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La campaña europea del rosario en su mejores momentos, el asesinato legal de Lambert, la ciudad de Dios.

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Las noticias de ayer echaban humo con el ya famoso rosario de Salvivi. La campaña electoral en Italia está entre el Papa Francisco, y sus chicos, y Salvini. El punto de choque fundamental siguen siendo los inmigrantes, o los señores migrantes y, como dato concreto, la situación de una de las barcas que espera un puerto donde atracar. Podemos terminar a farolazos como en el rosario de la aurora.

La situación inédita que estamos viviendo es la de un papa que entra de lleno en una campaña electoral. En tiempos no lejanos se evitaba la contienda y nos quedabamos en los principios morales que deben inspirar la lucha política. Ahora asistimos a una intervención directa y clara, por mucho que se quiera vestir de imparcialidad o defensa de unos presuntos valores. Las consecuencias son imprevisibles pero algunas ya las estamos viviendo. Si se entra en política se entra, se quiera o no, con las reglas de la lucha partidista y se tiene que estar dispuesto ser tratado como adversario. En esas estamos. Algunos piensan que el Papa Francisco proviene de una cultura politica argentina marcada por el peronismo que en Europa no entendemos. En la complicada Italia  al Papa Francisco se le ve como un leader de la izquierda comunista que pretende vestirla con un lenguaje extraño. La poca claridad de principios puede ser fruto de ignorancia o incapacidad pero en los mundos zurdos se ve con estrategia medida para obtener los objetivos deseados. Los obispos italianos, que de esto saben mucho más y sobre todo lo tienen que sufrir en la propia piel, están asustados. Siempre han tenido una gran capacidad para intuir la dirección del viento y ponerse a favor o a resguardo. Esta exposición descarada solo puede tener malas consecuencias. Alineados con las posiciones del Papa Francisco con entusiasmo no hay nadie. A la defensa ha salido Parolin, que se ve obligado por oficio a hacer estos papelones, y el portavoz padre Spadaro. Salvini está crecido porque sabe que cuenta con el respaldo in pectore de una gran parte del mundo católico que en público calla.

La prensa y los medios se limitan a constatar la polémica del rosario. Hacemos referencia de algunas de las noticias pero hoy la avalancha es enorme. El resto de partidos está desaparecido. Mientras tanto los verdaderos retos en la lucha por la vida en sus primeros momentos y en los últimos no parecen interesar a nadie y asistimos indiferentes al caso Lambert en Francia.

Terminamos con una referencia, siempre actual, del pensamiento de San Agustín en su Ciudad de Dios: “dos amores fundaron dos ciudades, es a saber: la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, la celestial el amor a Dios hasta llegar al desprecio del sí propio. La primera puso su gloria en sí misma, y la segunda, en el Señor; porque la una busca el honor y la gloria de los hombres, y la otra estima por suma gloria a Dios, testigo de su conciencia; aquélla, estribando en su vanagloria, ensalza su cabeza (Ps. 3,4); aquélla reina en sus príncipes o en las naciones a quienes sujetó la ambición de reinar; en ésta unos a otros se sirven con caridad, los directores, aconsejando y los súbditos, obedeciendo; aquélla en sus poderosos ama su propio poder; ésta dice a su Dios: a Vos, Señor, tengo de amar, que sois mi virtud y fortaleza (Ps. 17,2); y por eso en aquella sus labios, viviendo según el hombre, siguieron los bienes, o de su cuerpo, o de su alma, o los de ambos; y los que pudieron conocer a Dios: no le glorificaron como a Dios, ni le hicieron gracias, antes se desvanecieron entre sus pensamientos y se entenebreció su insensato corazón. Alardeando de sabios, embrutecieron; y trocaron la gloria del Dios inmortal por un simulacro de imagen de hombre corruptible y de volátiles, de cuadrúpedos y de reptiles; porque la adoración de tales imágenes y simulacros, o ellos fueron los que la enseñaron a las gentes, o ellos mismos siguieron e imitaron a otros, y adoraron y rindieron culto a la creatura antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos (I Rom. 21-23, 25). Pero en esta ciudad (la de Dios) no hay otra sabiduría humana sino la verdadera piedad y religión con que rectamente se adora al verdadero Dios, esperando por medio de la amable compañía de los santos, no sólo de los hombres, sino también de los ángeles: que sea Dios todas las cosas en todos (I Cor. 15, 28).

«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.»

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