El Vaticano en cónclave, la salud de Parolin, la campaña de Zuppi, en busca de 89 votos, ¿puede haber un Francisco II?, voto a distancia, la Santa Sede condenada en Londres, mirando al juicio final.

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El tema de la salud de futuro papa puede pesar mucho en su elección. Es absurdo pensar que podemos estar a favor o en contra de enfermedades, hay que ser cautelosos, pero lo nuestro en contar lo que vemos. Parolin no en un derroche de fuerza de la naturaleza, todo el mundo lo sabe, y un episodio de hipertensión en estos momentos es de lo más normal. Evidentemente necesitamos un papa fuerte y que dure un poco más de 33 días. Las alarmas en el Vaticano han saltado por todos los lados con las cosas de la hipertensión, menor en sí misma, pero representativa.  No es un tema menor y ya tenemos el desmentido rotundo e inmediato: «no hubo «ninguna» enfermedad para el cardenal Pietro Parolin» . El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, desmintió así los rumores que circularon ayer según los cuales el cardenal se habría sentido enfermo durante las reuniones cardenalicias y negó también que se haya recurrido a intervenciones de personal médico o de enfermería. El sitio web estadounidense Catholicvote había hablado de «una breve enfermedad» sufrida por el ex secretario de Estado , citando «fuentes dentro de la Santa Sede» e informando que Parolin se habría desmayado debido a «un episodio de hipertensión».

En el Aula Nueva del Sínodo , se ha celebrado la octava Congregación General preparatoria del Colegio Cardenalicio, en vista del próximo cónclave.  De los 180 cardenales presentes, más de 120 son cardenales electores, se produjeron 25 intervenciones.  En el centro del debate surgió con fuerza la cuestión de la evangelización, las intervenciones recordaron la necesidad de una Iglesia misionera, fraterna, en salida , capaz de anunciar el Evangelio con frescura, especialmente a los jóvenes, «a menudo alejados de los lenguajes eclesiales tradicionales». La congregación de cardenales precónclave continuará hoy  y se reunirán nuevamente el lunes y martes, el Cónclave comienza el miércoles. Todavía faltan «cuatro cardenales» electores, dos cardenales han comunicado su ausencia del Cónclave por «motivos de salud» : los cardenales Antonio Cañizares Llovera y John Njue -por lo que los cardenales electores suman actualmente 133, cuatro de los cuales aún no han llegado a Roma.

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Uno de los temas muy presentes en la congregaciones y en las conversaciones privadas de los cardenales en la catastrófica situación de las cuentas del Vaticano que a estas alturas nadie desmiente y el Papa Francisco se despidió con todas las alertas  encendidas.  Las cifras hablan por sí solas: el presupuesto de 2022 se cerró con un déficit de 78 millones de euros, que aumentó a 83 millones en 2023, mientras que para el año en curso se espera un déficit de alrededor de 70 millones. Y esto es lo más visible, quizás lo menos preocupante siéndolo mucho. Otras realidades como las pensiones y tantas otras son mucho peores y voluminosas. La esperanza, con pocas esperanzas por el momento,  es llenar el vacío con donaciones , empezando por el mencionado Óbolo de San Pedro.  El nuevo Papa tendrá que que empezar a estudiar los presupuestos: «Aquí las cosas van mal, todo el mundo lo sabe…». Lo más doloroso es que estará llamado a poner en marcha un plan de recorte de gastos estructurales y, dada la gravedad de la situación, no se puede descartar un recorte de personal.

En vísperas de la apertura de la Capilla Sixtina, son los 133 cardenales votantes y el quórum se reduce a 89. Parolin está en boca de todos, los Secretarios de Estado han sido elegidos pontífices muy raramente, con la excepción de Eugenio Pacelli en 1939 que tomó el nombre de Pío XII, la mayoría de las veces con poca experiencia pastoral en la guía de una diócesis. Parolin nunca tuvo ese papel, pero se le considera moderado y, como diplomático, aún conserva una dosis considerable de cautela, que algunos consideran importante después de un pontificado  como el de Francisco. Un “bergogliano de derecha”, simplifican algunos tomando prestadas categorías políticas, aunque no sería el único con esas características.

La Comunidad de Sant’Egidio hace su propia campaña, fundada por Andrea Riccardi, hoy es más bien una fortaleza de poder y dinero , a años luz de la fe auténtica. A lo largo de los años ha sabido ocultar hábilmente sus contradicciones, manteniendo en la sombra muchos de sus defectos. Andrea Riccardi recorre los apartamentos de la Piazza della Città Leonina y no solo eso. Sant’Egidio es una de las pocas realidades que sobrevivió a la gran eliminación de las realidades laicas bajo Francisco . Un dato inquietante, si se tiene en cuenta que la renovación querida por el Papa ha afectado a muchos movimientos eclesiales, “dejando intactos sólo aquellos que estaban alineados políticamente y aportaban dinero”.

Zuppi, presidente de la CEI, creció y se educó en la Comunidad y su vínculo con Andrea Riccardi es estrecho. Representa a esa Iglesia «social», que se nutre de eslóganes: «no es una mala persona, pero es el representante de un modelo eclesial alejado de Cristo y más cercano al “amémonos los unos a los otros”».  En las actividades relacionadas con los inmigrantes el interés pastoral parece subordinado al financiamiento.  Zuppi es el rostro de la intelectualidad eclesiástica de izquierda : culta, rica, perfectamente integrada con la élite, totalmente distante del pueblo real que actúa más como un partido que como una comunidad religiosa.  Incluso Riccardi saben bien que Zuppi no está a la altura, es incapaz de gobernar; si le preguntas algo, te dice que lo hará, que lo hará, pero luego no hace nada.  En su diócesis la mayoría del clero lo critica, solo el alcalde y Romano Prodi, su amigo personal, lo apoyan .

Entre los cardenales que desde hace días discuten sobre el futuro de la Iglesia tras el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, se extiende la convicción de que no puede haber un Francisco II. No se trata, obviamente, de un nombre pontificio, sino de cualidades humanas, espirituales y de carácter difícilmente replicables e identificables incluso en una asamblea electoral muy numerosa como la que se reunirá dentro de unos días en presencia del Juicio Final.  Para muchas eminencias el Papa Francisco fue: «Un rompecabezas envuelto en un misterio que yace dentro de un enigma». Todo el mundo en el Vaticano sabe perfectamente que Francisco tenía una personalidad controvertida y retorcida, a menudo difícil de descifrar incluso para sus colaboradores más cercanos; una doble cara de la misma moneda, la pública y la de gobierno. Supo encarnar perfectamente –quizás como ningún otro predecesor en los últimos tiempos– el papel de Soberano absoluto inflexible con quien se atrevía  a criticarlo aunque sea veladamente, a desaprobar tal o cual medida, a poner en duda algunas decisiones.  Hombre imprevisible en todo, elevó a la dignidad cardenalicia a simples sacerdotes misioneros pero también a obispos de diócesis microscópicas, dejando sin el capelo rojo a los titulares de megalópolis como Milán, Sydney, Los Ángeles o su propia Buenos Aires. El Cónclave que se inaugurará el próximo miércoles es el más impredecible de los últimos tiempos, pero la única certeza que flota entre los hábitos morados es que no, después de Francisco no habrá repetición.

El cónclave de 2025 podría tener un motivo más para pasar a la historia: podría convertirse en la primera elección de un Papa que experimente con el voto a distancia. El Papa Juan Pablo II ya había previsto en 1996 la posibilidad de que un prelado enfermo pudiera votar fuera de la Capilla Sixtina.  El cardenal emérito de Sarajevo, Vinko Puljic, podría no poder acudir a la Capilla Sixtina el día del Cónclave y verse obligado a votar desde Casa Santa Marta, pero aseguró que le gustaría participar en las elecciones en persona: «Con ayuda podré entrar». En caso de que  no pueda ni siquiera moverse de su cama en Santa Marta, hay una solución preparada.  La «Universi Dominici Gregis», promulgada en 1996 por Juan Pablo II, permite también el voto a distancia para el Cónclave. Tres cardenales electores, llamados «infirmarii», saldrían de la Capilla Sixtina en cada votación y se dirijan al enfermo, para hacerle votar y llevar su papeleta al Cónclave.

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Comentarios
1 comentarios en “El Vaticano en cónclave, la salud de Parolin, la campaña de Zuppi, en busca de 89 votos, ¿puede haber un Francisco II?, voto a distancia, la Santa Sede condenada en Londres, mirando al juicio final.
  1. El quórum son el total de los electores presentes y no el total de los que tengan derecho a voto. (…quorum presentes hic sunt), ni mucho menos -como especula Specola- la mayoría requerida para que resulte valida y eficaz la elección. Y además los votos válidos necesarios, si los electores son 133, son 90 y no 89. Se necesita un voto más entero que solo unos decimales de diferencia. Así que hay que decir: en busca de 90 votos!

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