El negocio de la “sinodalidad”: los ingresos celestiales del jesuita Bytton en el Arzobispado de Lima

Padre Bytton junto a un cardenal durante un evento, imagen sobre sinodalidad e ingresos eclesiales

Por El CondeDeMonteCristo

La sinodalidad, ese término que se ha convertido en lema del pontificado actual, promete una Iglesia más cercana, participativa y fraterna. Pero en la práctica limeña, esta conversión pastoral parece haber derivado en otra cosa: una estructura de poder interno, con beneficios económicos poco transparentes y favoritismos clericales. El caso del padre jesuita Juan Bytton es un ejemplo paradigmático de cómo este nuevo modelo eclesial se entrelaza con dinámicas poco evangélicas.

El ascenso del hijo predilecto

Formado en la espiritualidad ignaciana, el padre Bytton llegó a la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) por recomendación de Carlos Cardó (Calín), figura influyente en la Iglesia peruana y muy cercano al Papa Francisco. Desde entonces, su proyección ha sido meteórica: capellán universitario, asesor sinodal del Arzobispado de Lima, celebrante habitual en el templo de San Pedro.

En cada espacio, aparece como el rostro de la Iglesia en salida, pero también como beneficiario de un sistema interno que levanta más de una ceja entre sus hermanos sacerdotes. Su relación cercana con el arzobispo Carlos Castillo Mattasoglio, a quien llama mi padre en la fe, se traduce en una influencia notoria y, lo más delicado, en un trato privilegiado, especialmente en términos económicos.

Y hay más: Juan Bytton pasó recientemente una larga temporada en Roma, oficialmente estudiando, pero en realidad sirviendo casi todas las tardes como asistente del Papa Francisco, en calidad de jesuita de confianza. Su cercanía con el Pontífice fue notoria y fundamental para el posicionamiento que mantiene en Lima. Una relación que explica muchas cosas… incluso los sueldos.

Tres cargos, tres ingresos

Según fuentes consultadas y documentos verificables, los ingresos mensuales del padre Bytton ascenderían a aproximadamente S/ 19,000 (más de 5,000 euros). La suma proviene de al menos tres funciones:

  • S/ 9,000 como asesor sinodal del Arzobispado de Lima.
  • S/ 3,000 por servicios litúrgicos en el templo jesuita de San Pedro.
  • S/ 7,000 como capellán de la PUCP.

Todo ello, sin contar beneficios adicionales, gastos cubiertos, ni las colaboraciones con medios de comunicación o actividades paralelas.

Liturgia con planilla

Esta situación plantea una pregunta incómoda: ¿cómo se compatibiliza el voto de pobreza con este esquema de ingresos? ¿Es coherente predicar una Iglesia pobre para los pobres mientras algunos de sus representantes encarnan un clericalismo con salario ejecutivo? La sinodalidad en Lima, en lugar de ser un camino de renovación, parece haberse convertido —en ciertos sectores— en una plataforma de poder con dividendos muy terrenales.

El silencio sinodal ante la blasfemia

Uno de los episodios más controvertidos fue la polémica en torno a la obra teatral María Maricón, presentada en espacios vinculados a la PUCP. La pieza, que generó rechazo incluso entre sectores progresistas, fue recibida con un ambiguo acompañamiento en discernimiento por parte del padre Bytton. No hubo una defensa clara de la figura de la Virgen María ni un deslinde firme frente a la irreverencia.

La postura del sacerdote fue, como en muchos casos, la del silencio calculado y el lenguaje diplomático. Cuesta imaginar que el Papa Francisco —ferviente devoto mariano— hubiera aprobado esa postura, pero quizás no se le presentó toda la información… solo el resumen ejecutivo.

¿Qué diría Francisco?

El Papa Francisco ha repetido incansablemente: Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por encerrarse en la comodidad.

Pero en este caso, la comodidad no parece enfermedad. Más bien, parece política institucional y planilla bien remunerada. Una sinodalidad con beneficios, una Iglesia en salida que sabe muy bien por dónde entra el dinero.

Epílogo evangélico

Como dice el Evangelio: La verdad los hará libres. Y desde la caridad crítica, solo cabe esperar que los ingresos del padre Bytton están siendo canalizados hacia alguna obra social. Porque los números no mienten: S/ 19,000 mensuales no reflejan el estilo de vida de un religioso comprometido con la pobreza evangélica.

En un país donde el sueldo mínimo es de S/ 1,130 (272 euros) estas cifras contrastan escandalosamente con el discurso pastoral que tanto se proclama. Muchos sacerdotes diocesanos —verdaderos pastores— sobreviven con austeridad, sin cámaras ni títulos rimbombantes. Mientras tanto, otros parecen haber hecho de la fe una carrera gerencial.

En el caso del padre Bytton, uno se pregunta si aún resuena el espíritu de San Ignacio en su forma de vida. Difícil creer que el santo fundador se sintiera orgulloso de este hermano suyo. Porque una cosa es predicar la pobreza… y otra, muy distinta, es cobrarla por partes.