El Papa Francisco, de nuevo en la ventana del Palacio Apostólico, apareció con buen aspecto pero con dificultad para respirar después de estar hospitalizado durante diez días. Además de los mantras habituales invitándonos a una ecología del corazón -si no sale la palabreja no somos progres- , presente la catástrofe en Alemania, los disturbios en Sudáfrica y el diálogo entre cubanos: “También estoy cerca del querido pueblo cubano en estos momentos difíciles, en particular de las familias que más los sufren. Ruego al Señor que le ayude a construir una sociedad cada vez más justa y fraterna en la paz, el diálogo y la solidaridad. Insto a todos los cubanos a que se confíen a la protección materna de la Virgen María de la Caridad del Cobre. Ella los acompañará en este camino». En cuba llevan decenios sufriendo una prisión forzada en manos de asesinos y delincuentes. Antes o después el régimen genocida cubano, y otros similares, caerán, torres más altas han caído y estas genéricas invitaciones se verán cómo lo que son, cobardes y sin sentido. No podemos imaginar al Papa Francisco, ¿o sí?, recomendando a los judíos masacrados en los campos de concentración: «Ruego al Señor que le ayude a construir una sociedad cada vez más justa y fraterna en la paz, el diálogo y la solidaridad».
En la prensa del régimen, y la escasa adicta al régimen, reina el silencio ante la emanación de ‘Traditiones Custodes’, en las páginas de información religiosa libre se ha desatado la tormenta perfecta y los pocos afectos, muy pocos, que le quedaban al Papa Francisco se han extinguido. Lo cierto es que todo lo que el Papa Benedicto XVI pretendía con el Summorum pontificum se pierde, se abandona o se destruye. El camino claramente señalado «sobre cómo proceder en las diócesis» busca la extinción: «procurar, por un lado, el bien de aquellos que están arraigados en la forma de celebración anterior y necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II «, «por otro lado, interrumpiendo la erección de nuevas parroquias personales, ligadas más al deseo y voluntad de los sacerdotes individuales que a la necesidad real del» santo pueblo fiel de Dios «».
Hay miedo, mucho miedo a perder esta embestida final de los defensores de espíritu del concilio. Mons. Viganò, el fake, presenta: «La mirada, la puerta del corazón. Neorrealismo entre memoria y actualidad», en donde el Papa Francisco aparece como gran admirador del neorrealismo: “Las películas del neorrealismo formaron nuestros corazones y aún pueden hacerlo. Diría más: esas películas nos enseñaron a mirar la realidad con nuevos ojos. ¡Cuánta necesidad tenemos hoy de aprender a mirar!». Ese realismo que tanto gusta al Papa Francisco en el cine parece que no le agrada en la realidad. Cuando se tiene miedo a la libertad, cómo pasa con los regímenes amigos del Papa Francisco, antes o después quedará en evidencia que la partida está perdida. Las manipulaciones, las estrategias, las mentiras, las imposiciones forzadas causan mucho dolor, pero siempre vienen con fecha de caducidad.
La situación de extinción que viven innumerables instituciones de la iglesia católica no tiene precedentes y en muchos casos será irreversible. Veremos, ya lo estamos viendo, como instituciones seculares se extinguen ante la falta de vocaciones, los fieles han huido de las iglesias y el pequeño resto se inclina claramente por las tendencias llamadas por algunos conservadoras, por otros simplemente católicas. En estos años hemos visto cómo lo único que crece en la iglesia son las órdenes, congregaciones y grupos de fieles que son fieles a la tradición, todo lo demás, todo, sin excepción se muere y ahora de forma muy rápida. El traditiones custodes, y cosas similares, intentan forzar a todos a un camino que lleva a la extinción de lo poco que nos queda con vida, no sucederá, la verdadera tradición es mucho más fuerte que los humanos mortales, que las modas del momento, y es lo llamado a permanecer.
Es muy triste no querer aceptar el fracaso, estas imposiciones no devolverán a los fieles a las iglesias vaciadas de lo sagrado. Este motu proprio, tarde o temprano acabará en el olvido de la historia y será estudiado como un dato más de los tiempos de confusión en los que estamos. Mariano Magrassi (1930-2004), obispo liturgista, repetía a menudo: «El Vaticano II es como el tren que camina sobre dos vías, que, en este caso, son: la reforma eclesial y la litúrgica. Si se quita una vía, el tren se descarrila». El miedo a un «descarrilamiento» parece surgir cuando el Papa Francisco se refiere a las respuestas a un cuestionario sobre el problema. “Las respuestas recibidas revelaron una situación que me duele y me preocupa, confirmando la necesidad de intervenir”.
El Papa Francisco defiende que el Concilio “produjo un movimiento de renovación que simplemente proviene del Evangelio mismo. Los frutos son enormes. Solo recuerda la liturgia. La obra de la reforma litúrgica fue un servicio al pueblo como una relectura del Evangelio a partir de una situación histórica concreta. Sí, hay líneas de hermenéutica de continuidad y discontinuidad, pero una cosa está clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada hoy que ha sido propia del Concilio es absolutamente irreversible». Es un mal muy común el creerse el centro de la historia, él no va más, pensar que no hay nada antes de nosotros y que somos tan listos que impondremos a las generaciones venideras nuestras iluminaciones irreversibles.
Hoy dejamos a un lado las noticias, las hay, sobre el escándalo perpetuo que se vive en el Vaticano. No hay especiales novedades.
Lo más doloroso es el sufrimiento de tantos fieles que no pueden entender ataques tan gratuitos y absurdos a las cosas sagradas por quienes deberían custodiarlas, solo custodiarlas, no crearlas y mucho menos destruirlas, porque no son suyas. Tomás Moro, apóstol del buen humor: Todo lo que Él quiere, por muy malo que parezca, es en realidad lo mejor», no existe nada que impida una sonrisa, que justifique el pesimismo o el mal humor. Estamos seguros que lo que está sucediendo hará descubrir a tantos indiferentes la verdadera tradición que no se dedica a venerar cenizas, sino a transmitir la llama de la Fe, el inmenso regalo de Jesucristo muerto y resucitado y a celebrarlo con alegría.
«Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás».
Buena lectura.