Editorial Centro Católico Multimedial. Francisco y los francisquistas

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Editorial CCM / Tras la muerte del Papa Francisco, ocurrida en el lunes de pascua 2025, la Iglesia católica, políticos y muchos sectores sociales se volcaron a rendir un sentido homenaje al pastor que ahora está ante el tribunal divino que le recompensará por su fe y buenas obras.

Aún cuando la mayoría de los medios ha prodigado loas y admite este pontificado como un parteaguas, también es de reconocer que es de los más polarizantes, quizá no visto desde la etapa posconciliar cuando, incluso, un gravísimo cisma desgajo la unidad eclesial y fue de los problemas más graves que enfrentó el Papa santo, Pablo VI.

Francisco fue admirado por su estilo pastoral, marcado por gestos de humildad y de lenguaje accesible, a menudo más coloquial que teológico. Sus gestos admiraron a muchos, dejó el boato y símbolos papales que eran propios de un monarca que de pastor.  Francisco buscó acercar la Iglesia a las periferias y enfatizar la misericordia, sus posturas y las de sus seguidores más fervientes, denominados «francisquistas», fueron señaladas por apartarse de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia, causando cierta confusión doctrinal, debilitando la autoridad magisterial y acentuando la ventaja que quieren obtener ciertos sectores tildados de progresistas.

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El difunto Papa priorizó una imagen de simplicidad, desde su rechazo a las vestimentas papales más ornamentadas hasta su énfasis en temas como la ecología, fraternidad y la justicia social. Desafortunadamente, estos gestos de apertura fueron tomados por sectores radicales que plantearon, conforme a sus intereses, que Francisco era un papa “progre” inclinado al ecologismo, animalismo, homosexualismo y hasta el comunismo. Documentos como Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020) reflejan su compromiso con cuestiones globales, resonando en audiencias seculares particularmente líderes políticos y grupos, como los masones, que aplauden al Papa, pero tiene un odio profundo al Evangelio, la doctrina social de la Iglesia y a la moral cristiana.

Un ejemplo fue la exhortación apostólica Amoris Laetitia (2016), donde Francisco aborda la pastoral de los divorciados vueltos a casar. La sugerencia de que, en ciertos casos, estas personas podrían acceder a los sacramentos ha sido interpretada por algunos como un debilitamiento de la indisolubilidad del matrimonio, un pilar de la enseñanza católica. La ausencia de claridad llevó a interpretaciones dispares entre diócesis, con algunos obispos permitiendo prácticas que otros consideran contrarias al magisterio, en esto están las bendiciones a parejas del mismo sexo y aceptar la posibilidad de la comunión a las parejas que viven en franco adulterio.

Los denominados «francisquistas» —teólogos, clérigos y laicos que defienden con entusiasmo la visión de Francisco— argumentan que su pontificado representa una necesaria renovación de la Iglesia, adaptándola a los desafíos del siglo XXI. Bajo la bandera del sinodalismo, promueven una Iglesia más inclusiva, menos centrada en normas rígidas y más enfocada en el acompañamiento pastoral. Sin embargo, críticos dentro y fuera de la Iglesia señalan que esta postura a menudo cruza la línea hacia el relativismo, confusión pastoral, apertura a la agenda woke y  respaldo sin condiciones de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que no empatan con la Doctrina Social de la Iglesia.

Algunos francisquistas han abogado por revisar las enseñanzas sobre la sexualidad humana, cuestionando la postura de la Iglesia sobre temas como la homosexualidad o la anticoncepción siendo un encontronazo irreconciliable con documentos magisteriales como la Humanae Vitae (1968) de Pablo VI o el Catecismo de la Iglesia Católica, que reafirman la visión tradicional de la moral sexual. La percepción de que Francisco toleró o incluso fomentó estas discusiones ha alimentado la narrativa de una ruptura con la tradición.

La ausencia del Papa nos ha dejado en un punto que los especialistas aun discuten y si el futuro de la Iglesia será más positivo tras Francisco. En México, los obispos han tratado de caminar de forma uniforme planteando la idea de la Iglesia sinodal, pero en la práctica, hay limitaciones serias muchas veces impuestas por una realidad cruda y violenta.

Francisco ha muerto y ahora toca responder a su legado. No dejan de ser evidentes las controversias, pero una cosa es clara, más allá de Francisco y los francisquistas, “progres o tradicionalistas”, la Iglesia es un “hospital de campaña”, cierto, donde se acoge al descartado, pero también donde se anuncia el Evangelio.

Gracias Papa Francisco.

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