Feliz año 2024 arquidiócesis de México. Como siempre, este nuevo tiempo aspira a ser de gracia y bendición, especialmente cuando, después de una infecunda, desvanecida y olvidada visita pastoral, nuestra arquidiócesis pretende toda una serie de eventos que sólo llegan a un puñado de fieles, entre esos, una asamblea arquidiocesana, todo en el estilo de la vía sinodal, en este fin de los tiempos del arzobispo Aguiar quien ha celebrado su cumpleaños 74.
Mientras un enjuto obispo auxiliar llama infecundamente a “fortalecer” el sentido de pertenencia a la arquidiócesis de México, la peregrinación arquidiocesana sobrevive de milagro gracias a la esperanza de los fieles que ven en este momento una oportunidad de poner a los pies de la Virgen Inmaculada, el destino de esta Iglesia que languidece. Desde su llegada al arzobispado de México, Aguiar, a diferencia de otros obispos y cardenales del país, no peregrina con su pueblo. El pretexto, que ya nadie cree, es que él, “como custodio de la imagen de Juan Diego”, debe recibir a los fieles. Ya se conoce la aversión del arzobispo a las incomodidades y aglomeraciones, pero lo que es más triste y grave es ver en lo que se ha convertido este evento que, en su momento, fue una gran fiesta.
Y en esto hay quienes quieren ver su agosto en enero. ¿Estas preparado para la peregrinación? ¡Aparta tu sudadera y playera! El stock almacena sudaderas en varios colores (sujeto a disponibilidad) por 400 pesos y diversas tallas desde pequeña hasta XXL; si el presupuesto no estira, busquemos algos más discretos, en existencia, playeras de algodón por 200 pesos. Y por aquello de la diversidad, la amplia gama de colores incluye “menta, fiusha y vino”. Si no hay posibilidades de pago único, la benevolencia de los líderes de catequesis ha considerado la cuesta de enero para pagar a plazos la preciada prenda para lucir bien en la peregrinación.
El agotado discurso de la sinodalidad, eso de “caminar juntos” es puro cliché en este arzobispado. En estos cinco años del arzobispo Aguiar, la peregrinación ha venido de lo malo a lo peor. Lo recordamos: Montajes pregrabados para simular, reparto de pases y boletos para seleccionados grupos de personas escogidas por decanatos y vicarías, convocatorias simuladas y ahora, sudaderas de 400 pesos. Por cierto, en caso de que algún catequista o fiel esté pasado de kilos, la talla XXL tiene un costo adicional de ¡25 pesos! Para algunos, desgracia; para otros, riqueza.
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Si la peregrinación arquidiocesana ha caído en la desgracia, ahora carga otra situación más dolorosa. Nada más penoso que constatar que los abusos sexuales no cesan y persisten. Esta semana, medios nacionales publicaron la foto de un depredador, el padre Sergio González Guerrero, de una de estas nuevas generaciones ordenadas por el bien amado arzobispo Aguiar. Pero lo de Sergio no es reciente. Previo a su ordenación, ocurrida el 6 de agosto de 2020, en una tristísima celebración a puerta cerrada por tiempos de pandemia, un grupo de apenas ocho diáconos albergaba al futuro presbítero de quien se habían advertido los serios problemas que arrastraba y que, de ordenarse, arruinarían a una comunidad o destruirían la vida de cualquier persona que se topara con él. Le decían “La Corcholata”, no para ser destapado a una candidatura, sino por estar pegado a la botella. Y es que el padre Sergio tiene graves problemas con su forma de beber. No obstante las advertencias y las objeciones, la pregunta de “¿saben si son dignos?” del arzobispo Aguiar valió poca cosa y no impidió coronarlo con el orden. Sus primeros años de ministerio transcurrieron con los altibajos propios de su adicción al alcohol hasta el punto de consumar el abuso sexual a un ahijado según consta.
El escándalo estalló cuando, en la nota policial, aparecía el padrecito de negro. A pesar de las solicitudes de información, la noticia debería sacarse inmediato y para eso, las evasivas por la ineptitud del director de comunicación social del arzobispado fueron el recurso típico de los medios edulcorados del arzobispado de México: negar todo con el “no tenemos información”, a pesar de que el pasquín electrónico llamado Desde la fe dio todos los pormenores de la supuesta vocación divina de un demonio.
Lo de Sergio es apenas un caso de la desastrosa realidad en la arquidiócesis de México. Hoy, so pena de no renovar las licencias ministeriales, el grupo compacto de Aguiar Retes exige a los sacerdotes cursar el infructuoso curso de protocolo de intervención por caso de abuso sexual de niño, niña, adolescente o persona vulnerable a cargo de un departamento que parece estar de adorno: el de protección a menores a cargo de la gris licenciada Zaira Noemí Rosales Ortega que ya no sabe cómo sacar a flote el fracaso de esos cursos, con un costo de 150 pesos con material patrocinado gratuitamente por Adveniat y Die Sternsinger Kindermissionwerk. Ahora, lo que no se pudo por convicción, se propone por obligación en franca sinodalidad, pero eso no es el problema. ¿Cuántos más en este momento están agrediendo y abusando de forma cínica e impune, apareciendo como santos en el altar, pero como verdaderos demonios en la cama? A través de este blog hemos denunciado estos casos y, otros más, nos han llegado gracias a las pruebas que los pervertidos han acumulado por el uso de mensajería. A pesar de todo, de cursos y protocolos, las cosas parecen agravarse más. Y en la arquidiócesis de México parece que algo escala a niveles superiores. ¿Recuerda el amable lector toda esa parafernalia al inicio de este gobierno arzobispal cuando se anunció la instalación de grupo a cargo de la atención de abusos? Una, fue traicionada por su querido arzobispo; otro, sacerdote, vive oculto en las sombras y el tercero, una víctima de abusos, aparece sin pena, ni gloria cuando todo esto sigue explotando.
Toda esa putridez solo se desparrama, especialmente cuando en las recientes generaciones, algunos han presumido la supuesta “amistad con don Carlos” para cometer toda clase de abusos, de poder y sexuales. En esta era donde todo se sube a redes, efectivamente, todo se sabe, pero ¿quiénes son los encubridores?
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Este 18 de enero, el exrector de Basílica de Guadalupe, Salvador Martínez Ávila llega a su nuevo destino, la parroquia de Nuestra de San Juan de los Lagos, la “Sanjuanita”, en la III zona de pastoral. Como se recordará, el relevo de monseñor Salvador fue anunciado por avisero al Cabildo guadalupano. El 20 de septiembre, vio su caída ante un impresentable y cuestionado títere de Aguiar, el ahora rector Efraín Hernández Díaz, bien conocido por sus “cañonazos” a la economía del arzobispado, de esos que gustan al arzobispo Aguiar, para ser recompensado con uno de los cargos más destacados en el arzobispado de México.
Pero del padre Salvador Martínez bien valen unas palabras. Llegó a la rectoría del Santuario Nacional en 2018. Su designación despertó grandes expectativas, sobre todo, por su experiencia. Convencido de la obediencia y docilidad a los superiores, cosa que quiso transmitir a las generaciones sacerdotales, era un convencido de que la opinión crítica podía ser riesgosa para los futuros ministros. Al llegar a la rectoría de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe coincidió con antiguos colaboradores, contemporáneos e incluso alumnos, uno de ellos quien fue su mancuerna como vicerrector en el SCM, el canónigo Juan Castillo Hernández, segundo penitenciario y director de la pastoral profética del Tepeyac.
Pero pronto, experimentó quién es realmente Aguiar y supo de lo que es capaz. Son conocidas las discrepancias y desacuerdos de monseñor Salvador Martínez al seno del Consejo episcopal. Era de los pocos quienes manifestaban sus desacuerdos ante la dura mirada del seco y encerado arzobispo. Sin embargo, este rector tuvo todo en su contra. Para el experto en Biblia, quizá leer las plagas del Antiguo Testamento fue lo mismo que pasar por el santuario. Una pandemia que le obligó a cerrar las puertas de Basílica, lidiar con los faraones para sacar a flote la nave, la caída de los recursos financieros, batallas al interior del Cabildo, decretar la expulsión de un canónigo, monseñor Juan de Dios Olvera Delgadillo, cuya situación ha rayado en la injusticia, soportar las intrigas palaciegas propiciadas por los personeros de Carlos Aguiar y, por si fuera poco, vivir en carne propia el dolor de la peste por el covid-19 que puso en riesgo su salud y vida.
Don Salvador ahora va a una misión menos ingrata y más satisfactoria: Ser párroco. Por lo pronto, su paso por la INBG marcó un antes y un después. Es el único rector, después de Guillermo Schulemburg, sin reelección para un segundo período; es el primer rector cuyo sucesor fue impuesto gracias a la “visión sinodal” del arzobispo Aguiar y es el rector que enfrentó condiciones adversas como ningún otro desde que existen los rectores en la INBG; ver con dolor, la hoguera de vanidades y el nido de intrigas que Aguiar Retes ha propiciado en un cabildo guadalupano que se cae a pedazos y con una Basílica secuestrada. De eso, hablaremos en otra ocasión.
Tenemos que sustituir la Religión por el Evangelio, tal como aconsejaba el inolvidable teólogo José María Castillo en su obra «Declive de la Religión, futuro del Evangelio».
Si Gazanini fuera clérigo, hoy estaría maniatado-guillotinado
Desde tu formación en el SCM (Filosofía) de aquellos años, te recuerdo por ser una persona con percepcion propia de tu entorno. Pasaron los años (casi plantear décadas) y supe de tu redireción hacia la abogacía, después en la revista Religión Digital en más de 13 años (si no me falla la memoria)
No recordaba el nombre de aquella revista y solo tu apelido; bueno, el caso es que ya redireccioné y tendré el gusto de volverte a leer (no soy asiduo a las noticias de mi Iglesia mexicana actual con la frecuencia que quisiera) pero supe del cambio de rector de la Basílica de Guadalupe y así con el «buscador» para conocer ese cambio. te encontré con esa noticia)
Te dejo y es un honor poder leer tus escritos y el análisis de nuestra Iglesia y los soterrados movimintos que no todos pueden percibir. (quité información personal porque no sé si «al publicar» lo que escribo es de dominio público)
SALUDOS
Estimado maestro, gracias por su comentario.
Desde luego, sus palabras me animan y dan entereza especialmente viniendo de usted, asertivo y gran formador de conciencias y del espíritu. Estaré escribiéndole para tener mejor comunicación.
Mi gran consideración y respeto con mi saludo agradecido por todo lo que nos dio en esos grandes años de la formación filosófica.
Guillermo.