Williams Esteban Torres Moya / Arquimedios Guadalajara.- La historia de la Iglesia católica está marcada por la valentía y la fe inquebrantable de tantos mártires que han entregado sus vidas en testimonio de su amor y fidelidad a Dios. Entre estos hombres valientes se encuentran san Justino Orona y san José María Robles, dos Sacerdotes mexicanos cuya vida y martirio son un poderoso ejemplo de la profunda conexión entre la fe cristiana y la Eucaristía.
SAN JUSTINO ORONA MADRIGAL
San Justino Orona Madrigal nació el 14 de abril de 1877 en Atoyac, Jalisco. Desde una edad temprana, mostró una profunda piedad y un fuerte deseo de servir a Cristo. Fue ordenado Sacerdote en 1904 y dedicó su vida a la pastoral en diversas comunidades, siempre demostrando un amor auténtico por la Eucaristía.
La vida de san Justino estuvo marcada por tiempos de persecución religiosa, particularmente durante la Guerra Cristera (1926-1929), cuando el gobierno mexicano impuso severas restricciones a la práctica de la religión católica. A pesar de los peligros, san Justino continuó celebrando la Misa en secreto y distribuyendo la Eucaristía entre los fieles.
El 1º de julio de 1928 fue arrestado por las autoridades durante una de sus Misas clandestinas. Fue brutalmente torturado y, finalmente, martirizado por su insistencia en celebrar y distribuir la Eucaristía. Su muerte fue un testimonio de su inquebrantable fe y profunda conexión con el sacramento más sagrado de la Iglesia, la Eucaristía.
SAN JOSÉ MARÍA ROBLES
San José María Robles Hurtado, nacido el 3 de mayo de 1888 en Mascota, Jalisco, es otro destacado santo mártir de la Eucaristía. Desde joven mostró una devoción especial hacia la Virgen María y la Eucaristía. Fue ordenado Sacerdote en 1913 y dedicó su vida a fervorosos esfuerzos pastorales.
San Justino vivió durante la intensa persecución de la Guerra Cristera. A pesar de las prohibiciones gubernamentales, continuó celebrando la Misa y fortaleciendo a la comunidad de fieles con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Conocido por su carisma, fundó la Congregación de las Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado, una comunidad religiosa dedicada a la adoración Eucarística y a la educación.
El 26 de junio de 1927, san José María fue capturado por las fuerzas gubernamentales. Antes de su ejecución, celebró su última Misa, mostrando así su dedicación hasta el final. Fue ahorcado, muriendo con la Eucaristía en su corazón y en sus labios, dejando un legado de valentía, fe, y amor por el sacramento.
ENSEÑANZAS:
- Para estos santos mártires como para todo discípulo de Cristo, la Eucaristía es el centro de su vida cristiana.
- La Eucaristía encuentra su máxima expresión en la entrega de su propia vida.
- El mundo puede ser transformado por el amor sacrificial y la presencia real de Cristo en la Eucaristía.