El miedo en la iglesia en tiempos de Papa Francisco, el ‘dies natalis’ de Benedicto XVI, la ‘damnatio memoriae’ en el Vaticano.

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Gracias a nuestros lectores, amigos y enemigos, por sus felicitaciones en estas fechas. Vivimos lo que vivimos, estamos donde estamos y no tenemos tiempo para el descanso, ya llegará. Es increíble que un día como hoy tengamos la cantidad de información que tenemos, debemos darla a conocer y, cuando se quiere, hay tiempo para todo. Entre las aportaciones de estos días de firmas sonoras tenemos no nos olvidamos del Padre Santiago Martín, recomendamos vivamente su última entrada: «Miedo en la Iglesia», que nos parece que describe de forma magistral lo que estamos viviendo y padeciendo.

Primeras Vísperas de la solemnidad de María, la Santísima Madre de Dios, y Te Deum en acción de gracias de fin de año. Presente el Papa Francisco y el alcalde de Roma: «El encanto del centro histórico de Roma es perenne y universal; pero las personas mayores o con alguna discapacidad motriz también deben poder disfrutarlo; y la «gran belleza» debe corresponder a un simple decoro y una funcionalidad normal en los lugares y situaciones de la vida ordinaria, en la vida cotidiana. Porque una ciudad más habitable para sus ciudadanos es también más acogedora para todos».

Un año después del dies natalis del amado Pontífice Benedicto XVI, recordamos su Testamento espiritual. «Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡permaneced firmes en la fe!».  Esta solemne recomendación, por estar contenida en un testamento, fue la culminación de toda una vida dedicada al servicio de la fe en Jesucristo.  Joseph Ratzinger-Benedicto XVI desempeñó su servicio a la fe en múltiples roles y formas: como teólogo y maestro, primero, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, luego, y finalmente como Pontífice y Sucesor de Pedro. Sin embargo, no hay que olvidar la última etapa de su existencia, la que vivió durante casi diez años «en el recinto de San Pedro», tras su renuncia al ministerio petrino.  Ratzinger-Benedicto XVI se concentró en la oración.  El servicio eclesial del teólogo y el del pastor (obispo o sacerdote) encuentran su raíz común en la oración, sin la cual teología y pastoral nunca podrán convivir. La división esquizofrénica entre doctrina y métodos pastorales, que sufrimos hoy, se remonta a su desconexión de la oración. Los últimos años de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, dedicados a la oración , fueron quizás su mayor servicio pastoral y su enseñanza más profunda y al mismo tiempo su teología más completa.  Tarde o temprano tendremos que volver a partir de este legado, como de un indicador esencial, para reparar el enorme daño sufrido por la Iglesia.

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Benedicto XVI creo el » anglorum coetus «, abrió las puertas a todos aquellos anglicanos que, hartos del matrimonio homosexual y de los obispos trans, querían volver a casa como el hijo pródigo. Las conversiones al catolicismo eran desalentadas por los propios sacerdotes, convencidos de que el «ecumenismo» sanaría la fractura histórica de Enrique VIII.  Ratzinger no había ocultado, en sus libros anteriores al pontificado, su simpatía por la liturgia tradicional , la misa de San Pío V, en latín y de espaldas a los fieles. Escribió que la misa moderna había quitado a Dios de su centro y había colocado allí al sacerdote, con su talento como animador. Sabía bien que el resultado era el aburrimiento, la banalidad, la pérdida del sentido de lo sagrado . Pero sabía igualmente bien que el clero posconciliar no renunciaría a la misa a su propia imagen y conveniencia.  “Oren por mí, para que no huya de los lobos”, además hay lobos incluso dentro del redil, y Ratzinger lo sabía bien.

Uno de los aspectos menos conocidos del pensamiento de Joseph Ratzinger es el gran respeto y la sincera simpatía que sentía por la ortodoxia. En el monasterio Mater Ecclesiae, donde se retiró tras su renuncia y donde murió hace un año, el 31 de diciembre de 2022, el ahora Papa emérito deseaba encarecidamente que se colgara en la entrada un icono ruso que representaba a la Virgen, a la vista “mira hacia humildad».  El panzerkardinal no era enemigo del ecumenismo, sino que tenía una visión ecuménica que surgía del «auténtico espíritu del Concilio», «entre las Iglesias y comunidades cristianas, la ortodoxia, teológicamente, es la más cercana a nosotros».  Tenemos entrevista con el padre Stephan Otto Horn sobre este aspecto.  «La puerta al mundo espiritual de la ortodoxia le fue abierta al joven profesor Joseph Ratzinger por dos jóvenes y talentosos teólogos ortodoxos de Grecia que querían hacer sus doctorados con él.

El levantamiento de las excomuniones entre Roma y Constantinopla, que se produjo el 7 de diciembre de 1965, debe haber sido especialmente importante para él. El profesor Joseph Ratzinger ya había observado, el primer año después de la finalización del Concilio, un profundo desacuerdo entre los católicos en Alemania en su evaluación del mismo: «Para algunos, el Concilio todavía hizo demasiado poco, quedó bloqueado en todas partes en sus intentos, un conglomerado de compromisos cautelosos, una victoria de la prudencia diplomática sobre la tormenta del Espíritu Santo, que no quiere síntesis complicadas, sino sencillez del Evangelio; para otros, sin embargo, es una molestia, un abandono a la falta de espíritu de una época cuyo eclipse de Dios es el resultado de su salvaje obstinación terrena».  Benedicto XVI se opuso resueltamente a una «hermenéutica de la discontinuidad y de la fractura».

Damnatio memoriae la ‘condena de la memoria’ es vieja como el mundo y consiste en condenar el recuerdo de un enemigo  tras su muerte. Cuando el Senado Romano  decretaba oficialmente la damnatio memoriae, se procedía a eliminar todo cuanto recordara al condenado: imágenes, monumentos, inscripciones, e incluso se llegaba a la prohibición de usar su nombre; sus leyes y decisiones se abrogaban o se consideraban como emitidas por su sucesor. Similar suerte corrían las obras que había construido, que, si escapaban a la destrucción, se consideraban erigidas por sus sucesores.  La damnatio era lo contrario de la Apoteosis,  la deificación y público homenaje al considerar que había «ascendiendo al cielo de los dioses».

Un año después de la muerte de Benedicto XVI, ha llegado la orden de Santa Marta: «¡Fuera los escudos de Benedicto XVI de las casullas!».  Así lo dijeron el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y los trabajadores de la Sacristía Pontificia. Así fue como las casullas (de los cuatro colores litúrgicos) fueron enviadas a la sastrería para sustituir el escudo del difunto pontífice por la tiara y las llaves.  Desde el punto de vista histórico se borra la memoria de las vestimentas que fueron encargadas por Benedicto XVI, deseadas y creadas durante este período. Todas las demás vestiduras con los escudos de San Pablo VI, San Juan XXIII o San Juan Pablo II están todas en la sacristía pontificia y nadie se ha atrevido jamás a tocarlas. Aparte de ser un gasto demencial, porque habría sido más barato comprar casullas sin el escudo o con el escudo del Pontífice reinante,  es un intento, uno más,  de borrar la memoria de Benedicto XVI.

«…le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción».

Buena lectura.

 

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Comentarios
3 comentarios en “El miedo en la iglesia en tiempos de Papa Francisco, el ‘dies natalis’ de Benedicto XVI, la ‘damnatio memoriae’ en el Vaticano.
  1. La santidad siempre triunfa… en los corazones de los fieles, en la inteligencia de los sabios, en la memoria de la Iglesia, Benedicto XVI irà creciendo, mientras sus detractores se empequeñeceràn… Dios cuida a sus hijos dilectos, la Santìsima Virgen y San Josè protejeràn la memoria y el ejemplo de este hijo querido.

  2. No sólo obispos y cardenales, sino también millones de católicos -que expresan su escándalo como pueden, Padre Martín, sin que su pobre enfado les quite ni un ápice de razón-. No es momento de decir viva el papa sin la Verdad. Llamémosle al supuesto papa estrictamente como en la Palabra -«anatema».

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