La tarde de ayer el Papa Francisco peregrinó a la Salus Populi Romani y a la Iglesia de San Marcelo para venerar el ‘Crucifijo Milagroso’ , así viene llamado en Roma. Cuando publicamos nuestra Specola de ayer teníamos la información de que el Papa Francisco estaba haciendo una salida del Vaticano. Pensamos que no podía ser a un hospital dada la situación de contagios y pensamos que era posible una visita a la ‘Salus’.
En la iglesia de San Marcello al Corso, se venera un antiguo y precioso crucifijo considerado milagroso porque detuvo las plagas en el capital. Estos días comenzó a asomarse en las redes sociales con la sugerencia de exhibirlo nuevamente y ponerlo en procesión, incluso si esto significaría contravenir las prescripciones contenidas en el decreto del gobierno que prohíbe las reuniones de personas y requiere una distancia seguridad de al menos un metro. El crucifijo ha sido objeto de profunda veneración por los fieles de Roma desde 1519, cuando milagrosamente permaneció ileso en un gran incendio. Alrededor de 1600 se desarrolló una grave epidemia de peste en toda la ciudad. Fue entonces cuando el cardenal titular de S. Marcello, Raimundo Vich, español, para implorar la clemencia divina, promovió en ese año una solemne procesión penitencial en la que participaron todas las categorías de personas: clero, religiosos, nobles, caballeros, hombres mujeres, ancianos y niños que «descalzos y cubiertos de cenizas, interrumpidos solo por sollozos y suspiros, de los que los acompañaban» . Las autoridades, temiendo un aumento de la infección, intentaron bloquear la procesión pero fracasaron. La procesión comenzó el 4 de agosto y terminó el 20. Parece que la peste había cesado en esa fecha y que Roma estaba a salvo. El crucifijo milagroso ha tenido diversas salidas en tiempos recientes, la más conocida en la realizada a San Pedro para el jubileo del año 2.000 para la petición de perdón realizada por el Papa Santo Juan Pablo II.
Roma está vacía y en silencio. El centro de Roma ha perdido el bullicio habitual y la fauna humana ha desaparecido. Ciertamente son impresionantes las imágenes de un Papa Francisco solitario caminado por la habitualmente bulliciosa ‘Via del Corso’. Seguido a poca distancia por los gendarmes del Vaticano sin uniforme, en territorio italiano no lo pueden utilizar. Vemos a un papa rezando por sus fieles pero sin sus fieles. La famosa agenda del pontificado ha caído y pensamos que estamos al final de un pontificado que ha terminado con la pandemia que está cambiando nuestra forma de vivir. Han desaparecido los palmeros oficiales, ya no hablamos del camino Alemán, de los viri provati, de las amazonas, todo esto ha quedado en el pasado que nos parece tan lejano.
¿Cuánto durará esto?, ¿Cuántos sobreviviremos al virus?, estamos en un periodo lleno de preguntas sin respuesta que evoluciona por horas. Es impresionante el gran servicio que están prestando las redes sociales ante el silencio de los informadores oficiales. Vemos cómo muchos sacerdotes abren canales para estar en contacto con sus fieles a través de las redes sociales. La cuarentena obligada de millones de personas está haciendo que nos hagamos muchas preguntas sin respuesta. El silencio lleva a la necesaria reflexión. El virus está provocando el fin de una sociedad que tiene los pies de barro. Hemos de aprender a ver las cosas positivas en medio del sufrimiento y el dolor. No podemos dejar de ver detrás de todo lo que está sucediendo la mano de Dios, estamos ante la primera pandemia planetaria de la que no podemos ni imaginar sus consecuencias que evidentemente serán muy serias.
Santo Tomás de Aquino nos explica la providencia de Dios: «Hubo quienes negaron en absoluto la providencia, porque suponían que el mundo había sido hecho casualmente. Sin embargo, es necesario decir que todos los seres están sujetos a la providencia divina, y no solo en conjunto, sino también en particular. Pero la causalidad de Dios, que es el primer agente, se extiende en absoluto a todos los seres, y no solo en cuanto a sus elementos específicos, sino también en cuanto a sus principios individuales, lo mismo si son corruptibles que si son incorruptibles, por lo cual todo lo que de algún modo participa del ser, necesariamente ha de estar ordenado por Dios a un fin, como dice el Apóstol (Ro 13,1): “Lo que viene de Dios está ordenado”. Si, pues, como hemos dicho la providencia es la razón del orden de las cosas al fin, es necesario que, en la misma medida en que las cosas participan del ser, estén sujetas a la providencia divina.»
San Juan Pablo II nos recordaba: «La fe en la Providencia Divina está íntimamente vinculada con la concepción de la existencia humana, es decir, con el sentido de la vida del hombre. El hombre puede afrontar la existencia de modo esencialmente diverso, cuando tiene la certeza de no estar bajo el dominio de un ciego destino (fatum), sino que depende de Alguien que es su Creador y Padre. Por esto, la fe en la Divina Providencia inscrita en las primeras palabras del Símbolo Apostólico: ‘Creo en Dios Padre todopoderoso’, libera a la existencia humana de las diversas formas del pensamiento fatalista.»
Terminamos con la breve oración que se encuentra a los pies del ‘Crucifijo Milagroso’ de San Marcello al Corso de Roma
ORACIÓN A LAS SS. CRUCIFICADO
Oh Jesús, que por tu ardiente amor por nosotros quisiste ser crucificado y derramar tu sangre por
redimirnos y salva nuestras almas, mírame aquí postrado a tus pies seguro de tu misericordia.
Por tus dolores y los méritos de tu santa Cruz y muerte, dígnate concederme la gracia que ardientemente
Te pido … (expresa la gracia que pretendes obtener).
Y tú, mi Madre, María de los Dolores, escucha mi súplica, intercede por mí con tu Hijo divino, y
reza para que me conceda los favores y gracias que le pido. Amén
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo.»
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Los Vidal-Bastante –que se jactan de ser el eco oficioso del francisquismo español, los voceros autorizados de la Iglesia en salida, los ministros del Padre Ángel y su hospital de campaña 24 horas, y bla, bla, bla… — tildan ahora de «negacionistas» y desprecian a los escasos pastores que no han desamparado a sus fieles ante las dentelladas de la pandemia.
Han desaparecido los palmeros oficiales, ya no hablamos del camino Alemán, de los viri provati, de las amazonas, todo esto ha quedado en el pasado que nos parece tan lejano.
Cierto…
Pues harían bien los romanos, y los madrileños, entre otros, en hacer pública petición de salud y misericordia. Siempre lo ha hecho así el pueblo cristiano. ¿Seguridad? pues que se haga la procesión larga y con distancias si se quiere. Pero esta mañana, los periódicos de Madrid, comentaban como los trenes de cercanías venían llenos y sin medidas sanitarias recomendadas porque, sencillamente, no hay para más. ¿El miedo a rezar ha impedido alguna vez a la Iglesia rezar? ¿sólo ahora con un enemigo invisible? ¿Y para qué?, porque al parecer todos vamos a ser infectados antes o después por este «enemigo».