El Papa Francisco realizó este domingo un Viaje Apostólico a Ajaccio, Córcega, en el marco del Congreso “La religiosidad popular en el Mediterráneo”.
En la clausura del Congreso sobre la religiosidad popular, celebrado en el Palacio de Congresos de Ajaccio, el Papa destacó la riqueza espiritual y cultural de las prácticas religiosas tradicionales en el Mediterráneo. «La piedad popular no es una superstición; es una expresión viva de la fe que enriquece la cultura y la historia de los pueblos», afirmó.
Francisco recordó que estas formas de devoción han sido, a lo largo de los siglos, un puente entre la fe y la cultura, y subrayó su capacidad para involucrar incluso a quienes están alejados de la práctica religiosa. «En la piedad popular puede percibirse cómo la fe se encarna en la cultura y se transmite de generación en generación», explicó, citando la exhortación Evangelii gaudium.
«Debemos estar alertas para que la piedad popular no sea utilizada o instrumentalizada por grupos que pretenden fortalecer su propia identidad de manera polémica, alimentando particularismos, antagonismos y posturas o actitudes excluyentes», añadió.
El Papa advirtió, sin embargo, sobre los riesgos de manipular estas prácticas con fines políticos o excluyentes, y pidió a los pastores discernir con cuidado para que la piedad popular siga siendo un espacio de encuentro, unidad y evangelización. «Cuando la piedad popular une corazones y amalgama comunidades, se convierte en un verdadero motor de transformación social», concluyó.
El cuidado personal y comunitario en la vida consagrada
Posteriormente, en un encuentro celebrado en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, el Papa se dirigió a obispos, sacerdotes, religiosas y seminaristas, agradeciéndoles por su vocación y compromiso pastoral. «La vida consagrada no es un ‘sí’ pronunciado una vez y para siempre; requiere un cuidado diario de la relación con el Señor y con la comunidad», subrayó.
El Pontífice destacó la importancia de mantener una vida de oración constante y de cuidar tanto el bienestar espiritual como el físico. «El ministerio pastoral cansa, pero es vital reservar momentos para la oración, el descanso y la reflexión personal», afirmó. Además, llamó a evitar la «mundanidad espiritual» y a luchar contra la tentación de la vanidad, que describió como «un vicio feo, con mal olor».
Francisco también insistió en la importancia de la fraternidad entre los miembros de la Iglesia, recordando que el trabajo conjunto y el apoyo mutuo son esenciales para enfrentar los desafíos de la misión cristiana. En este sentido, animó a los sacerdotes a compartir no solo sus preocupaciones, sino también sus alegrías, evitando caer en actitudes pesimistas o envidiosas. «Pasemos del ‘Libro de las lamentaciones’ al ‘Cantar de los cantares’, compartiendo la alegría de ser discípulos de Cristo», exhortó.
El Papa hizo un llamado especial a practicar siempre la misericordia, especialmente en el sacramento de la Reconciliación. «Perdonen siempre, perdonen todo, como nos enseñó Jesús», dijo, recordando experiencias personales en las que la compasión pastoral ha tenido un impacto transformador en la vida de los fieles. Francisco volvió a repetir que en 55 años de sacerdocio que ha cumplido esta semana, nunca ha negado una absolución.
Adviento: tiempo de espera gozosa y preparación espiritual
Durante la misa celebrada en la Plaza de Austerlitz, el Santo Padre invitó a los fieles a reflexionar sobre la pregunta que las multitudes hicieron a Juan el Bautista: «¿Qué debemos hacer?». En el contexto del Adviento, animó a los presentes a preparar sus corazones para la llegada del Señor con humildad y confianza.
Francisco distinguió entre dos formas de espera: la desconfiada y la gozosa. La primera, explicó, está marcada por la ansiedad y el egocentrismo, y aleja a las personas de la verdadera esperanza. En cambio, la espera gozosa se basa en la confianza en Dios y en su salvación. «El Señor viene a habitar entre nosotros, y su presencia es motivo de alegría, porque Él puede redimir nuestras vidas y transformar nuestras tristezas en esperanza», afirmó.
El Papa señaló que el consumismo desenfrenado, especialmente visible durante estas fechas, distrae a las personas del verdadero significado de la Navidad. «Quien vive para sí mismo nunca será feliz; la verdadera alegría se encuentra en el dar, en el compartir y en el servicio a los demás», dijo.
Asimismo, Francisco destacó el papel de la piedad popular en la preparación espiritual. Mencionó prácticas como el rezo del Rosario y las actividades de las cofradías, que fortalecen la fe y promueven la solidaridad comunitaria. «La venida del Señor es una fiesta llena de futuro; en compañía de Jesús descubrimos la verdadera alegría de vivir», afirmó.
Un llamado a la paz y a la solidaridad
El Papa concluyó su visita con un sentido llamado a la paz en las regiones más afectadas por conflictos, como Tierra Santa, Ucrania y el Mediterráneo. «La guerra siempre es una derrota; recemos por la paz y trabajemos para construirla en nuestras comunidades», instó.
En este contexto, subrayó la importancia de cuidar de los más vulnerables, especialmente los ancianos y los niños. Francisco destacó que los mayores representan la sabiduría de los pueblos y lamentó que muchos sean abandonados por sus familias. «Cuiden de los ancianos, escúchenlos; ellos son la memoria viva de nuestras comunidades», pidió.
También tuvo palabras de aliento para las familias corsas, felicitándolas por su apertura a la vida. «Nunca he visto tantos niños como aquí; ellos son vuestra gloria y alegría», expresó, animando a los padres a seguir transmitiendo la fe y los valores cristianos a las nuevas generaciones.
El Papa Francisco cerró su visita apostólica con un mensaje de esperanza y reconciliación. «Cristo está presente en toda tribulación; Él es la fuente de nuestra alegría y camina con nosotros*, afirmó, recordando que la fe en el Señor transforma las vidas y une a las comunidades.
El Pontífice animó a los corsos a seguir cultivando su rica tradición de piedad popular y a trabajar juntos por el bien común, manteniendo un diálogo constante entre la Iglesia y las instituciones civiles. «Que María, Madre de la Iglesia, los acompañe en su camino de fe y compromiso social», concluyó, dejando un mensaje que resonará profundamente en los corazones de los fieles de esta histórica isla del Mediterráneo.