
Estamos viviendo días de una gran presencia de Papa Francisco en la prensa italiana con el argumento del ya famoso «ius soli». Su posición ha entrado de lleno en el debate político italiano, se llega a decir que o se piensa como el Papa en sus opiniones políticas o no se es católico, qué cosas tenemos que oír. El mundo que vivimos es de una gran cantidad y rapidez de información. Estamos muy saturados de palabras, todos hablan, todos opinan de todo y cada día tenemos ríos de tinta que nos bombardean. Fue Pablo VI el que dijo que han pasado los tiempos de los maestros y hacen falta testigos. Ya nadie cree a las palabras en las que nos perdemos cada día. Lo que estamos viendo es como se remarcan las contradicciones entre lo que el Papa dice, «es un buen predicador» y los que hace que es más bien poco y contradictorio. Es fácil querer a los que están lejos y por teléfono y «olvidarse» de los que están en la habitación de al lado, el amor al prójimo y la misericordia parece que son otra cosa. Se pretende que Italia cambie sus leyes y el estado, del que el Papa Francisco es monarca absoluto, no cambia una coma en sus leyes que permita acoger emigrantes. es cierto que es un territorio pequeño y que causaría muchas molestias pero también es cierto que posee grandes propiedades extraterritoriales en la periferia romana, mucho más grandes que la ciudad del vaticano y absolutamente inútiles y sin uso que podían acoger miles de personas y concederles la ciudadanía vaticana. Esto no se hace y por eso nadie cree en las palabras. Para ser concretos, las villas de Castengandolfo, a unos 25 kilómetros de Roma son más extensas que la ciudad del Vaticano, el Papa Pio XII acogió dentro de sus muros a miles de perseguidos de la segunda guerra mundial y muchos pequeños nacieron en su propia cama. El antiguo campo de antenas de radio vaticana, en una de las zonas más caras de Roma, es 10 veces la ciudad del Vaticano y está vacío, rodeado de kilómetros de muros protegidos por los gendarmes pontificios. Y podríamos seguir….
El Isis amenaza de nuevo a Italia y muy especialmente al Vaticano. El jefe de la guardia suiza, que algo sabrá, dice que un ataque al Vaticano es sólo cuestión de tiempo.
Que la reforma litúrgica es irreversible es claro. La historia no tiene marchas atrás y jamás se para, pero no se puede pensar que es inamovible. Que las cosas cambian lo demuestra la propia reforma litúrgica, el pensar que estamos en un punto final es absurdo, no es la primera reforma de la historia y no será la última.
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