Esta semana, la provincia eclesiástica de Morelia realizó un encuentro que reunió a los obispos de las diócesis de Apatzingán, Ciudad Lázaro Cárdenas, Tacámbaro, Zamora y el propio arzobispado además de decenas de fieles laicos, presbiterio y vida consagrada para reflexionar en temas fundamentales como la paz, el cuidado de la creación y la familia.
Correspondió el Cristóbal Ascencio García, obispo de Apatzingán, dirigir una firme y profética homilía sobre la familia. Una apretada síntesis permite recordar las esperanzas y preocupantes riesgos que el prelado advierte, especialmente en estos momentos de fragilidad que viven diferentes comunidades de Michoacán y del país cuando la paz está comprometida y todos han sufrido el impacto directo de esta tremenda violencia provocada por la indolencia de las autoridades y la ausencia del estado de derecho.
Cristóbal Ascencio enunció en su homilía las dramáticas condiciones que viven familias enteras al verse desplazadas de sus lugares de origen por el miedo debido a balaceras o las múltiples violencias, advirtiendo, además, que la Iglesia católica debe insistir en esfuerzos y acciones más comprometidas para abrazar a las familias que sufren por hambre, enfermedad, desplazamiento, ancianidad o pobreza: “Necesitamos preocuparnos por los más vulnerables, tenemos el deber de cuidar no solo la vida física, sino también la vida interior, amenazada por ideologías nocivas, deformadoras y destructoras”, señaló el prelado quien, además insistió en la defensa de la vida desde el vientre materno ante los “modernos Herodes” que buscan relativizar la vida poniendo por encima sus convicciones políticas y, además, tocó un punto difícil y escandaloso: el tráfico de niños con propósitos perversos “que muchas veces, no dicen los medios, pero se está dando en el país”.
“Es necesario, más que nunca, que la familia luzca y sea puesta en alto”, efectivamente, cada familia es fuente de luz y de vida, como dijo el obispo, especialmente en momentos de oscuridad y de confusión que vive este país. A pesar del reparto indiscriminado de recursos a través de programas sociales, México adolece de una auténtica política y acciones para el fomento, protección y crecimiento de los lazos familiares.
Resulta evidente que la familia es de las células sociales menos protegidas desde las acciones de gobierno. En la administración que concluye, aunque desde la presidencia de la República se han dado comentarios para encumbrar a la familia como fuente de valores, la realidad es otra. Por ejemplo, en 2023, de acuerdo con el Instituto Nacional de Geografía y Estadística, México sufre un aumento en la incidencia de suicidios. “En 2017, la tasa de suicidio fue de 5.3 por cada 100 mil habitantes (6 494); para 2022, de 6.3 (8 123). Esto equivale a 1 629 suicidios más en 2022 con respecto a los ocurridos en 2017”.
Por otro lado, el Observatorio Nacional de la Familia, dependiente del Centro de Estudios de Familia, Bioética y Sociedad de la Universidad Pontificia de México, en su reporte bimestral 1 de junio al 15 de agosto, enunció los fenómenos que inciden en la familia destacando las orfandades que se generan debido a las desapariciones forzadas, 159 mil niñas y niños viven esta situación, huérfanos por haber perdido a sus padres; le sigue el consumo de drogas, especialmente de la metanfetaminas, la despenalización del aborto, la aprobación de legislaciones sobre “voluntades anticipadas” para acortar la vida de los pacientes en la fase terminal, el trabajo y el abuso sexual infantil que se da, de manera alarmante, al seno de las misma familia por parientes cercanos a las víctimas y la disminución de la maternidad cuando las madres mexicanas optan, en el mejor de los casos, a tener un solo hijo.
No hay duda de que la familia es, por un lado, apreciada, valorada y ensalzada; sin embargo, por el otro, está tremendamente sacudida al punto de verse absolutamente al borde de la desintegración y desaparición. Para muchos, ha dejado de ser la célula esencial de la sociedad para convertirse en una institución relativa sin importancia o impacto. Al concluir esta administración federal, puede decirse que ha fallado en procurar acciones efectivas que blinden la institución familiar privilegiando otras agendas ideológicas para socavarla desde los cimientos. Es cierto, la administración de la “transformación” también se convirtió en uno de esos Herodes modernos.