El Papa Francisco ¿un papa perejil?, Vance en Santa Marta, el pontificado de la política zurda, la generación postconciliar se muere, entrevista a Dom Georg.

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Se nota la resaca de la intensidad de noticias de estos días y hoy tenemos una jornada más normal, sin dejar por ello de ser una jornada sumamente interesante. El Papa Francisco apareció en la logia de San Pedro, su estado muy delicado, pocas palabras, muy pocas y con evidentes muestras de serias dificultades. Vuelta a la plaza de San Pedro en el papa movil, la cámaras de la televisión del Vaticano han evitado primeros planos, y tenemos muchas imágenes de espaldas, que tanto recuerdan el último Via Crucis del Papa Juan Pablo II. Las imágenes estas a disposición todos y preferimos no publicarlas.

Algunos ya empiezan a llamar al Papa Francisco el  Papa perejil. Desde que salió del hospital, después de casi dos meses de internamiento a causa de una grave neumonía  parece haberse vuelto omnipresente: en lugar de seguir las indicaciones de los médicos que recomendaban reposo y una vida apartada, se escapa de Santa Marta para hacer apariciones sorpresa en las más variadas ocasiones, desafiando el protocolo y la prudencia. Parece que el Vicario de Cristo, tiene pánico a que si muere al cabo de tres días pondrán en su lugar a un fanático oscurantista que echará por la borda el Concilio Vaticano II y reinstaurará la Santa Inquisición.  El personal papal sigue los pasos del Papa Francisco a golpe de selfies con turistas y peregrinos.  Los avistamientos papales dibujan un mapa heterogéneo y podremos encontrarlo desde un barrio de chabolas a orillas del Tíber hasta la embajada de Liechtenstein; desde el monasterio de las Visitandinas Sacrificadas de las Siete Llagas de Santa Margarita María Alacoque hasta la escuela de tango La cumparsita. Tiempo al tiempo, una misa no, jamás, es demasiado larga y el riesgo de contagio muy alto.

Está hoy en todos los medios, los tiempos cambian y es comprensible que con 88 años cueste entender que estamos en otro momento. Después de feo a Vance el sábado cuando el Papa Francisco apareció en la Basílica a tomar el aire y no tuvo tiempo para un breve saludo a Vance, las alarmas en el Vaticano saltaron, es mucho, demasiado, lo que está un juego como para permitirse desprecios innecesarios. Los Sacos Palacios echaban humo y no precisamente blanco: ya tenemos bastantes problemas que resolver como  para andar creando otros inútiles y caprichosos. El Papa Francisco se ha dado cuenta que no solo el lleva cuenta de las acciones y omisiones, los demás también toman nota y lo recuerdan en el momento oportuno. Parolin lo sabe muy bien y la posición del Papa Francisco,  y del ala macarrista de la iglesia norteamericana,  es muy delicada. la admistración Trump quizás, puede que tenga muchos más datos que el propio Papa Francisco de algunos insignes obispos y cardenales francisquistas y les pueden sacar los colores, todos, en cualquier momento.

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Vance en Santa Marta, antes de la Orbi et Orbi, visita de solo diez minutos en la que solo, sin familia,  el regente de la Casa Pontificia, Sapienza, estaba allí para darle la bienvenida, muchos vehículos blindados en la caravana que llegó al Vaticano. El Papa Francisco regaló tres huevos de Pascua a los hijos ausentes del vicepresidente de Estados Unidos y una corbata del Vaticano  – con las armas pontificas- y rosarios. Vance: “Sé que no te sientes bien, pero es bueno verte y saludable, gracias por recibirme”. Después de reunirse con el Pontífice, Vance con su familia asistió a la  Misa de Pascua en la Basílica Papal de San Pablo Extramuros y rezaron en  la tumba del apóstol San Pablo. La Oficina de Prensa de la Santa Sede lo confirmó en un comunicado: «Esta mañana, poco después de las 11:30, en la Casa Santa Marta, el papa Francisco mantuvo un breve encuentro privado con el vicepresidente de los Estados Unidos, James David Vance. El encuentro, que duró unos minutos, les brindó la oportunidad de intercambiar saludos pascuales».

A raíz de la idas y venidas del Papa Francisco con Vance tenemos un interesante artículo que plasma muy bien la realidad.  En los últimos años, sobre todo en el pontificado del Papa Francisco, la Iglesia Católica ha experimentado un cambio profundo en su manera de relacionarse con la política. La Iglesia ha asumido progresivamente una posición cada vez más marcada sobre las cuestiones sociales y ambientales , terminando a menudo por alinearse –en tono y contenido– con las reivindicaciones de la izquierda progresista, esto no ha estado exento de consecuencias. El cortejo que el Vaticano hace de la izquierda no sólo no tiene precedentes en sus métodos, sino que también es profundamente contradictorio.  Son fuerzas políticas que, durante décadas, han apoyado y promovido leyes y visiones del mundo abiertamente contrarias a la doctrina católica : aborto, eutanasia, etc. Y, sin embargo, hoy, esos mismos círculos son acogidos con simpatía y consideración en los palacios vaticanos, mientras que aquellos que -a pesar de todas sus limitaciones- defienden valores históricamente compatibles con la enseñanza católica, se encuentran excluidos o marginados. Esta paradoja es evidente hoy en día.

Su estrategia es clara: recibir al Papa cuando habla de migrantes , clima, justicia social, pero luego ignorarlo –o peor, atacarlo– cuando nos recuerda que el aborto es un pecado grave o que la vida humana es sagrada desde la concepción hasta la muerte natural. Por otro lado, la derecha también acabó sintiéndose engañada . Aquellos políticos que una vez no dudaban en demostrar públicamente su devoción a la Iglesia –con gestos simbólicos como besar el anillo papal o mostrar una profunda deferencia hacia los cardenales– hoy muestran una actitud fría, cuando no abiertamente hostil. Emblemática la imagen del vicepresidente de Estados Unidos dándole una palmadita en el hombro al cardenal secretario de Estado: un gesto que va mucho más allá del protocolo y revela una percepción hoy muy extendida y arraigada.  Incluso políticos que se declaran católicos  ya no reconocen ninguna autoridad en la jerarquía eclesiástica. La Iglesia , a sus ojos, ha dejado de ser una guía espiritual. Se ha convertido en un actor político entre muchos y, en muchos casos, en un oponente ideológico.   

En Italia, este fenómeno se evidencia en las relaciones entre el gobierno dirigido por Giorgia Meloni y la Santa Sede. Mientras que por una parte el Primer Ministro alude a menudo a la tradición y a los valores cristianos, por otra recibe silencios fríos o críticas indirectas del Papa Francisco y sus colaboradores. Lo mismo ocurre en Estados Unidos , donde miembros de la derecha republicana, antes cercanos a la Iglesia, ahora se sienten opuestos a ella , cuando no criticados abiertamente. En este momento hay verdaderas batallas, incluso en los tribunales, entre los obispos y la Casa Blanca por la cuestión migratoria.

Esta pérdida de credibilidad se refleja también en la opinión pública católica. Cada vez son más los creyentes que se preguntan: ¿hacia dónde va la Iglesia? ¿Es realmente su trabajo tomar una posición sobre cada tema político actual? ¿No corre el riesgo de perder así su vocación universal y trascendente? El profesor Loris Zanatta, uno de los politólogos más perspicaces, describió con lucidez este fenómeno en su libro «Bergoglio. Una biografía política» : «Francisco no es un político, sino un líder que ha asumido un papel político. No es un jefe de Estado, pero actúa como protagonista de la geopolítica. No es un ideólogo, pero encarna una ideología, la del populismo católico latinoamericano, en la que la Iglesia se presenta como defensora del pueblo frente a las élites, como guía moral y social, además de espiritual. Zanatta subraya cómo la imaginería del Papa Francisco  tiene sus raíces en la teología del pueblo, una corriente argentina de pensamiento católico que tiende a fusionar la dimensión religiosa con la social , a menudo en clave anticapitalista y antiliberal. De ahí la desconfianza hacia los negocios, la crítica a las finanzas, la simpatía hacia los movimientos populares, aunque ideológicamente distantes de las enseñanzas de la Iglesia.

Pero esta fusión de política y religión tiene un precio. Cuando la Iglesia se alinea abiertamente con un partido político, incluso si lo hace en nombre de la justicia o de los pobres, inevitablemente pierde su capacidad de hablar con todos, se convierte en parte de la disputa, se vuelve divisiva y  termina siendo vista como hipócrita por quienes, por un lado, la escuchan predicar la misericordia y la inclusión, y por otro, la ven cerrada la puerta en la cara a quienes no comparten su nueva línea ideológica. El problema, por tanto, no radica tanto en la apertura al diálogo con la izquierda, sino en la exclusión –si no la demonización– de todo lo que no se ajuste a esa visión ideológica.

Examinándolo más de cerca, ni siquiera es posible hablar propiamente de «diálogo», porque un verdadero diálogo presupone un intercambio , una comparación entre diferentes posiciones, aquí se trata de una alineación progresiva . La izquierda nunca ha escuchado a la Iglesia ni ha intentado comprender su mensaje, no aceptó la enseñanza del Papa con espíritu de conversión. La Iglesia –o mejor dicho, el mismo Papa Francisco – quien se acercó a ellos, para complacerlos, para hacerles entender que estaba de su lado , casi como diciendo: “No estoy aquí para corregiros, sino para sosteneros” .  No un Papa que cuestiona sino un Papa que tranquiliza, no soy un maestro, sino un compañero de viaje.  Nos encontramos ante una Iglesia que, en el intento de seguir siendo relevante en el debate público, ha terminado perdiendo su propia autoridad espiritual y abandonó su voz profética para perseguir el aplauso de los medios. Prefirió ser recibida en los pasillos del poder en lugar de resonar, libre e incómoda, como una voz en el desierto.

Emblemática de ello es la actitud de muchos obispos , que hoy se muestran extremadamente cautos –si no abiertamente renuentes– a acoger a exponentes políticos de derecha , mientras no dudan en ser fotografiados sonriendo junto a figuras notoriamente de izquierda, participando sin vacilación en convenciones y conferencias de clara orientación ideológica. Esto no es sólo un síntoma de conformismo, sino también el resultado de una dinámica mucho más profunda: la subordinación cultural y psicológica al mundo de la información. Es bien sabido que gran parte del periodismo italiano –y también internacional– es de izquierdas, los obispos lo saben bien y es en función de este contexto que a menudo modelan su comportamiento público. La obsesión por la imagen y el miedo a ser objeto de campañas mediáticas hostiles han sustituido la preocupación de permanecer fieles al Evangelio. Basta con ver la reacción descontrolada de la prensa en estas horas ante la visita del vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, al Vaticano. Una ola de periodistas, o lo que sean, acudieron a Twitter para burlarse o insinuar que el Papa Francisco no quería recibirlo, presentando la falta de una audiencia formal como una señal política. Es una lástima que, como sabe cualquiera familiarizado con los protocolos diplomáticos, no exista obligación de recibir al vicepresidente de los Estados Unidos , y que equiparar esta figura con la de los monarcas británicos, como han hecho algunos, sea sencillamente ridículo, se trata de dos roles profundamente diferentes con un peso simbólico e institucional incomparable.

Para evitar que estallasen polémicas surrealistas el domingo de Pascua, el Papa Francisco prefirió recibir a Vance en privado, poco antes de la bendición Urbi et Orbi. Un gesto de sentido común, ciertamente, pero que demuestra cómo la presión de los medios de comunicación influye en las decisiones de la Santa Sede. La cuestión, por tanto, está clara: hoy muchos obispos –y no pocos círculos vaticanos– parecen preocuparse más por las reacciones de los periódicos que por el juicio de Dios. Es el signo de una Iglesia que ha dejado de liderar y ha comenzado a seguir, una Iglesia que tiene miedo de ser criticada, pero que ya no tiene miedo de ser infiel a su misión. ¿El resultado? Una crisis de credibilidad sin precedentes.  Los políticos ya no se arrodillan, los fieles están divididos y  la Santa Sede es percibida cada vez más no como el centro del catolicismo, sino como un actor político entre muchos.  La tarea de la Iglesia, recordó Joseph Ratzinger, no es conquistar el poder, sino convertir los corazones. Cuando deja de anunciar a Cristo para buscar consensos, se convierte en una ONG con capilla interconfesional. Nos olvidamos que el mundo sólo la respeta cuando es ella misma, el resto solo sirve para burlarse de ella.

Se esta terminado, por defunción, toda aquella generación que vivió el período postconciliar como una oportunidad de poder, no de servicio. Una generación que se engañó pensando que podía cambiar la Iglesia, pero que sólo vació las parroquias, abandonó los seminarios y volvió estériles y tristes los venerables ritos litúrgicos. Hoy no son capaces de aceptar que los fieles, los jóvenes, los sacerdotes quieren  volver a una fe vivida con la verdad, con la belleza y con el respeto a las reglas. La humillación pública de los fieles, el desprecio por la piedad popular, el uso político de la liturgia y de la Escritura: todo esto es signo de una profunda tristeza, de una Iglesia que se llama sinodal y es autoritaria disfrazada de dialogante.  El tiempo de estos obispos ideológicos se está agotando y la Iglesia de hoy y de mañana necesita pastores que la amen  y no amos que se comportan como sicarios.

Y para muestra un botón bien conocido, los tiempos cambian y los que viven, y siempre ha vivido,  a la sombra del poder no tienen problema en cambiar a lo que sea. Al inefable Paglia le empieza a parecer muy bien y sobre el encuentro entre Trump y Meloni: “Quien trabaja por la paz debe ser apoyado, no hay colores”. Valora muy positivamente el trabajo que está realizando la primera ministra Giorgia Meloni , quien visitó Trump en Washington y luego recibió en Roma a su vice Vance.  Alguna pega hay que poner, por ahora, y dice que los problemas internacionales no se pueden resolver con el rearme; más bien, hay que promover el diálogo, « vía más que deseable, es más, hay que reforzarla, apoyarla y facilitarla». Le parece que el viaje de Vance a Italia es importante: el momento que atravesamos es delicado y también es católico. “No cabe duda de que la dimensión cristiana de la fe llega a lo más profundo de la vida y, por tanto, tiene implicaciones tanto en la esfera personal de cada uno de nosotros como en la social ”. “Cuando empezamos a hablar de paz ciertamente es una señal ”, no importa que sea Donald Trump el que trabaje por ella , al contrario. “ Espero que todos los partidos políticos sigan este camino». «La paz no es de la izquierda, ni de la derecha, ni del centro «.  Ante los rumores sobre supuestas tensiones entre el gobierno italiano y el Vaticano , no entra en el tema e invita a pensar en detener las guerras y a apoyar a quienes trabajan en este sentido. El verdadero desafío es “ redescubrir la unidad europea ”, Roma puede “ ser el centro de una Europa dispersa ”.

Al Cardenal Angelo Bagnasco (Pontevico, Brescia, 1943), ya no es elector, pero no deja de ser un referente para muchos otros que lo son.  Fue ordenado sacerdote de la diócesis de Génova por el cardenal. Giuseppe Siri en junio de 1966 y obispo de Pesaro en 1998. Ordinario Militar de Italia de 2003 a 2006, es arzobispo emérito de Génova desde el 11 de julio de 2020. Creado cardenal por el Papa Benedicto XVI en el consistorio del 24 de noviembre de 2007, desde el mismo año fue presidente de la Conferencia Episcopal Italiana hasta 2017, luego presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas de 2016 a 2021. Es miembro del Dicasterio para las Iglesias Orientales, del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Conocido por su gran espiritualidad y su sentido común que junto con su admirado Siri dieron un color especial a Génova.

Entrevista a Georg Gänswein de 68 años,  secretario personal de Benedicto XVI y desde agosto de 2024 nuncio en Bálticos. tuvo que elegir entre estudiar teología y mantener a su novia de juventud, hoy piensa que tomó la decisión correcta y  vuelve a hablar de su salida del Vaticano. En una entrevista con «Bild am Sonntag» revela que tuvo una novia antes de decidir convertirse en sacerdote a finales de los años 70. «Llevábamos dos años juntos cuando decidí inscribirme en el seminario de Friburgo». Él y Gaby eran una pareja de verdad: «Siempre estábamos juntos. Hacíamos muchas cosas, nos reíamos mucho, nos divertíamos. Y, por supuesto, nos besábamos. No pasó nada más; aquella era otra época».  Durante sus estudios teológicos, rápidamente se dio cuenta de que su camino no era la familia y la carrera, sino la ordenación sacerdotal y el celibato asociado. «La fase de separación de mi amiga no fue fácil para ninguna de las partes» fue un proceso doloroso. Luego, deliberadamente, no volvió a ver a su exnovia durante muchos años, se casó y tuvo tres hijos. La encontré años después y fue un encuentro muy entrañable. Respecto a su relación con el Papa Francisco, afirma que se sintió muy mal tratado. «Prácticamente me expulsaron de mi trabajo»,  refiriéndose a su destitución del Vaticano en el verano de 2023. La decisión del Papa de enviarlo inicialmente de vuelta a Friburgo le resultó amarga, pues no la comprendía. Antes, siempre se daba el caso de que al secretario del Papa se le asignaba otra misión, idealmente hasta cardenalato. Y me dijeron: «Vas a volver a Friburgo», eso fue un shock para mi.  «Acepté mi expulsión con la promesa de servir al Papa como obispo con reverencia y obediencia». «La fe ayuda enormemente, es un apoyo y una fuente de fortaleza».

Mensaje del Presidente de la República Sergio Mattarella enviado al Papa Francisco con ocasión de la Pascua: «Santidad, me alegra expresarle, en nombre de la República Italiana y en el mío propio, mis más sinceros deseos de una feliz y santa Pascua». «Al renovarle mis más fervientes deseos de bienestar personal, le pido, Santidad, que acepte los mejores deseos que el pueblo italiano le ofrece con motivo de la Pascua y la ya próxima festividad de San Jorge. Con el gran afecto de los italianos y el mío propio». Giorgia Meloni felicita la Pascua a todos los italianos: «Felices Pascuas a todos. Que sea un día de serenidad, esperanza y felicidad para compartir con sus seres queridos. Un abrazo sincero, dondequiera que estén».

«No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Buena lectura.

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