La “Evangelii gaudium” del Papa emérito Benedicto

benedictoRatzinger ha roto otra vez el silencio. Para advertir que un diálogo que renuncia a la verdad es “letal” para la propagación de la fe cristiana. Y lo es para la difusión de esa “alegría del Evangelio” que está en el programa del papa Francisco

“Él es discreto, humilde, no quiere perturbar”, ha dicho el papa Francisco de su predecesor. “Lo siento como si tuviese al abuelo en casa, por su sabiduría. Me hace bien escucharlo. Y también me alienta mucho”.

A veces el papa emérito Benedicto XVI – desde su morada “de monje de clausura”, como le gusta decir – envía al Papa reinante apuntes escritos, para ofrecerle y pedirle una opinión. Sucedió así, por ejemplo, luego de la publicación de la entrevista hecha a Francisco en “La Civiltà Cattolica”, en el mes de setiembre del 2013. No se sabe qué ha escrito Joseph Ratzinger en esas cuatro páginas de comentario. Entre los dos Papas, el reinante y el emérito, rige el secreto.

Pero algunas veces Benedicto XVI rompe el silencio y dice en público lo que piensa, con la claridad y la libertad que le es propia, sin temer moverse contra la corriente.

Lo hizo, por ejemplo, en el pasado mes de marzo, en un libro a muchas voces sobre Juan Pablo II, en el que puso en evidencia lo que también hoy “es obligatorio estudiar para asimilar” de ese pontificado: en particular la encíclica “Veritatis splendor” de 1993 sobre los problemas morales y la declaración “Dominus Iesus” del 2000 sobre los “elementos irrenunciables de la fe católica”, es decir, los documentos claves más descuidados y vituperados de ese pontificado.

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