Felipe de Jesús es uno de los 26 mártires de Nagasaki, la mayoría franciscanos, encabezados por el jesuita Pablo Miki quienes murieron el 5 de febrero de 1597 lanzados y crucificados.
Se llamó Felipe de las Casas y nació en la capital de la Nueva España en 1572. Se dice que era un niño inquieto y travieso, por eso el dicho por un árbol seco en la casa paterna: Antes reverdecerá la higuera que Felipe sea un santo. Aprendió el oficio de la platería y a los 18 años, su padre, Alfonso de las Casas, lo envió al territorio de la Filipinas. Su vida disipada pronto cambió y retomó aquel camino que en su temprana juventud había rechazado, el seguimiento de Cristo.
Su conversión le llevó a abrazar la regla de San Francisco en las Filipinas. Su preparación le llevó a que fuera aceptado a recibir las órdenes sagradas con el privilegio de regresar a la capital del virreinato, su ciudad natal, México. Embarcó a la Nueva España, pero un tifón lanzó la embarcación, El San Felipe, a las costas de Japón donde tuvo la oportunidad de evangelizar; sin embargo, una persecución estalló contra los franciscanos y catequistas.
Felipe podría haberse salvado debido a su calidad de náufrago, pero no rechazó la corona del martirio. Sufrió el escarnio, burlas y tortura. En Nagasaki, junto con sus compañeros franciscanos y jesuitas, fue cruelmente atormentado colgándolo de una cruz y atravesado por dos lanzas. Era el 5 de febrero de 1597.
Así, la leyenda cuenta que justo al morir, la higuera reverdeció. Felipe fue beatificado el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de junio de 1862 por el Papa Pío IX.