Por Stephen P. White
En 2022, The Catholic Project de The Catholic University of America – donde me desempeño como director – llevó a cabo el estudio más amplio sobre sacerdotes católicos estadounidenses en más de medio siglo. Este National Study of Catholic Priests (NSCP) examinó muchos aspectos de cómo están los sacerdotes en Estados Unidos.
Nuestro estudio mostró que, en general, los sacerdotes estadounidenses están prosperando. Demuestran altos niveles de satisfacción con su vocación y entusiasmo por su labor como pastores. La cohorte más joven de sacerdotes estadounidenses es, según su propia descripción, la más teológicamente conservadora y políticamente moderada de todas.
Estos sacerdotes jóvenes también son los más propensos a mostrar signos elevados de agotamiento en su ministerio.
Hay varias razones posibles para esto. Por un lado, los sacerdotes mayores tienen más probabilidades de haberse adaptado a la vida sacerdotal y a la vida en la parroquia o comunidad religiosa. Luego está el simple hecho de la selección natural. Los hombres de cohortes mayores que no se adaptaron bien a la vida sacerdotal pueden haber abandonado ya el ministerio, dejando menos miembros en esas cohortes que reporten agotamiento.
Antes, un sacerdote recién ordenado podía esperar cinco, diez o incluso quince años como vicario parroquial antes de ser nombrado párroco. La primera década tras la ordenación servía como un aprendizaje en el “oficio” de la vida sacerdotal. Los sacerdotes mayores de la parroquia actuaban como mentores de quienes los más jóvenes aprendían cómo manejar (o cómo no manejar, según el caso) los desafíos de dirigir una parroquia.
Para los sacerdotes de muchas diócesis, las cosas hoy son muy distintas. Cada vez menos parroquias cuentan con más de un sacerdote residente. Cada vez se pide a sacerdotes más jóvenes que asuman el rol de párroco a edades más tempranas. Conozco a un sacerdote que fue nombrado párroco de seis parroquias inmediatamente después de su ordenación. Sin duda es un caso excepcional, pero la tendencia general es que hoy se exige más a los sacerdotes jóvenes que en cualquier otro momento en la memoria reciente.
Los obispos y formadores del seminario son conscientes de estas tendencias y de los desafíos que enfrentan los sacerdotes jóvenes. En un estudio de 2021 del CARA (Center for Applied Research in the Apostolate), los sacerdotes jóvenes informaron que, si bien el seminario los preparó bien para algunos aspectos de la vida pastoral (por ejemplo, predicar homilías y celebrar la Misa), se sintieron mucho menos preparados en lo referente a habilidades personales, gestión del tiempo y manejo del estrés de la vida parroquial. “Las áreas para las que los sacerdotes se sienten menos preparados”, decía el informe, “están todas relacionadas con la administración, los recursos humanos y el liderazgo.”
En 2019, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos aprobó un nuevo Programa de Formación Sacerdotal que regula la formación en los seminarios del país. Pasaron otros tres años ajustando detalles hasta que Roma aprobó el nuevo PPF, lo cual finalmente ocurrió en 2022. El cambio más destacado fue la adición de un “año propedéutico”, un período de formación humana y espiritual que tiene lugar antes del inicio de los estudios filosóficos y teológicos.
El PPF también añadió una “etapa de síntesis vocacional” al final de la formación en el seminario, después de que el candidato es ordenado diácono. Esta etapa adicional, que dura al menos seis meses, durante la cual el diácono es asignado a tiempo completo a un entorno pastoral (muy probablemente una parroquia), tiene el propósito de ofrecer una experiencia práctica en liderazgo pastoral. En el lenguaje del PPF, el objetivo de la etapa de síntesis vocacional es, “más que adquirir nuevas habilidades pastorales –aunque ciertamente se adquirirán–, adaptarse a la vida del ministerio antes de avanzar a la ordenación sacerdotal”.
Aunque el año propedéutico ya se ha implementado, muchas diócesis aún están trabajando en la estructura y ejecución de la etapa de síntesis vocacional. La Arquidiócesis de Filadelfia, por ejemplo, anunció el mes pasado que su primera clase de candidatos a seguir el nuevo plan de síntesis vocacional será ordenada en 2027.
La Iglesia puede moverse lentamente, pero está intentando adaptarse. Está abordando el problema en dos frentes. Tanto el año propedéutico como la etapa de síntesis vocacional están diseñados para preparar mejor a una nueva generación de hombres –con todas las fortalezas y debilidades propias de su generación– para los nuevos desafíos y realidades pastorales.
Lo que nos lleva de nuevo al NSCP y a los datos que muestran signos elevados de agotamiento entre los sacerdotes más jóvenes. En las muchas presentaciones que he dado sobre los resultados de nuestro estudio, hay una pregunta que los obispos me han hecho más que cualquier otra: “¿Los sacerdotes jóvenes están realmente sobrecargados y agotados, o esta generación simplemente no sabe lo que es el trabajo duro?”
Esa pregunta puede incomodar, especialmente si eres un sacerdote joven. Pero es una pregunta importante. Toda una generación de jóvenes parece estar luchando. Se habla constantemente de una crisis de masculinidad, una crisis de paternidad. Este fenómeno no es exclusivo de los jóvenes que estudian para el sacerdocio. Ni es culpa enteramente de la generación más joven. Sin duda, parte de la responsabilidad recae en una generación de padres y educadores que han criado a estos jóvenes para que sean lo que son.
En ese sentido, esa pregunta que tantos obispos siguen planteando –“¿Los jóvenes están agotados o simplemente no están acostumbrados al trabajo duro?”– es tanto una pregunta para los padres como para los jóvenes o los formadores del seminario. Los seminarios están trabajando arduamente para fortalecer tanto la formación humana como la capacidad pastoral de los sacerdotes jóvenes. Como tantas otras cosas, los desafíos que enfrentan los sacerdotes jóvenes tienen su origen en última instancia en la crisis de la familia.
Ante todo, la formación de los jóvenes cristianos es responsabilidad de los padres. De los padres varones en particular. Padres, consideren esto: Su hijo (o el mío) puede ser el esposo de alguien algún día. (Lo menciono como padre de tres hijas.) O puede ser el confesor de alguien. Incluso podría ser el obispo de alguien. Parafraseando a san Juan Pablo II: como va la familia, así va la Iglesia, la nación y el mundo.
Nosotros, las familias católicas, tenemos mucho trabajo por delante.
Acerca del autor
Stephen P. White es director ejecutivo de The Catholic Project en The Catholic University of America y miembro del área de Estudios Católicos en el Ethics and Public Policy Center.