El fuego de brasas

Judas Hangs Himself by J.J. Tissot, c. 1890 [Brooklun Museum]
|

Por el P. Benedict Kiely

El camino que emprendimos hace casi seis semanas está por terminar o, parafraseando a Churchill, es solo el comienzo del fin. Estamos por entrar en el Triduo Sacro, la celebración litúrgica ininterrumpida del Misterio Pascual: la vida, muerte salvadora y Resurrección de Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, el Alfa y la Omega, el Señor de la historia y de la Creación, el Rey del Universo, Dios hecho hombre.

A medida que pasamos por estos días, debemos estar preparados para renovar nuestras promesas bautismales el Domingo de Pascua, algo de significado verdaderamente profundo. Cuando escuchamos la solemne proclamación de la Pasión, hay tres personajes íntimamente involucrados en ella que, cada uno a su manera, reflejan aspectos de nuestra vida cristiana, y de quienes podemos extraer ciertas lecciones para el futuro.

<

Es bastante tradicional, por supuesto, tratar de identificarse con personajes del relato bíblico, y podríamos elegir a casi cualquiera del relato de la Pasión, pues hay muchos y muy diversos. Incluso lo que podríamos llamar los “papeles secundarios” o los extras tienen su lugar en la historia.

Para nuestra meditación durante el Triduo, propongo a Judas, san Pedro y san Juan. Judas, como sabemos, es la figura de la traición; san Pedro, la figura de la negación; y san Juan, la figura de la fidelidad.

Si somos honestos con nosotros mismos, momentos de humildad, traición, negación y fidelidad van y vienen en nuestra vida como cristianos. Quizá retrocedamos ante la idea de identificarnos con Judas, pero ¿qué es el pecado grave sino una traición al Señor?

¿Qué significa tomar posturas públicas contrarias a las enseñanzas solemnes de la Iglesia, o nuestro “desacuerdo” con dogmas difíciles, sino traición? Sabemos, tristemente, que cuando la Iglesia es activamente perseguida, muchas veces son sus propios miembros quienes traicionan a sus hermanos, generalmente por miedo, pero también, muchas veces, por avaricia o ansias de ascenso.

Judas es la figura de la traición, pero también de la conformidad, el hombre de la cultura, que quiere hacer a Cristo a su propia imagen. Es el eclesiástico que se siente cómodo siendo acogido y respaldado por el dinero y la influencia del Estado; no imaginemos que una “Iglesia patriótica” existe solo en China —hay muchos que representan una Iglesia del Zeitgeist, que repite vacíamente las modas culturales del momento, que busca “acompañar” el pecado y la desviación, y que no predica, con sentido de urgencia, la conversión y la renovación.

Judas, tristemente, parece encarnar otra característica de la Iglesia en estos tiempos de forma particular: carece de fe sobrenatural. Cristo, o el Cristo de sus deseos e imaginación, en cierto sentido lo ha traicionado, porque no es un actor político.

The First Denial of St. Peter by J.J. Tissot, c. 1890 [Brooklyn Museum]

El Señor habla de otro mundo y de la eternidad. Muchos liderazgos en la Iglesia parecen centrados en lo secular, hasta la total negación de lo trascendente. Para los nombramientos episcopales, cosas como el compromiso con la Agenda Verde deberían estar muy abajo en la lista —y quizás convendría un poco más del mensaje salvífico del Evangelio.

San Pedro es la figura con la que, quizá, nos identificamos más fácilmente. Un hombre sencillo, a menudo retratado en los Evangelios como imprudente, impulsivo —de hecho, a veces bastante irreflexivo. Si el arrepentimiento forma parte de nuestras vidas, como evidentemente debería ser, es justo que nos veamos reflejados en él.

No apresuremos, sin embargo, el paso de su negación del Señor a su arrepentimiento. Hay un fuego de brasas junto al cual todos nos hemos sentado, calentando nuestros miembros mientras negamos nuestra amistad con Cristo: ese silencio cuando se ataca la fe, cuando se insulta a la Iglesia, o incluso, una vez más, cuando no vivimos plenamente la fe por pecado o debilidad. Nos calentamos junto al fuego de brasas de la complacencia, mientras la sociedad se derrumba, la Iglesia está débil, pero seguimos calentándonos las manos en silencio.

Y, sin embargo, las lágrimas de Judas y las lágrimas de Pedro son muy distintas. Las lágrimas de la desesperación son también lágrimas de traición, porque son lágrimas sin esperanza de perdón. Las lágrimas de san Pedro fueron de arrepentimiento y contrición; fueron lágrimas derramadas el mismo Viernes Santo, pero que contenían ya la semilla de la Resurrección.

What Our Lord Saw from the Cross by J.J. Tissot, c. 1890 [Brooklyn Museum]

San Pedro es verdaderamente nuestro patrono de la confesión y la humildad. El simple hecho de que los Evangelios no oculten su fracaso y debilidad es un testimonio inmenso y conmovedor de su estatura, quien, en otro fuego de brasas, sería comisionado por el Señor para apacentar y fortalecer a sus ovejas, precisamente porque había conocido la debilidad y la traición, pero había regresado con humildad.

San Juan, el discípulo amado, el único apóstol que ni traicionó ni negó, que permaneció al pie de la Cruz con María, el que Jesús amaba, es sin duda nuestro modelo y aquel con el que todos nos imaginamos ser (o decimos que habríamos sido si hubiéramos estado allí). Es quien necesitamos ser, o intentar llegar a ser, al renovar nuestras promesas bautismales.

San Juan con su cabeza cerca del corazón de Jesús, caminando con María, el predicador de la Eucaristía, san Juan es el eclesiástico fiel, que habla solo de lo que ha “visto y oído”: el Evangelio de la redención.

Los tiempos que vienen verán más traición y más negación, por eso debemos orar por la gracia de la fidelidad. Como ha escrito el P. Benedict Baur, las palmas que sostenemos el Domingo de Ramos son también símbolo de martirio. Prometemos ser testigos el Domingo de Pascua, si es necesario, hasta el derramamiento de sangre. Que Judas sea para nosotros una advertencia; y que tanto san Pedro como san Juan nos inspiren y ayuden en el camino por delante.

Acerca del autor

El Padre Benedict Kiely es sacerdote del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham. Es fundador de Nasarean.org, una organización dedicada a ayudar a cristianos perseguidos.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *