es lo que la persona intenta directamente; de modo que la gravedad de la fornicación es menor porque no se intenta directamente el daño del prójimo, como sucede en un pecado contra la caridad: “No vale la objeción, porque el homicida intenta directamente el daño del prójimo, pero el fornicario que provoca a una mujer no pretende el daño de ella sino su propio deleite” (ST I-II, 73, 8, ad 3)».

«Santo Tomás, fiel al primado de la caridad, afirma que los pecados carnales encierran menor culpa que los espirituales, ya que los espirituales tienen más de aversión a Dios, «de la cual procede la razón de culpa», mientras los pecados de la carne no brotan de una oposición a Dios sino de un impulso más vehemente, «que es la misma concupiscencia de la carne, que es innata” (ST I-II, 73, 5). Pero, con la misma coherencia, se preocupa por hacer una salvedad en lo que se refiere al adulterio, ya que allí se añade una injusticia contra el cónyuge engañado (ibid, ad 1)».

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