Fieles y clero de la diócesis brasileña de Jundiaí se cansan de las extravagancias de su obispo

Arnaldo Carvalheiro Neto

Con tan solo dos años al frente de la diócesis, el obispo Arnaldo Carvalheiro está agotando la paciencia de los fieles de Jundiaí.

Y es que como les vamos a contar en esta noticia, motivos hay más que de sobra para que tanto el clero como seglares estén hastiados de él. Desde Brasil relatan a InfoVaticana que el obispo Arnaldo Carvalheiro Neto «ha estado envuelto en una serie de controversias desde su llegada».

Una de las más recientes y polémicas fue su decisión de ordenar la retirada de las cruces de los altares principales, pidiendo que se coloquen a un costado. «Esto ha generado una gran indignación entre los feligreses y algunos sacerdotes, ya que consideran que desvaloriza visual y simbólicamente el sacrificio de la misa, lo que afecta directamente la solemnidad de las celebraciones eucarísticas», reprocha un fiel que prefiere permanecer en el anonimato.

El pasado 9 de septiembre, la diócesis de Jundaí publicó unas nuevas directrices litúrgicas. El obispo Carvalheiro ha ordenado «que no se utilicen candelabros grandes y altos en el altar«. Además, también ha ordenado «que la cruz se coloque junto al altar y no sobre el altar. Si la cruz se coloca sobre el altar, no debe colocarse en el centro del altar para que no se obstaculice la visión de los fieles de lo que ocurre en el altar».

El obispo cierra esa instrucción pidiendo especialmente a los párrocos y administradores parroquiales de la diócesis de Jundiaí, «que observen fielmente el cumplimiento de estas orientaciones mías, para que prevalezca en todo la comunión y la unidad de nuestra Iglesia Particular».

Sin embargo, esta no es la única preocupación. Fieles de Jundiaí denuncian que obispo Arnaldo ha mostrado un alejamiento significativo tanto de su clero como de la comunidad diocesana. «Al dividir la diócesis en foranías, ha delegado la mayor parte de la comunicación a los vicarios foráneos, lo que dificulta el acceso de otros sacerdotes y diáconos al obispo. Hoy en día, es casi imposible para un sacerdote ordinario hablar directamente con él. Este distanciamiento ha provocado desconcierto entre los miembros del clero, quienes se sienten ignorados y desamparados», lamentan estas fuentes.

De hecho, entre los diáconos permanentes de la diócesis, se ha popularizado una broma interna: ¿Alguien conoce al nuevo obispo?.

Presiones para celebrar bodas fuera de las iglesias

Además de los problemas ya mencionados, ha surgido otra controversia que está causando gran inquietud en la diócesis. Un pequeño grupo de personas está presionando al obispo Arnaldo para que permita la celebración del sacramento del matrimonio fuera de las iglesias, en lugares no consagrados. «A pesar de que más de la mitad del clero diocesano se opone firmemente a esta idea, argumentando que va en contra de las normas litúrgicas y la sacralidad del sacramento, tanto el obispo Arnaldo como su vicario general están ejerciendo presión para que esta práctica sea aprobada», aseguran fuentes conocedoras de la situación.

Esta postura ha generado divisiones entre los sacerdotes y la comunidad, quienes consideran que permitir matrimonios fuera de la iglesia desvirtúa el sentido espiritual y litúrgico del sacramento. Los críticos lamentan que «a pesar de las múltiples objeciones presentadas por el clero, Dom Arnaldo parece estar decidido a avanzar con la medida, lo que podría traer serias repercusiones en la vida pastoral y en la cohesión interna de la diócesis».

Las juergas del obispo con los seminaristas

También se ha popularizado con gran celeridad el gusto del prelado por frecuentar un bar en la ciudad de Jundiaí, lugar donde se le ve con frecuencia.

Lo más preocupante -nos cuentan- desde Brasil- ocurrió en su última visita, cuando invitó a varios seminaristas de Teología a participar en una roda de samba dentro del bar, «un ambiente claramente inapropiado para la formación y comportamiento de futuros sacerdotes». Estas voces señalan que «este tipo de conducta ha causado aún más desconcierto, ya que no condice con lo que se espera de un obispo, cuyo ejemplo moral y pastoral debería ser irreprochable».