Un Papa en apuros: ¿La última carta es una encíclica?

Un Papa en apuros: ¿La última carta es una encíclica?

Nos acercamos al final del Sínodo de la Sinodalidad, ese gran proyecto que supuestamente iba a revolucionar la Iglesia, pero que a estas alturas ha dejado a muchos con cara de incredulidad.

¿Qué ha quedado de todo el ruido mediático? Pues eso, mucho ruido y pocas nueces. Nadie escucha, nadie se interesa. Y parece que, cada vez más, los católicos de verdad —esos que van a misa y tienen un compromiso real con su fe— se sienten distanciados de lo que sale de Roma. ¿Y ahora qué?

Ah, pero Francisco no es tonto. Sabe que la cuerda está tensa y que la desconexión con una parte significativa de su rebaño es evidente. Así que, ¿qué mejor manera de recuperar el favor de los fieles que echar mano de una vieja fórmula? Nada menos que una encíclica de corte tradicional. Porque claro, cuando las cosas se tuercen, siempre está la posibilidad de encandilar a los católicos que aún respetan lo que suena a piadoso, lo que tiene sabor a lo de siempre, a lo que les recuerda que la Iglesia no empezó con Francisco.

La nueva encíclica, Dilexit Nos, parece una jugada estratégica para devolver a los desconfiados un atisbo de esperanza. ¡Y qué casualidad que llega justo después de este Sínodo desastroso! Como si dijera: «Venga, tranquilos, mirad, también soy un Papa como los de antes». Pero no nos engañemos: este es el mismo Papa que hace guiños al progresismo, a la agenda política global, y que a la mínima aprovecha para lanzar mensajes ambiguos que sólo sirven para confundir a los que realmente quieren seguir la doctrina de siempre.

¿Acaso es nuevo este juego? Cada vez que su popularidad entre los católicos más fieles empieza a decaer, Francisco saca un as bajo la manga, algo que huele a incienso tradicional. Lo hemos visto antes. Pero en realidad, ¿cuánto dura ese efecto? Ya ha quedado claro que lo que preocupa a este pontificado no es la doctrina, sino la popularidad, el eco mediático, y cuando la opinión pública deja de aplaudir, hay que recordar a los fieles más desconfiados que, tal vez, este Papa aún sabe ser Papa.

Lo que queda claro es que, al final, lo que diga o deje de decir en Dilexit Nos no cambiará lo que hemos visto en los últimos años. Los católicos fieles seguirán alejándose, desilusionados por el constante vaivén entre lo que se dice y lo que se hace. Y no importa cuántas encíclicas tradicionales se escriban para intentar recuperar ese cariño perdido, porque los hechos hablan más fuerte que las palabras.

El teatro sinodal se ha cerrado, las luces se apagan, y el Papa vuelve a escena con el guion de siempre: un poco de doctrina bien empaquetada para calmar los ánimos. Pero en esta función, ya no queda mucho público dispuesto a aplaudir.

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