Por Brad Miner
A estas alturas, la mayoría de los lectores de este sitio ya habrá oído hablar del Beato Carlo Acutis, el adolescente italiano que murió en 2006 y será canonizado este próximo domingo 27 de abril.
Y los días 27, 28 y 29 de este mes, Fathom Events presentará el nuevo documental de Tim Moriarity sobre Acutis –el primer santo millennial del catolicismo– en funciones especiales en cines seleccionados de todo el país. Haz clic aquí para comprar entradas para ti, tu familia o tu parroquia.
Normalmente no incluiría este tipo de promoción de una película, pero Carlo Acutis: Roadmap to Reality (haz clic aquí para ver el tráiler) es una obra fascinante e importante sobre un joven extraordinario, y merece llegar a una amplia audiencia.
Y no es solo una película sobre el futuro San Carlo; trata, al menos en igual medida, del impacto de la revolución digital y de cómo debemos navegarla como católicos.
Un grupo de estudiantes emprende una peregrinación a Roma bajo los auspicios de la Universidad de Mary en Dakota del Norte. Al comenzar el viaje, entregan sus teléfonos celulares. El objetivo es sumergir a los jóvenes en la Ciudad Eterna sin las distracciones obsesivas habituales del tiempo frente a la pantalla. Y esto no es solo para que miren realmente el techo de la Capilla Sixtina y no imágenes de él en TikTok; es también para liberarlos del aislamiento, la fragmentación y la depresión que tantos jóvenes experimentan como resultado del debilitamiento de los lazos interpersonales que trae consigo el habitar en el llamado “mundo virtual”.
La película presenta a Carlo Acutis como ejemplo de cómo es posible superar la crisis mental, emocional y espiritual que aqueja hoy a tantos jóvenes. A saber, estos datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) sobre estudiantes de secundaria:
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29 % experimenta mala salud mental
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42 % tiene sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza
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22 % ha considerado el suicidio
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18 % ha elaborado un plan de suicidio
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10 % ha intentado suicidarse
Esto no está bien.
Si los jóvenes emularan a Carlo Acutis en lugar de a algún superficial “influencer” de Internet, tendrían muchas más posibilidades de alcanzar la verdadera y duradera felicidad.
Carlo amaba Internet y los videojuegos en línea, y llegó a ser diseñador web, pero también limitaba estrictamente el tiempo que pasaba conectado –normalmente a una hora por día. Lo hacía porque percibía el peligro de preferir la virtualidad a la realidad.
El documental presenta a algunas personas que conocieron personalmente a Carlo Acutis (familiares y amigos), y muchas más que nunca lo conocieron pero que se sienten inspiradas por él, incluidos sacerdotes y obispos, académicos y periodistas, algunos de ellos bien conocidos en la red.
Sus testimonios sobre Carlo se intercalan con escenas de los estudiantes de Dakota del Norte visitando los sitios más destacados de Roma y Asís. La escena culminante se da cuando los jóvenes visitan la tumba de Acutis en la iglesia de Santa María la Mayor en Asís. Varios de ellos quedan impactados al ver su cuerpo. Pero es la historia de su vida santa –su dedicación a la Eucaristía, su autodisciplina y su valentía ante la muerte por una leucemia rara e incurable– lo que más los conmueve. A mí, ciertamente, me emocionó.
Uno anhela ver a los jóvenes descubrir cómo vivir con alegría tanto en el mundo digital como en el real, y no es erróneo temer que esto se vuelva cada vez más difícil a medida que el “progreso” avanza a una velocidad casi lumínica.
En la encrucijada entre la computación cuántica, la inteligencia artificial y el transhumanismo, puede llegar un punto en el que la búsqueda de la vida eterna se convierta, para muchos, en un empeño científico secular puramente militante.
Por mi parte, estoy seguro de ello. El único problema “material” será probablemente el cerebro humano orgánico. Desde los albores de la computación basada en Internet, hemos adoptado un nuevo lenguaje sobre la memoria –con términos como storage, random access memory, cache, y una proliferación interminable de siglas: ROM, PROM, EPROM, EEPROM, y así sucesivamente, casi como la mareante proliferación de identidades de género.
Pero el cerebro está profundamente entrelazado con el alma, sospecho, aunque quizá sea pretencioso de mi parte decirlo, ya que no soy ni científico ni teólogo. Y aunque podemos reemplazar muchas partes del cuerpo –con materiales más resistentes que la carne, el hueso y el tendón–, ¿podremos alguna vez implantar recuerdos de la infancia o una personalidad adulta?
Como prueba de lo improbable de tal posibilidad, tenemos la Encarnación de Jesucristo.
El “progreso” cultural ya se ha comprometido con la inversión orwelliana de la verdad lógica –ese proceso por el cual matar niños en el útero se convierte en cuidado de la salud, o los hombres se convierten en mujeres. Podría llegar el día en que negarse a emular a Matusalén sea considerado criminal. Pero incluso el hijo de Enoc y bisabuelo de Noé murió –aunque a los 969 años. La Biblia no lo dice, pero ¡cuán feliz debió de sentirse Matusalén al morir –por fin!
Y ese es el punto, ¿no es así? Carlo Acutis estaba alegre al morir. Y sabemos por qué. No buscó la muerte, como tantos angustiados por el dolor y la duda. Carlo vio la muerte como una puerta a su destino eterno: el Cielo.
La película tiene sus fallas –como personas caminando en cámara lenta, lo cual es un recurso dramático algo irritante–, pero al ver Carlo Acutis: Roadmap to Reality, uno siente la alegría de la promesa que nuestro Señor nos dejó –y en ninguna escena tanto como en ese clímax en Asís: Carlo en su urna de cristal. Allí los jóvenes ven a un santo –más joven aún que ellos. No pocos se dan cuenta de que la santidad es posible.
Supongo que muchos de ellos no habrán limitado luego su tiempo frente a la pantalla a una hora diaria, y, en todo caso, la santidad no es cuestión de cifras. Y el llamado verdadero no siempre llega de repente. A veces toma años. A veces toda una vida. Pero la breve vida de Carlo Acutis puede recordarnos (y a ellos) las maravillosas palabras de Léon Bloy:
“La única verdadera tristeza, el único verdadero fracaso, la única gran tragedia en la vida, es no llegar a ser santo.”
¡San Carlo Acutis, ruega por nosotros!
Acerca del autor
Brad Miner, esposo y padre, es editor sénior de The Catholic Thing y miembro sénior del Faith & Reason Institute. Fue editor literario de National Review y tuvo una larga carrera en la industria editorial. Su libro más reciente es Sons of St. Patrick, escrito junto a George J. Marlin. Su The Compleat Gentleman, un éxito de ventas, está disponible en una tercera edición revisada y también en formato audiolibro en Audible (narrado por Bob Souer). El Sr. Miner ha sido miembro del consejo de Aid to the Church In Need USA y también del comité de reclutamiento del Selective Service System en el condado de Westchester, NY.