La búsqueda de Lorenza

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Víctor Ulín / Arquimedios Guadalajara.- Su esposo e hijo hicieron lo que les dictó el instinto y el amor, sin tiempo para razonar: tratar de evitar que a Lorenza Cano Flores la secuestraran el lunes 15 de enero.

Miguel –padre e hijo con el mismo nombre–, no pudieron impedir que a Lorenza, de 55 años, esposa y madre, un comando la sacara a la fuerza de su casa. Los mataron a balazos. Con alevosía y crueldad. Lorenza Cano sólo quería encontrar a su hermano José Francisco, desaparecido desde el 17 de agosto de 2018 en Salamanca, Guanajuato, México. Es el amor de una hermana por su hermano. El amor de una madre por sus hijos.
Desde entonces, Lorenza participó incansable en el Colectivo Salamanca Unidos Buscando Desaparecidos. Había perdido a su hermano, y este 15 de enero unos extraños le mataron a su esposo e hijo en casa.

Lorenza Cano –como las del Colectivo Madres Buscadoras de Jalisco que saben y comparten el sufrimiento de perder a un hijo o un hermano– no pidió ser buscadora para suplir la incapacidad de las autoridades de Guanajuato y del país. Lorenza Cano ni las miles de madres buscadoras pretenden desafiar o enfrentar a la delincuencia organizada. Sólo quieren de vuelta a los suyos, así sea solo los huesos para darles una cristiana sepultura y descansar en paz. Sin deseos de venganza.

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Son madres, esposas, hijos o hijas. No son soldados ni policías. No están armadas ni buscan castigar al que desapareció a su familiar. Sólo quieren encontrarlos. Sepultarlos en una lápida que tenga su nombre.
Su lucha es su lucha. Están solas. Únicamente acompañadas por nuestras voces desde aquí, y la indiferencia del resto que no dimensiona la tragedia hasta que la vive.

Si no es el gobernador que como el de Jalisco, Enrique Alfaro, usó de pretexto la emboscada en contra de unos oficiales que iban a dar fe de una presunta fosa clandestina en Tlajomulco, para quitarles el apoyo a las madres buscadoras, es el Gobierno Federal que politiza una causa justa para desentenderse de su responsabilidad de ofrecer seguridad.

Ese lunes 15 de enero, Lorenza Cano tenía el derecho de estar en casa con su esposo y su hijo Miguel. La habían visitado para pasar juntos las fiestas navideñas y no pudieron volver a su trabajo en los Estados Unidos. No podrán tampoco verla de nuevo si apareciera viva.

Me reprimo recrear la imagen del momento que debió vivir Lorenza cuando se la llevaron y observó los cuerpos inertes de su esposo e hijo.
Es mejor quedarnos con la fotografía que se viralizó en los medios y las redes sociales posterior a su secuestro, para pedir su aparición con vida: está sonriendo. Una sonrisa que debió nacer en un momento de felicidad, antes de sus tres tragedias. Antes de que todos nos sintiéramos un poco culpables.

Que por lo menos sepa Lorenza Cano Flores, donde quiera que esté –y todas las madres buscadoras– que la acompañamos con nuestras voces, que no se callen nunca más: ¡No está sola! Su búsqueda es también la nuestra.

 

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