El cierre de las instituciones vaticanas dificulta el poder mantener una imagen de una cierta normalidad en el estado pontificio. Nunca antes se había vivido una situación similar y se está reaccionado tarde y mal. Ya todos asumen que las consecuencias de la epidemia serán pavorosas en las arcas pontificias que están entrando en unos de los peores momentos de su milenaria historia. Tenemos la impresión de que los ‘jefes de dicasterio’ , los ‘superiores de la curia romana’, no son muy conscientes de la que se viene encima y esperan que llegue algún milagro. El Papa Francisco empieza a sufrir las consecuencias de sentirse encerrado e irrelevante ante los medios de comunicación. Cada vez se habla menos del Papa Francisco y mucho más de futuro de la iglesia en el que el Papa Francisco, y el francisquismo, no se contempla. El llamado ‘plan para levantarse de nuevo’, el ‘plan para resucitar’, con el que el Papa Francisco quiere ser protagonista de la situación se está quedando en los medios adeptos al régimen y no consigue traspasar estas fronteras.
Tenemos un interesante artículo sobre los entresijos de lo que está sucediendo con la filtración de cartas internas que denotan el malestar de los trabajadores del Vaticano, mucho más consciente de la catástrofe que los superiores, y que ven como no se hace nada por remediar en lo posible la ruina que ha entrado en casa. Seguimos con letras anónimas que no parecen inspirarse en conspiraciones o diseños desestabilizadores sino en el mal humor de los trabajadores del Vaticano que acusan a sus superiores de inmovilidad, mobbing, incapacidad… Los autores de la carta firmaron como «empleados de lo que queda del Estado de la Ciudad del Vaticano, desafortunadamente administrados por serpientes disfrazadas de palomas…» Según las acusaciones de los trabajadores, se habrían incrementado los problemas estructurales, las rarezas de gestión, la falta de humanidad en las relaciones personales y una buena dosis de opacidad en los comportamientos. ¿Es verdad lo que se informa? ¿Y quiénes son los empleados que en las cartas dicen que están «cansados» de esta situación?
El Papa Francisco tuvo que intervenir hace tres años en el caso de un funcionario, Eugenio Hassler, que se creía responsable de la mala gestión y el acoso, de sembrar el terror entre las oficinas. Bergoglio había pedido a los superiores del gobernatorato que lo despidieran o lo encontraran en otro lugar, pero ni el cardenal Bertello ni el secretario Vérgez habían tomado ninguna iniciativa. En su espediente, hoy filtrado, aparece la palabra ‘nulla’, nada, pero perdió su trabajo y fue públicamente desacreditado. Las aguas están muy revueltas, demasiado, y el populismo que el Papa Francisco puede vender poco fuera de los muros pero sus trabajadores no se creen ni una palabra. El mundo Vaticano es muy pequeño y a todos los casos se les pone nombre y apellidos. El Papa reinante, que a menudo condena los cotorreos y las calumnias, se contradice a sí mismo, como a menudo lo hace, y gobierna creyéndose los rumores para perseguir y humillar. Dada la especial estructura del estado pontificio vemos como funciona la fábrica de barro, rumores y calumnias que en estos momentos se está incrementando.
El día tres de mayo empezamos a ‘reabrir’ Italia y como consecuencia el Vaticano. El rector de la universidad de los Salesianos ya ha anunciado que no lo puede hacer porque hay demasiados contagios.
La ‘colecta’ que ha propuesto el limosnero entregando una mensualidad para ayudar a las consecuencias del coronavirus no está teniendo mucho éxito y, al más puro estilo Vaticano, no han contestado, ni sí ni no, pero el dinero no ha llegado. Los intentos de publireportajes del Papa Francisco no están gustando y siempre queda el derecho al pataleo. Las dos duchas de la Plaza de San Pedro, una y dos, dieron la vuelta el mundo, llenaron páginas de los grandes periódicos y abrieron informativos. Son otros tiempos y ahora estamos con los respiradores, uno, dos e incluso tres , pero no se consigue el efecto deseado. Ante la magnitud de la epidemia estos gestos se quedan en eso, gestos, que a nadie interesan y nada resuelven.
El Papa Francisco sigue con sus réditos universales, con excepción del Vaticano en donde ni de lejos se piensa en semejante locura, con los odios al proselitismo y con las oraciones por distintos sectores de la sociedad, hoy por los docentes. La epidemia hará que un buen número de escuelas católicas que estaban al borde de sus posibilidades no reabra sus puertas. Esto no parece importar mucho al Papa Francisco y siempre nos quedaran las desaparecidas ‘scholas ocurrentes’. Nos sigue recordando que el virus demuestra que no hay fronteras y empezamos a ver que los inmigrantes vuelven de nuevo a ser noticia, pero esta vez a la inversa, ahora se paga por volver a África.
Interesantes artículos sobre la intromisión de la policía en la celebración de algunas misas y las bondades de China que quedan muy tocadas por la epidemia que nos afecta.
Las campanas de Santa María la Mayor han enloquecido y alterado la vida tranquila del Esquilino. Es el campanario más alto de Roma y se interpreta como un signo de malos augurios para la ciudad eterna. Con la que está cayendo no hacen falta campanas desafinadas para ver que el futuro inmediato no es especialmente luminoso.
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! »
Buena lectura.
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