Editorial ACN / En un mundo cada vez más polarizado, donde la fe católica se ve arrastrada por corrientes políticas y sociales, las recientes declaraciones de León XIV sobre el aborto han suscitado polémica.
El Pontífice intervino en un debate interno de la Iglesia católica estadounidense que, en teoría, buscaba fomentar ciertos cuestionamientos la unidad; sin embargo, sus palabras, pronunciadas durante una conferencia sobre justicia climática en Castel Gandolfo el 1 de octubre de 2025, generaron más desencuentros que claridad. Al equiparar la oposición al aborto con posturas contra la pena de muerte y el maltrato a inmigrantes, el Papa no solo cuestiona el movimiento conservador «provida», sino que arriesga diluir el valor absoluto de la defensa de la vida inocente de los no nacidos, pilar inquebrantable de la doctrina moral católica.
Como se detalla en reportes de Euronews e Infobae el conflicto surgió cuando el cardenal de Chicago, Blase Cupich, nominó al senador demócrata de Illinois, Dick Durbin para un premio por su labor en favor de los inmigrantes. Durbin, católico practicante, ha sido un defensor acérrimo del ‘derecho’ al aborto, lo que le valió una prohibición de recibir la comunión en su diócesis natal de Springfield desde 2004, impuesta por el obispo Thomas Paprocki.
La nominación desató críticas de obispos conservadores quienes argumentaron que honrar a Durbin es contrario a la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto. En respuesta, Durbin declinó el premio y Cupich lamentó la «polarización» que deja a los católicos estadounidenses.
En una entrevista a EWTN News, el Pontífice reconoció que eran temas complejos, pero sus contriversiales palabras fueron estas: «Alguien que dice ‘estoy en contra del aborto pero estoy a favor de la pena de muerte’ no es realmente provida. Alguien que dice ‘estoy en contra del aborto, pero estoy de acuerdo con el trato inhumano a los inmigrantes en Estados Unidos’, no sé si eso es provida».
Esta comparación, aunque bien intencionada en su llamado a una «ética integral», comete un error fundamental: trata temas dispares como si fueran equivalentes, restando peso a la gravedad única del aborto en la moral católica. La doctrina de la Iglesia es clara y ha sido reiterada por pontífices anteriores, desde san Juan Pablo II en Evangelium Vitae hasta Francisco quien calificó el aborto como un «asesinato».
El aborto implica la terminación directa e intencional de una vida humana inocente en su etapa más vulnerable: el no nacido. No es comparable a la pena de muerte que, aunque ahora declarada «inadmisible» por el Catecismo de la Iglesia católica, históricamente se permitía en casos extremos para proteger a la sociedad de criminales convictos. La pena capital, por controvertida que sea, se aplica a individuos culpables tras un proceso judicial, no a inocentes indefensos. Equiparar ambos diluye la urgencia moral del aborto, convirtiéndolo en un “bullet” más en una lista de «cuestiones éticas».
Del mismo modo, el maltrato a inmigrantes, un problema real y denunciado por el Vaticano como una violación del mandato bíblico de «acoger al extranjero», no equivale a la destrucción sistemática de vidas en el útero. La administración Trump, criticada implícitamente por el Papa, ha intensificado las políticas migratorias, pero la secretaria de prensa Karoline Leavitt defendió que se aplican «de la manera más humana posible».
Más allá de la política, el punto es que la inmigración involucra derechos humanos y justicia social, pero no el acto intrínsecamente malvado de acabar con una vida en formación. Al mezclar estos temas, el Papa parece adoptar un enfoque «seamless garment» (manto sin costuras), popularizado por el cardenal arzobispo de Chicago Joseph Bernardin en los años 80 que busca una consistencia vital en todos los frentes. Sin embargo, este enfoque ha sido criticado por relativizar el aborto, permitiendo que políticos pro-aborto como Durbin o el expresidente Biden reciban honores o comunión sin mayor conforntación por relativizar el aborto.
¿Está el Papa defendiendo la vida o adaptando la fe a un contexto político estadounidense dividido? León XIV, oriundo de Chicago, conoce bien las tensiones entre demócratas y republicanos, pero al cuestionar a los «conservadores provida» por sus supuestas contradicciones, ignora que muchos en ese movimiento también abogan por la abolición de la pena de muerte y un trato digno a los inmigrantes. El verdadero problema no es la hipocresía de unos pocos, sino la erosión de la defensa incondicional del no nacido como valor esencial de la fe católica.
La Iglesia no puede permitirse esta ambigüedad. En un país donde el aborto sigue siendo legal en muchos estados y donde figuras como Durbin lo promueven, la voz papal debería ser un faro por la vida desde la concepción. Como católicos, debemos recordar las palabras de Juan Pablo II: «La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción». Eso es ser verdaderamente provida: priorizar al más vulnerable sin diluciones ni comparaciones que resten fuerza a esta verdad perenne.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
